Amanda Jeffrey es mallorquina, está casada y tiene un hijo. Licenciada en Filología Inglesa, es profesora de inglés y con ella el idioma no se aprende en clase, utiliza un libro escrito por ella misma titulado el El book de Amanda; además colabora en el Daily Bulletin y en IB3 televisión y es la autora del video «Mallorca no es Magaluf». Actualmente Amanda está recuperándose del síndrome Guillain-Barré en la Cruz Roja de Palma donde, además, está haciendo rehabilitación. La filóloga ingresó en la Policlínica Miramar por una neumonía doble bilateral y cuando la vio el endocrino descubrió que padecía el mencionado síndrome y fue trasladada a la UCI.
Todo esto nos lo cuenta sentada en la cama de la habitación que tiene en la Cruz Roja, donde le acompañan sus padres, que han permanecido a su lado desde el minuto cero. A decir verdad Amanda tiene buen aspecto dentro de lo que cabe, claro, pues lo ha pasado muy mal, «pero, de acuerdo a los progresos positivos que estoy teniendo, espero que en Navidad, como los buenos turrones, pueda volver a casa». En frente de su cama, pegadas con celo, tiene dos fotografías: «Son las de mis niños. En una está mi marido y mi hijo y en la otra, mi hijo y yo. Me han acompañado en este proceso. Incluso han estado conmigo en la UCI los veinte días que permanecí en ella».
Notamos en su garganta una marca, alargada, de tono rosado. «Es la cicatriz que me ha quedado después de hacerme la traqueotomía -dice con una tranquilidad pasmosa-. Porque también me han hecho una traqueotomía, pues llegó un momento en el que no podía ni respirar. Afortunadamente, me la hicieron tan bien que no afectó para nada a mis cuerdas vocales». Sus padres están sentados a ambos lados de la cama y siguen nuestra conversación en silencio, es evidente que se están recuperando del susto que se llevaron…
¿Empezamos por el principio?, le proponemos a Amanda que termina de acomodarse sobre la cama.
-Pues una tarde, al salir de IB3, me sentí muy cansada. Me dolían las articulaciones… Pensé que sería por el cansancio, así que me duché y me fui a dormir. Pero al día siguiente, al despertarme, es que ni me podía mover. Como pude me acerqué al cuarto de baño pero, como si no sintiera los pies, me caí… No sentía ni mis pies ni mis manos -matiza-, por lo que me asusté mucho. Ante esta situación, pedí a mi marido que me llevara a la Miramar, que está cerca de casa. Ingresé, me visitó el endocrino, diagnosticándome que no era cansancio, ni neumonía, sino una extraña enfermedad denominada Síndrome de Guillain-Barré, que termina por paralizarle a uno, cosa que es cierta, pues a medida que transcurrían los minutos me podía mover menos, y también respirar peor. Por eso me hicieron la traqueotomía, me ingresaron en la UCI y me indujeron el coma, quedando en ese estado durante cuatro días. Al volver a la vida, seguí en la UCI durante semanas.
¿Recuerdas algo de esos días?
-Bueno… -sonríe-. Vagamente recuerdo que en una ocasión el cura de la Policlínica vino a verme. Me imaginé que la visita era porque me iba a morir. Me estuvo hablando, pero no mencionó para nada la palabra muerte ni nada que se pareciera, tan solo me dio ánimos. Cuando me quedé sola, hablé con Dios. Imagino que esto es el fin, si es Tú voluntad, que sea, pero yo creo que aún me quedan muchas cosas por hacer en este mundo…Está claro que estaba equivocada, que no me había llegado la hora porque, si no, no estaría aquí. Pero es un toque que te da la vida.
Y de cuando estuviste en coma, ¿recuerdas algo? ¿Viste la luz al final del túnel o pasó tu vida como si fuera una película?
-No, ¡qué va! De eso nada… Aunque sí recuerdo que en mi cabeza una de las enfermeras que me atendía, haciéndose pasar por médico, me dijo que me iba a operar, a lo que me negué, pues tenía muy claro que no era médico sino enfermera. También recuerdo que mi padre me pidió por los papeles de una casa que no era nuestra, y me lo pidió yendo en un barco que se movía mucho. ¿Te imaginas? ¡Lo que es la mente! También, en otro momento, como hablo varios idiomas, pero por la traqueotomía no podía hablar, me comunicaba con mi marido moviendo los labios, hablándole sin voz. Mi marido, cariacontecido, me decía que le hablara en castellano, no en inglés. Es decir que moviera los labios como si hablara en castellano y no en in inglés, que según él era como los estaba moviendo…
¿Qué más recuerdas?
-Pues que estando en la UCI escuchaba por las noches a otros pacientes lamentarse. Incluso uno amenazaba con tirarse de la cama al suelo. Yo rezaba por ellos, para que se pusieran bien. No sé si mis rezos sirvieron de algo, pero lo cierto es que muchos de ellos abandonaron la UCI antes que yo.
¿Cuándo te diste cuenta de que lo tuyo era muy serio?
-Cuando el médico Iñaki López, vasco, muy franco, me dijo: «Amanda, te voy a ser sincero: No las teníamos todas con nosotros. Esto ha sido un milagro, y en él han tenido que ver las ganas que tienes de vivir. Eso te ha ayudado a conseguirlo». Ni qué decir tiene que me quedé súper impactada, no dije nada… Con la mirada le di las gracias, luego pensé que en un sitio como este no hay lugar para las lamentaciones, sino que has de afrontar con lo que tienes y poner de tu parte todas tus fuerzas para salir, o al menos intentarlo.
¿Y…?
-Pues que una vez que salí de este trance quise dar las gracias a todo el equipo que me había atendido, fotografiándome con él, fotografía que guardaré siempre pues gracias a ellos sigo aquí. Gracias a ellos, a Dios, al Universo, a la medicina moderna….
¿Y ahora por qué estás en la Cruz Roja?
-Para rehabilitarme. Controlado el síndrome, ahora tengo que recuperarme de acuerdo a una rehabilitación. Piensa que apenas podía moverme y ya me ves como me muevo ahora. Noto los pies, las manos, las piernas, mi cuerpo, cosa que antes no sentía.
Vamos a tener Amanda para rato…
-Eso espero. Ojalá que el esfuerzo de todos no haya sido en vano, por eso he de seguir recuperándome. ¿Y sabes una cosa?
Dime.
-Pues que hoy veo la vida de modo distinto a cómo la veía antes, dando importancia a cosas a las que antes apenas se la daba. Pero, sobre todo, viendo el apoyo que en una situación como esta te da la familia, en ningún momento he dejado de pensar en ellos, como ellos de mi y… Pues que con eso me quedo…
Pues ya sabes, como bien dijo Nietzsche, lo que no mata hace más fuerte.
-Pues sí. Es cierto. Yo, al menos, noto que estoy saliendo fuerte de esta experiencia.
¿Te veremos pronto retomando tus rutinas cotidianas en la radio, en el periódico, dando clases…?
-¡Seguro! Pero sin prisas. Poco a poco. Ahora lo que tengo ganas es de volver a casa. Porque si regreso significará que estoy mejor.
Otros, con menos de lo que has pasado tú, han escrito un libro...
-Pues igual lo escribo yo también. Un libro de ayuda. Porque quién mejor puede contar las cosas es quién las ha pasado. Y si esa experiencia, en este caso mi experiencia, sirve de ayuda, o de orientación, a otros que lo están pasando, ¡bienvenido sea ese libro!