Vivir para ver! O cómo Cort conserva su mobiliario urbano. O para ser más exactos, cómo lo ha venido conservando el Ajuntament comandado por Hila. Lo decimos porque los vecinos de la zona del Conservatori de Palma, e igualmente las personas que a pie, o en vehículo, circulan por ella, saben que hace unos ocho o nueve meses, en la denominada rotonda del Conservatori, había una escultura en homenaje a los Donantes de Sangre, contra la que un mal día un coche se estrelló contra ella dejándola hecha polvo. Los restos de la misma, así como la ruina en que quedó convertido el pedestal –un montón de piedras– sobre el que se sostenía siguió ahí durante un tiempo, hasta que el Ajuntament, ante la protesta de los vecinos –o mejor, continuadas protestas de los vecinos–, retiró lo que quedaba de ella, pero dejando tal cual el montón de pedruscos de lo que fuera su soporte. Pero lo peor del caso es que, meses después, siguen igual. En el mismo sitio, amontonados, formando ya parte del paisaje.
Por eso, desde aquí, vamos a insistir a quien corresponda para que se dé una vuelta por allí, compruebe que cuanto les contamos es cierto y que actúe en consecuencia, es decir, dejando el lugar, ¡como mínimo! como la rotonda que hay enfrente: con césped, algún que otro seto y también árboles, porque… Qué menos, ¿no? (¡Ah! Y en el caso de que el responsable de la rotonda fuera el Consell de Mallorca, que el Ajuntament le inste a que actúe solventando el problema).
¿Vertedero de basura o fuente?
Por otra parte, y ya puestos, a pocos metros de donde están los restos de lo que sostuviera la escultura en homenaje a los Donantes de Sangre –por cierto, ¿dónde está?– se encuentra el estanque, seco, sin agua, pero convertido en cualquier cosa, menos en mobiliario urbano, dado que por él, desde hace meses también, no ha pasado nadie con una escoba y un recogedor para llevarse la porquería que almacena, lo que nos hace pensar que va camino de convertirse en vertedero de basura.
Pues, ¡hala...! Deberes para ‘a quien corresponda'. Porque, como decimos siempre, dentro de dos semanas pasaremos a ver si está todo correcto, es decir, si se han llevado los pedruscos, han plantado el césped y han adecentado lo que fue estanque, que se llenaba de agua a través de tres grifos.
Un baño de multitud
Pascual de Cabo presentó su obra en Can Gelabert (Binissalem), un centro abierto a la Cultura, y por ende al Arte, en el que cualquier artista quisiera ver su obra expuesta. Pascual, el sábado, seguro que se fue a dormir tranquilo, primero, por la cantidad de gente que le quiere y que admira su obra, puesto que las tres salas del citado centro fueron completamente ocupadas por esta, y segundo, escuchando los comentarios del público asistente, todos muy positivos respecto a ella y a él. Además, se vio que entre aquel se encontraban algunos clientes suyos. Pascual también debió quedar plenamente satisfecho viendo como otros artistas, con su presencia, le apoyan incondicionalmente.
En cuanto al marco en sí, a grosso modo podríamos decir que Pascual, tras estudiarlo minuciosamente, distribuyó su obra en las tres salas que lo conforman. En una reunió obras de años atrás, de cuando era más joven, de otros tiempos. En otra colgó cuadros pintados en Marruecos, su segunda casa, cuadros extraordinariamente bellos, lo que significa que el artista se adapta y saca partido a cualquier escenario que le pongan delante. Y en una tercera colgó retratos, algunos de sus familiares, otros de clientes, así como motivos próximos a él.
Fue, tal vez, lo más intimista de la exposición. Eso, y que reunió en torno a ella a su familia, mujer e hijos, y gente que viajó, ex profeso, desde Sevilla para estar con él. Por cierto, a Pascual, que estuvo siempre muy pendiente de los que fueron a ver su obra, se le preguntó que cuándo veremos esta colgada en el Solleric, y… El artista miraba hacia arriba, como diciendo que «¡Ojalá!... Pero eso no depende de mí», a la vez que dejaba la puerta abierta a la esperanza de que el nuevo gobierno municipal de Palma sea más complaciente para con los artistas de la Isla, en general, de como lo han sido sus predecesores».
Se llama Yasmín
Salvador Martínez, alter ego de La Gran Sara, en la que se transforma de tal modo que nadie lo diría, ha sido bisabuelo. Sí, tal como lo leen: bisabuelo. Su nieta, Mireia Borja Martínez, de 17 años, que vive en Valencia, ha tenido una niña, Yasmín Solano Borja. Ni que decir tiene que Salvador, a nada que se enteró de la noticia, delegó la sauna Spartacus en persona de su confianza, compró el billete de avión, voló a Valencia, que es donde vive la nieta, para conocer a su hija, o sea, a su bisnieta, y… Pues helos ahí a los tres. ¡Ah!, Salvador, como podéis ver, no puede viajar sin La Gran Sara. Se la lleva con él a todas partes. Pues nada, ¡enhorabuena! Y mucha salud para verla crecer.