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Atrapada en un cuadro

El fotógrafo Biel Grimalt y su hija Valentina, de siete años, recrean icónicas obras pictóricas a través de la fotografía

Biel Grimalt y su hija Valentina, protagonistas de un magnífico proyecto artístico. | Pere Bergas

| Palma |

Nunca antes una tarea de la escuela ha dado para tanto. Alcanzando el final del curso pasado, Valentina Grimalt, de siete años, llegó a casa ilusionada con una divertida misión: debía tomarse una fotografía imitando una pintura. Con un padre fotógrafo y una madre estilista de vestuario podía intuirse el éxito del encargo, pero no su repercusión. Primero imitaron La lechera, de Vermeer, e Inmaculada de Soult, de Murillo, «pero estábamos tan motivados que continuamos con la serie», explica Biel Grimalt, padre de Valentina, fotógrafo publicitario y de moda que ya apareció en las páginas de este diario durante el confinamiento, cuando fotografiaba a sus vecinos a través de la ventana.

Tanto se divertían con la tarea que, en lugar de un cuadro como se requería, reinterpretaron hasta nueve famosas pinturas. Cuando Biel colgó las fotografías en Twitter, se desató la locura. En muy pocos días la publicación superó los 140 mil ‘me gusta': «Aún no comprendo qué pasó en Twitter, no paraban de compartirlo. En la calle los vecinos nos felicitaban y Valentina alucinaba, estaba súper contenta», dice Grimalt. A raíz de su éxito en las redes sociales, padre e hija fueron entrevistados en los programas de televisión Espejo Público y Zapeando.

Creatividad

Esta serie fotográfica demuestra que la imitación no es contraria a la creatividad y la originalidad. Uno puede jugar a las 7 Diferencias si compara cada fotografía con su cuadro. «Hemos querido hacer un poco de humor. Se trata de una adaptación de las pinturas clásicas al universo infantil de Valentina: sustituimos el unicornio de Dama del unicornio por Baby Yoda; los zuecos de El matrimonio Arnolfini por unas crocs; los ángeles de La Inmaculada por muñecas; o las flores de Ofelia por palomitas», dice Grimalt, que no trabajó solo. En algunas fotografías contó con la ayuda de la madre de Valentina, Mariantònia Sampol, o con la de su vecino Rafa Pizarro, diseñador del vestuario de la obra La Adoració dels Tres Reis d'Orient, de Llorenç Moyá, durante 25 años.

Cada fotografía ha supuesto una preparación diferente y cada una entrañó sus propias dificultades: complejas composiciones de toda clase de telas para representar el fondo, como en El Grito, de Munch, o en Ofelia, de Millais; una recolección de muñecas para sustituir los ángeles de La Inmaculada, de Murillo, o pasar más de tres horas para montar algunos escenarios, como el de La muerte de Marat, de Jacques-Louis David, el que más costó imitar: «Estábamos solos y montamos el escenario como pudimos. La posición es muy incómoda y la luz de ese cuadro es muy complicada. Necesité utilizar tres flashes para iluminar la escena. No lo acabamos el mismo día porque detectamos un error una vez finalizada la sesión», explica Biel, que realizaba diferentes versiones de cada cuadro.
La predisposición de Valentina, que acabada una representación y ya quería empezar con la siguiente, ha sido crucial. «Ha sido más sencillo trabajar con Valentina que con algunas modelos profesionales: tiene un talento natural para imitar las expresiones y ha tenido paciencia para aguantar la pose durante un buen rato», cuenta el fotógrafo.

Además del gran resultado de la serie, lo que más valora Biel es el tiempo compartido con Valentina. «Siempre le he tomado muchas fotos, pero nunca habíamos compartido un proyecto de estas dimensiones. Ha conocido el oficio de sus padres, ha comprendido el trabajo que hay detrás de una imagen y hemos creado recuerdos que tendrá siempre», dice Grimalt, que piensa continuar con la serie fotográfica. «No tengo claro cuál será el siguiente: mi hija me recuerda a algún personaje de Botticelli, también pensaba en alguna obra de Artemisia. Hasta ahora solo hemos recreado obras de pintores», concluye Biel.

«Lo que más me ha costado es estar muy quieta», explica Valentina. Cuando su padre le pregunta qué cuadro le gustaría recrear no recuerda el título, así que alza el dedo índice, ladea la cabeza y esboza una enigmática sonrisa. Quiere ser inmortalizada como el San Juan Bautista de Leonardo.

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