Óscar Mora está considerado el mejor florista del mundo. Sus clientes son los personajes más importantes, desde el gran Valentino a la diva Beyoncé. Habla de ellos con cariño y admiración, y es que todos han dejado que sus vidas fueran más bonitas gracias a su genialidad. Está pasando unos días de vacaciones en Mallorca invitado por sus amigos Francesco Venturi y Celia Forner, en cuyo jardín tomamos las fotos que ilustran esta entrevista.
¿Le puedo presentar como florista, simplemente?
–Obviamente es lo que soy. Llegué accidentalmente a la profesión cuando llegué a Nueva York tras la llegada al poder de Chávez. Me mudé apurado a Nueva York pero me fue bien casi desde el principio. Huí de la homofobia la verdad, sentí miedo. Soñaba con tener una boutique de flores, y nunca la tuve, tras haber trabajado de mesonero, florista para eventos etc., enseguida se dieron cuenta de que era bueno, así que empezaron a darme mayores responsabilidades. El ramo de la novia, por ejemplo, siempre me lo encargaban a mí. Y llegó mi gran momento.
El sueño americano…
–Algo así. Estaba haciendo el escaparate de la tienda de unos amigos, pasó un chico, paró y me dijo que le gustaba mucho lo que estaba haciendo. Me ofreció trabajar en una casa, y acepté. Cuando llegué a la casa me di cuenta de que estaba en la casa de Donatella Versace al ver la casa llena de medusas. Y sí, iba a trabajar para ella.
¿Cómo se enfrenta uno así de repente a esta gran dama de la moda?
–Fue encantadora, simpática, pero siempre había gente alrededor. Mucho protocolo. Pero ahí empecé yo a divertirme. Había una colección de beninis, jarrones de cristal maravillosos, un salón muy grande, todo sazonado con piezas del siglo XVIII. Mi primer cheque fue de 4.000 dólares, que invertí en el cambio de milenio invitando a mi familia.
Tras Donatella seguro que todo cambió…
–Así es. Tras ella llegó Valentino, y una vez comencé a hacer flores para ellos ya todo cambió. Era nombrarle y todas las puertas se abrieron. Oprah también apareció en mi vida, y es curioso, tanto Valentino como Oprah aman las rosas amarillas.
¿Qué pide un señor como Valentino?
–Es todo muy refinado, tanto para él como para Giancarlo, que se convirtió en mi cliente aparte. Hice sus casas, sus tiendas, sus almuerzos para las señoras que compraban alta costura y también hacía sus desfiles. Era y es una enorme responsabilidad.
Gracias a las flores habrá conocido a gente extraordinaria…
–Sí, tengo muy buenos clientes. Hay un cambio entre los que estaban y los que hoy están. Llevo 23 años y lo único que no cambia de Nueva York es que no para de cambiar. Hay que estar siempre al día.
¿Cómo ha de cuidarse una flor?
–Depende del tipo de flor. Si vienen empaquetadas y se trata de rosas significa que han pasado por la nevera. Hay que cortarlas al bies y ponerlas en agua tibia. Por alguna razón ellas absorben mejor el agua tibia.
¿Cuál es el arreglo top?
–Para Beyoncé he hecho muchos de mis favoritos. Comencé a trabajar para ella y su marido justo después de su boda. Hice su primera navidad. Ella disfruta mucho la Navidad, y llevo ya quince años haciéndosela y es magnífico ver como disfruta. Es arriesgada, moderna, cool.
¿Una flor puede cambiar una vida?
–Absolutamente, es algo para estudiar todavía, pero la belleza cambia todo. Recibir flores agrada a todos, cada una de ellas significa algo. Una composición floral cambia la vida, fíjese hasta qué punto, que lo más bello siempre me llega a través de ellas. Trabajo mucho para Tilda Swinton, y cada vez que le mando unas flores inmediatamente me manda una foto. Tilda es como la imaginamos, es un ángel y me bautizó a mi como su flower ángel, que es lo más bonito que me han dicho nunca. Es de una generosidad inmensa.
¿Cómo llegó a tantos?
–Tilda llegó a través de Rossy de Palma. A Rossy le debo mucho, pues me presentó a Tilda, a Celia Forner, todo grandes mujeres.
Nada fáciles de contentar… Son mujeres con mucho criterio.
–Mire, cuando la inauguración de la exposición de Marina Abramovic en la Horrach Moyá, Rossy le mandó unas flores que me había encargado. Marina me mandó de inmediato una foto con las flores y un mensaje que decía que yo era un artista de las flores. Imagine qué locura leer eso de la genio más genial. Cada vez que Pedro Almodóvar viene a Nueva York le mando rosas rojas, y alguna peonia. Hice la première de Madres Paralelas, y qué quiere que le diga, he de ser un buen relaciones públicas de mí mismo. En Nueva York se funciona a través del prestigio, y mi brand es mi nombre. Pasé por etapas, pero ellos, los grandes, me hacen sentir que estoy haciendo lo correcto. Tilda y su flower ángel me reafirmó.
¿Habiendo trabajado, y trabajando todavía, para los más grandes, siente dudas...?
–Sí, siento dudas. Mire, Beyoncé no tenía flores en su casa, antes la veía mucho, ahora solo dos veces al año en su casa de Los Ángeles para hacerle el árbol de Navidad. Cuando comencé a frecuentarla siempre le traía un ramito de regalo y le encantaba, también a su madre, que es una señora encantadora, pero nunca había dedicado su atención a las flores. Y de repente sintió algo que la hizo cambiar y comenzó a llenar su casa de flores diciendo que a las flores les gusta el arte, y viceversa. Una casa sin flores está triste y me alegro de haberla introducido en un mundo tan bonito como este.
¿Cuál es el error más común que cometemos los no profesionales?
–No cambiar el agua a diario, y no usar un truco que conté en el programa de Marta Stuart cuando me contrató, y funciona: poner un poco de desinfectante en el agua. No me lo podía creer, trabajar para una comunicadora tan grande.
¿Cuál ha sido su última gran alegría?
–El New York Festival tiene un evento cada año que se llama el Premio Chaplin, uno de los primeros en crear eventos para apoyar a estudiantes de arte dramático. Es de muchísimo prestigio. Es un acto muy cool, nada Hollywood, muy New York. Yo creo la decoración floral desde hace tres años, pero también participo en crear la imagen total. Allí pude conocer a otro de mis clientes, que no conocía en persona, Robert de Niro. Las flores unen. Mire, en Mallorca el jazmín es único, aprovéchenlo.