Los padres de Juan José Moll están separados desde que él tenía ocho años. Su padre, tras salir del armario, y vivir durante una temporada en casa, aunque haciendo vida aparte, se fue a vivir solo a otro lugar, y al cabo de cierto tiempo entabló relación con otra persona, un hombre, con el que en la actualidad sigue. Su mujer no le perdonó. «Y yo, que estaba en medio, ni lo entendí, ni pregunté qué pasaba –nos dice Juan José al recordar este episodio de su vida–. Ni tampoco me dieron ninguna explicación. Así que por mi cuenta intenté comprender lo que pasaba, pero fue en vano, porque siendo un niño, es difícil visualizar lo que está sucediendo. Solo ves, entiendes, que los dos se han dejado de querer. Luego, los años van pasando y tú, al ir madurando, vas entendiendo la vida de otra manera. Lo peor de todo es que yo pagué la frustración de mi madre al ver que su marido se iba con otra persona. ¿Que cómo…? –sonríe con la pena reflejada en sus ojos– Ella me despreciaba… Y cuando cumplí los 18 años, me invitó a que me fuera de casa…. Y yo ni me lo pensé y me fui. Por entonces salía con una chica, cuya madre me aceptó en su casa. Pero, un par de años después, cuando terminamos la relación, me tuve que buscar la vida, yendo de un sitio a otro… Pero como desde que tenía 16 años trabajaba, no tuve problemas con el dinero para vivir. Sí, porque una vez llegué a tener hasta tres trabajos… Por tanto, no me fue muy complicado sobrevivir. Un día encontré a otra chica, con la que tuve relaciones durante ocho años, y con la que me casé. Mi ilusión era tener un hijo… Pero no fue posible, ya que todo terminó entre nosotros. Sí, me cansé de que su familia, unos pobres con dinero, no paraban de rechazarme, ya que no me veían a su altura. Total, que por eso, nuestra relación se convirtió en tóxica, por lo que, antes de que fuera peor, nos separamos».
En la actualidad, Juan José vive con un chico. Son marido y marido. Y son felices. ¿Que qué pasó…? Porque era hetero y ahora… «Cuando estaba con mi mujer, más de una vez hablamos de que no había que tener prejuicios en torno al sexo. Es más, en un momento de la relación con ella, estaba convencido de que podía mantener una relación con un hombre, por lo que cuando me separé, decidí experimentar. Probé y no encontré ninguna diferencia, por lo que a partir de ahí tuve citas con chicos, hasta que conocí a uno y… Pues que si del roce se llega al cariño, del cariño se llega al amor. Quiero decir que estamos felizmente juntos desde hace tiempo. ¡Ah!, y si cuando estaba casado me hubiera gustado tener un hijo, ahora no».
Mientras tanto, si de su madre apenas sabía nada, en su padre había notado ciertas actitudes que le dieron que pensar. «Además de vivir con una persona de su mismo sexo, se dejaba crecer las uñas y el pelo, y más adelante noté que se le estaba desarrollando el pecho… Yo le observaba, pero no decía nada, ni tampoco le preguntaba. Ni él me daba ninguna explicación, tal vez porque pensaba que si me hablaba de él y de los cambios que se estaban produciendo en su cuerpo, yo le rechazaría como padre. También su pareja, Blanca, iba cambiando hasta que un buen día vi muy claro que ambos se habían convertido en mujeres. Y no solo eso, sino que me doy cuenta de que me están tratando como suelen tratar las madres auténticas a sus hijos, con amor y cariño… Por eso, para mí, ahora, son mis madres».
Hablamos con Juan José en el bar Cristal. Se toca con una gorra visera y se le ve muy tranquilo. Y cuando habla de su padre trans, lo hace con una normalidad absoluta. Lo mismo que cuando se refiere a la pareja de éste, también trans, o como cuándo nos descubre su condición sexual. A escasos metros de donde nos encontramos, Ivonne, pues así se llama su padre, y Blanca, su pareja, se toman algo. Porque a la cita han llegado los tres juntos, pero ellas han preferido quedarse al margen. Por eso ocupamos mesas separadas y algo distantes entre sí.
Los presenta como sus madres
Retomando la conversación, hay que preguntar a Juan José cómo está llevando este proceso, sobre todo el de su padre con su pareja, dos hombres que terminan convertidos en mujer. «Antes, y más que nada por protegerlos… Protegerlos a ellos y protegerme a mí –matiza–, trataba de ocultarlo, hasta que un día decidí soltarlo. Y es que hay que pasar del qué dirán, y eso se hace no andándose con rodeos. Así que ni me oculté, ni los oculté. Y gracias a eso, me llevo muy bien con los dos, a quienes en público presento como mis madres, o si delante de la gente los tengo que llamar, lo hago por sus nombres… Pero para mí –repite–, son mis madres, y lo son porque no siempre la madre es la mujer que te pare, sino la que te adopta, cría y te quiere. Como hacen ellos conmigo. Pero cuando mi padre y yo estamos solos, aunque esté Blanca presente, le llamo papi. Porque es mi padre y lo será siempre».
Llegado a este punto hay que preguntarle si teme lo que pueda opinar la sociedad sobre ellos. «No temo nada. Lo que tiene que hacer la sociedad es tolerar y respetar. Porque si no haces daño a nadie, como nos pasa a nosotros, podemos hacer lo que queramos. Si no juzgo es porque soy feliz como soy, los infelices son los que juzgan». Entre sus planes está escribir un libro sobre su vida, que si lo hace será un éxito, pues escribe muy bien, con mucha sensibilidad. Y tiene mucho que contar.