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Teatro de objetos

El XXV Festival de Teresetes presenta en el Teatre Principal de Palma la obra ‘KAR', de la compañía Fekete Seretlek & Studio Damúza

A través del teatro de objetos, en ‘KAR’ se cuenta la historia de Anna Karenina y se abordan temas como la muerte. | Pere Bergas

| Palma | |

Quizás sus miradas no brillen, puede que vivan sin mudar el gesto, pero su mundo interior es tan profundo como el de la persona que los acciona. La Isla acoge hasta el domingo la XXV edición del Festival Internacional de Teatre de Teresetes, organizado por Elàstic Nou en colaboración con el Consell de Mallorca y el Institut d'Estudis Baleàrics. En esta muestra de teatre de teresetes, sombras, objetos y diversas artes escénicas, se han organizado 95 actuaciones –distribuidas en Palma, distintos municipios de la Isla y Menorca–, desarrolladas por 25 compañías locales, nacionales e internacionales.

El Teatre Principal de Palma ha acogido este jueves la primera de las funciones de KAR, una pieza diferente, inspirada en la obra maestra de Tolstoi Anna Karenina, surtida de música en directo, teatro de objetos y cabaret eslavo, llegada desde República Checa, Eslovaquia y Eslovenia, de la mano de la compañía Fekete Seretlek & Studio Damúza, un grupo de seis músicos y actores de la Academia de Teatro de Praga con casi dos décadas de experiencia.

«Hacemos teatro muy alternativo. La obra, de principio a fin, es Anna Karenina: si se desconoce la historia, costará comprender la obra, ya que está llena de simbología», afirma el director de KAR Matija Solce, que explica las posibilidades que brinda el teatro de objetos. «Es un teatro muy libre, es transformación y ruptura con la cuarta pared. Cada objeto puede utilizarse como útil, símbolo, figura cambiante o incluso como instrumento. La atención del público va de un lado a otro, del objeto al actor, y viceversa. Se trata de un juego: el público puede escoger. El cristal, por ejemplo, es símbolo de Anna Karenina, y se quiebra al final de la obra».

Son las 19 horas. Falta una para que arranque el espectáculo. La platea es todavía un fondo negro de butacas vacías. En la Sala Petita del Principal no se escucha más que el ir y venir de intérpretes y técnicos, que cuidan cada detalle. Quizá una buena banda sonora sería la Danza del Hada de Azúcar de Tchaikovski. Poco antes de comenzar, los artistas afinan sus instrumentos –acordeón, violín, chelo, contrabajo y voz–, disponen los múltiples objetos, se maquillan y, quince minutos antes de la función, salen al hall de la sala. El público es recibido con un sentido «Agradezco sus condolencias», un generoso chupito de vodka y una vela: quieran o no quieran, van a asistir a la cena de un funeral, donde el finado se resiste a marcharse.

En esta obra la muerte se aborda como algo ineludible, pero liviano, que sucede en un abrir y cerrar de ojos. «El mensaje de esta obra es que la muerte nos rodea, y no es nada malo. Se cuenta la historia de Anna Karenina, subida en un tren que puede accidentarse en cualquier momento, y también nuestras historias personales, que cada actor expresa con su lenguaje: a través de la música, las letras o el cristal», razona Solce. Los actores, que no hablan castellano con fluidez, interpretan la obra en una divertida mezcolanza de inglés y español.

El humor y la irreverencia son dominantes en una obra que rueda por teatros de todo el mundo desde 2016. Este viernes, en la Sala Petita del Teatre Principal, a las 18 y 20 horas, se llevarán a cabo otras dos funciones de KAR; el resto de funciones pueden consultarse en la página web elasticnou.cat.

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