Las persianas, algo común en España, son una rareza en el resto del mundo. Reducto de la cultura árabe y de la Inquisición, se erigen como muestra de características de la forma de vida española ¿A quién no lo han despertado alguna vez subiendo las persianas con tremenda energía? En este artículo te explicamos los motivos que explican por qué los españoles son los únicos europeos que las utilizan.
El sol
La utilidad más evidente de las persianas es su capacidad de evitar que el sol caliente la casa en los bochornosos estíos españoles, así como para que los primeros rayos del sol no nos despierten demasiado pronto. España es de los países de Europa con más horas de luz solar. Entre las 20 ciudades europeas más soleadas, 11 son españolas (encabezadas por Alicante, Catania y Murcia), 5 italianas, 2 francesas, 1 griega y 1 albana. El país cuenta con una 2.500 horas anuales de luz, el doble de países como Reino Unido (con 1.200). Por no hablar de la temperatura: en pleno mediodía veraniego, las temperaturas pueden alcanzar (y superar) los 40ºC, por lo que no bajar la persiana es sinónimo de morir de calor.
Privacidad y religión
Si solo fuera por controlar la temperatura, no bajaríamos las persianas por la noche, sino que las dejaríamos abiertas para que entrara el fresco. Su uso responde también a motivos culturales, como la búsqueda de privacidad y el evitar miradas indiscretas. Pese al carácter abierto de los españoles, estos son muy celosos de la intimidad de su hogar. La costumbre procede de la cultura árabe, en la que se acostumbra a hacer vida en el interior de las casas, en patios internos, mientras que el exterior se fortifica con celosías. Otro motivo que puede explicar la manía española de cerrar las ventanas es el fuerte arraigo de la religión católica, preocupada por el qué dirán y recelosa de asuntos personales. No convenía por aquel entonces que los vecinos vieran las visitas o qué se hacía en casa, pues podía ser origen de una temible denuncia de la Inquisición, con notable poder en el país. Tampoco gusta ahora que el vecino sepa si la decoración es rica o humilde, si la casa está desordenada o si estamos en pijama. Nuestra casa es nuestro templo y refugio.
En el resto de países europeos, por contra, el uso de persianas ha quedado en algo meramente anecdótico. Es extraño encontrarlas en viviendas, tal y como hay en España. Influenciados por la cultura calvinista, mostrar el interior de las casas es sinónimo de honestidad, prueba de que los huéspedes no tienen nada que esconder.