La actriz Elizabeth Taylor dijo que adoraba usar joyas, «pero no porque sean mías. No puedes poseer el resplandor, solo admirarlo». Si es así, este jueves hubiese salido maravillada de la Escola d'Art i Superior de Disseny de Palma, escenario de la exposición Joieria Artística, donde los alumnos del primer y segundo curso del Cicle Formatiu de Grau Superior de Joieria Artística mostraron las alhajas que han diseñado y elaborado a lo largo del curso.
«En la exposición se muestran piezas sencillas y otras más elaboradas; desde las que crearon a principio del curso, hasta el final. En el ciclo aprenden técnicas milenarias del oficio, con o sin soldadura, y técnicas modernas, como el diseño y la impresión 3D. No solo hacen joyas, sino que dibujan, diseñan, investigan, etc. Es un arte que llama la atención de todo tipo de personas. Hoy se valoran las piezas únicas, el trabajo manual. La joyería tiene futuro», afirma Damià Mulet, maestro de taller y jefe del departamento de Joieria Artística.
La exposición comenzó alrededor de las 18.30 horas, y se desarrolló en el Aula Polivalent del centro, donde se instalaron distintas urnas con collares, anillos, brazaletes, pendientes, medallones o broches, entre otras joyas. Como dice Mulet, la joyería es atractiva para perfiles de lo más dispares: jóvenes que tienen claro su futuro, maestros que quieren reforzar sus conocimientos o gente jubilada que desea seguir formándose.
«Soy ingeniero industrial y los ingenieros no somos artistas, somos cabezas cuadradas. Lo que sí es verdad es que las manos me funcionan, saben trabajar. También conozco los materiales, pero aún así me examiné, mi carrera no me sirvió de nada», asegura Toni Cabrer, de 72 años, ya jubilado y que jamás se hubiese imaginado estudiando joyería. Asimismo, hay personas como Aina Capellà, de 52 años, que tenían una asignatura pendiente con el mundo del arte: «Mi gran frustración ha sido no estudiar Bellas Artes. Y la joyería fue una buena oportunidad para tocar el arte. Siempre estamos a tiempo para aprender cosas nuevas», explica Capellà, quien presentó algunas piezas inspiradas en la Isla, en las que utilizó la piedra aguamarina.
«Tenía claro que quería ser artista, y me decanté por la joyería. A nivel artístico, es una suma de muchas cosas: es dibujo, diseño, manufacturación... Abarca todos los campos, hay muchísimo que aprender. Tiendo a recortar mucho mis piezas y no me gusta la mezcla de materiales, es algo delicado» afirma Julieta Faccio, de 18 años, que tiene claro su futuro, «aunque ahora sea complicado, a largo plazo quiero ser una joyera reconocida».
Otro de los alumnos que ayer expusieron es Jaime González, de 45 años, interiorista de formación. «Siempre me ha gustado la joyería, empecé en Granada y he continuado aquí. Me relaja, es lo mío», afirma Jaime, que ayer mostró piezas como un gran anillo negro, y unos pendientes en forma de medusa, para lo que utilizó el diseño 3D en ordenador, «nunca lo había hecho. No es sencillo, pero me permite aplicar mejor la idea que tengo en la cabeza», concluye.
«Llevo tres años de joyería, dos aquí y otro en Madrid. Antes probé otras artes, pero no terminaba de encajar. Creo que la joyería es una forma de expresar todo aquello que pienso y siento, además de reivindicar ciertas temáticas sociales de una forma artística», expresa Carlota Mercado, de 29 años, que ayer expuso un collar de red, «la temática era África, y está inspirado en las fronteras y las vallas», además de un broche y un anillo.