Setenta años dan para mucho. A lo largo de décadas, abuelos, hijos y nietos han disfrutado del mar en el Club Nàutic s'Arenal (CNA) desde que, en 1952, un grupo de aficionados a la pesca recreativa decidiera montar un pequeño club en el que amarrar sus llaüts, justo entre el final de la playa de s'Arenal y es Caló de Sant Antoni. Formado en sus inicios por menos de un centenar de socios, actualmente cuenta con unos 1.200. Entre sus pantalanes y actos sociales, se han forjado amistades, matrimonios y sagas familiares de varias generaciones, además de grandes navegantes y campeones de vela ligera.
«En sus inicios, era muy pequeño, un modesto club de pescadores recreativos que ocupaba solo la parte más cercana al pueblo. Se formó como la mayoría de clubes de la Isla, a iniciativa de unos cuantos vecinos amantes del mar. En esa época solo había pequeñas embarcaciones y algo de vela latina», rememora Joan Vich Llompart, quien tenía solo dos años cuando se fundó el CNA y acabó presidiéndolo de 1994 a 2002. Su padre, aficionado a la pesca, le hizo socio a la edad de 12 años, y fue en el club donde conoció a su esposa.
Escuela de vela
A finales de los 70, el CNA vivió su primer punto de inflexión, cuando el recientemente fallecido Juan Miquel Catany, presidente entre 1973 y 1994, impulsó su reforma y ampliación, hasta dejarlo, desde el punto de vista de la infraestructura física, tal como hoy lo conocemos. «Aquello fue un riesgo, porque en aquella época no era como ahora, que los amarres van buscadísimos. No estaba claro que se pudieran colocar todos», pone en valor Biel Dolç, presidente entre 2007 y 2015. «Pero Catany captó las tendencias de futuro de la náutica. En los 80 y 90, la motonáutica, que había vivido su auge en las anteriores décadas, decayó en favor de la vela ligera y recreativa, con barcos un poco más grandes y confortables que los de los pescadores de los 60 y 70. La gente tenía un poco más de tiempo para dedicar a sus aficiones, y empezó a comprar barquitos para navegar a vela, participar en regatas sociales, mandar a los niños a aprender a navegar,...», explica.
Etapa convulsa
El segundo punto de inflexión que vivió el club se produjo a mediados de los 90, una época convulsa en el seno del club en la que, en un ambiente de gran crispación y división interna, Vich profesionalizó el CNA a todos los niveles, especialmente en la gestión económica, que hasta entonces se había llevado a cabo a la antigua, de una forma desordenada y amateur. Además de poner orden en las cuentas, Vich también montó las primeras regatas internacionales y puso las bases del que actualmente es el puntal del club: la escuela de vela. «Apostamos decididamente por la vela deportiva como eje del club, que se llenó de niños y jóvenes que pasaban horas y horas aquí navegando y participando en regatas», narra.
El palmarés acumulado por los regatistas del CNA a lo largo de los años es espectacular, con grandes campeones de relevancia mundial como Aina Colom, Maria Perelló, Marta Cardona, Andrea Perelló, Xavier Antich, Pedro Terrones, Matías Bonet o las olímpicas Paula Barceló y Sílvia Mas. Además, el club ha dirigido durante años el Trofeo Princesa Sofía, que se ha convertido en una de las regatas más prestigiosas del mundo y la ha dotado de dimensión olímpica.
Aprendizaje
Su actual presidente desde 2015, Óscar Estellers, entró en el CNA con 14 años como joven promesa de la vela. «Como mi predecesor Vich, conocí en el club a la que en el futuro sería mi mujer, que era socia, y ya no me moví de aquí», rememora. Destaca que «en la escuela de vela se enseña mucho más que a navegar. Los chavales aprenden a convivir, a trabajar en equipo, a ayudarse unos a otros y, muy especialmente, a amar el medio marino y desarrollar una fuerte conciencia medioambiental», destaca. Este ámbito es una de las líneas maestras del CNA, que ha sido siempre pionero en sostenibilidad, y de hecho se convirtió el pasado mes de abril en el primer puerto neutral en emisiones de España, certificado por la ONU. Este certificado se otorga a instalaciones portuarias cuya huella de carbono es cero, y ha sido posible gracias al sistema de gestión ambiental desarrollado específicamente para el club por la startup mallorquina Trueworld. De esta forma, el CNA se alinea ya oficialmente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030.