La noche de San Juan es una festividad que se celebra con gran entusiasmo y júbilo en diversas partes del mundo, especialmente en España. Durante ese día, la gente se reúne para celebrar con hogueras, fuegos artificiales, y otras tradiciones. Uno de los mitos más comunes asociados con esta festividad es que es la noche más corta del año. Pero, ¿es esto realmente cierto? Para entenderlo, primero debemos analizar qué es lo que la hace que sea más corta que otra. A lo largo del año, la cantidad de luz solar que recibimos cambia debido a la inclinación del eje de la Tierra y su órbita alrededor del Sol.
Durante el solsticio de verano, que suele ocurrir alrededor del 21 de junio, el hemisferio norte está inclinado hacia el Sol, lo que resulta en el día más largo y, por ende, la noche más corta del año. Por lo tanto, la noche más corta del año es siempre la del solsticio de verano, que este año cae en el 21 de junio. La noche de San Juan, que se celebra tradicionalmente del 23 al 24 de junio, en realidad ocurre unos días después del solsticio de verano. Esto significa que, aunque la diferencia es pequeña, no es técnicamente la más corta del año. Sin embargo, la creencia tiene raíces históricas y culturales. En la antigüedad, el calendario no era tan preciso como hoy en día, y las festividades a menudo se basaban en observaciones astronómicas y ciclos naturales. La noche de San Juan, siendo tan cercana al solsticio, se convirtió en una fecha simbólica para marcar el cambio de estaciones y la llegada del verano.
Más allá de la precisión astronómica, la víspera de la festividad es un momento para la celebración y la unión. Las hogueras y los fuegos artificiales representan la luz y el calor del sol, y en muchas culturas, se cree que el fuego tiene propiedades purificadoras y protectoras. Además, existen numerosos rituales y supersticiones asociadas a ese día, como saltar sobre las hogueras o bañarse en el mar para atraer buena suerte. En conclusión, aunque la noche de San Juan no es astronómicamente la más corta del año, sigue siendo una festividad profundamente arraigada en tradiciones y simbolismo. Se celebra como un momento de renovación y esperanza, y las horas adicionales de oscuridad son apenas notorias entre las celebraciones y la alegría de la llegada del verano.