En sus inicios, como los artistas no hablaban durante el espectáculo, a la salida de la carpa el público solía preguntarles de qué parte de Francia provenían. «En Mallorca solo se conocía el circo tradicional, siempre con el mismo formato de carpa grande, animales, un presentador y una estética anticuada de lentejuelas. Un circo en decadencia que parecía morir. Para nosotros, una oportunidad para mostrar nuevos lenguajes y formatos», explica Tià Jorda (Palma, 1978), fundador de Circ Bover, que el pasado 14 de agosto alcanzó la edad adulta al llegar a sus 18 años de vida. Sin dejar de lado su esencia, hoy el Circ Bover se ha hecho un hueco en los teatros y en las fiestas populares, resultado de dos décadas de trabajo.
Desde muy joven, siempre dedicado a las artes escénicas, Jordà tuvo la inquietud de abrir un circo. Tras estudiar en el Circus Space de Londres, así como en la Escuela de Circo de Cuba, recaló en el Circ Cric, del reconocido payaso Tortell Poltrona, una clara inspiración del Circ Bover. «Ese circo sin animales, de línea contemporánea, música en directo, y muy identificado con la tierra, inspiró el Circ Bover», cuenta Tià Jordà que, con solo 25 años, y en compañía de los primeros artistas del Circ Bover, viajó hasta Marsella para hacerse con su primera carpa, «la empleaban para guardar crías de elefante, imagina el olor que desprendía».
Como todo circo que se precie, el Circ Bover nació como ente itinerante, «la filosofía era trabajar en una carpa pequeña con la que llegar a todos los municipios, con una estética contemporánea. En 2010, comenzamos a combinarlo con espectáculos de calle y en los teatros, y empezamos a girar a nivel nacional e internacional. En 2012, nos dejamos de mover con la carpa: éramos doce y no ganábamos ni para pipas», afirma Tià.
Desde su fundación, Circ Bover ha tenido una clara vocación social y solidaria. En 2006 realizaron su primera expedición, en el Sáhara; durante dos meses visitaron los campamentos de refugiados del desierto. «Nunca antes una carpa de circo había llegado allí», expresa Jordà que, a partir de ese proyecto, se asoció a Pallassos Sense Fronteres y las expediciones de Circ Bover continuaron por lugares como Palestina, Costa de Marfil, Kosovo o Líbano, sú último viaje, en 2021.
Como el gastrópodo al que le debe su nombre, con la casa siempre a cuestas, y sin pausa pero sin prisa, con sus espectáculos el Circ Bover ha llegado a países de toda Europa, y a lugares como Corea del Sur, Brasil, Colombia o Egipto. Ahora, el objetivo de Circ Bover «es hacer menos y mejor. Queremos crear espectáculos más definidos y trabajados, y continuar con nuestros festivales, como el Circaire de Alcúdia, o el Circart de Pollença. Nuestro futuro se centra en difundir en circo en toda Mallorca, donde tiene una gran aceptación. Aquí el público busca que le soprendas, algo que nos motiva: siempre podemos mostrar cosas diferentes», concluye Jordà, para quien el circo es «la más pura y dura arte escénica, muy comprometida con su disciplina».