El hombre de las mil caras, el ladrón de almas. A Carlos Latre (Castellón, 1979) le han bautizado muchas veces, con él nunca basta un solo nombre. Los próximos días 11, 12, y 13 de marzo estrena su nuevo espectáculo One Man Show, en el Auditorium de Palma, «el de la Isla es un público termómetro, participativo, pero sin regalar la risa». El público se encontrará con más de 150 voces en un show siempre pendiente de la actualidad.
¿Cuesta más hacer reír en tiempos difíciles?
–Cuesta más porque parece que todo está lleno de nubarrones, pero la gente viene mucho más predispuesta, con ganas de reír y pasarlo bien. Eso es muy bonito.
Se cumplen 20 años de su primera gira teatral con Uno más uno no son dos y diez años de Yes We Spain. ¿Qué encontrará el público isleño en One Man Show?
–Pues tiene algo de aquella época. En Yes We Spain ya trabajé desde lo actoral, de qué forma podía hablar conmigo mismo y hacer personajes trabajados desde el cuerpo, la voz y el alma. Verán a un Carlos Latre más maduro, sabiendo más quién es; más canalla y loco que nunca.
¿Cuántas voces reúne su registro?
–Más o menos, 600 voces.
¿Cómo vive con todos esos personajes en la cabeza?
–Cuando preparas el show es un poco taladro. Me voy a dormir con todas las voces del show, del gag que tengo que mejorar, de la canción que debo aprender. Al despertar sigo con esa canción o ese personaje en la cabeza. Pero lo llevo bien, he aprendido a vivir con todas mis voces.
¿Es como ir en bicicleta?
–Sí, pero hay que repasarlos. Si tuviera que hacer un personaje de hace mucho tiempo, un José María García o Jesús Gil, tendría que volver a entrenarlos.
Afirma que la imitación perfecta dura 10 segundos.
–Dura diez segundos porque lo primero es la sorpresa, reconocer y comprobar la voz y decir: «Hostia, lo hace muy bien». Escuchan el chiste y se ríen. Ya está, ese es el éxito. Tener más técnica que nunca hace que pueda recrearme mejor.
Ninguno de sus imitados se ha ofendido, ¿cuál es la clave para no hacer escarnio de la parodia?
–La imitación puede ser muy cruel, puedes despellejar a una persona, pero es que, en mi caso, no es necesario. Los personajes te dan mucho más de lo que necesitas. La actualidad siempre supera a la ficción. Lo que estuvimos viendo anteayer entre Ayuso y Casado es inenarrable. ¡Gracias! Me dais el guión hecho.
¿No asusta un poco que todo sea tan parodiable?
–¡Qué va!, al contrario. Ahora mismo mi mayor y maravilloso problema es que tengo tanto material que debo descartar media hora de show.
¿Existe un tiempo de duelo entre la muerte de un personaje y volver a imitarlo?
–(Ríe) Claro. Existe la gente; si se acaba de morir la duquesa de Alba, que era infinitamente querida, y el mismo día la imitas, pensarán: «Pero hombre, un poco de respeto». Si pasa un mes y el cariño es real se asume como un homenaje. Y creo que es muy importante rememorar a los personajes del imaginario colectivo.
Su foniatra se sorprendió al observar los cambios físicos en su garganta durante la imitación. Ahora el catedrático en Neurología de la Universidad de Málaga, Marcelo Berthier, está investigando su cerebro, ¿cómo avanza ese estudio?
–Venimos ahora de Málaga y ha sido una locura. Imagíname metido en una resonancia magnética cerebral donde hago voces y canto durante una hora y media. Ven en tiempo real cómo el cerebro va cambiando, es alucinante.Me hicieron muchas pruebas, los resultados son prometedores.
¿Cuándo descubre el joven Carlos su talento?
–Soy imitador en defensa propia. Era un niño muy despierto, muy probablemente tenía déficit de atención. Mis padres no podían conmigo; hacía todas las trastadas posibles y estaba siempre castigado. Fue intuitivo; vi que con el humor no me castigaban.
Cuenta que le fascina observar a la gente, los lugares, ¿qué importancia tiene la capacidad de observación dentro de la imitación?
–Tengo visión de 360 grados. (Comienza a enumerar objetos y detalles de la sala). Eso es lo que yo tengo, un radar, mi principal virtud, porque la garganta es un músculo que puedes entrenar. Sirve para toda la vida y para la imitación es muy importante.
Para acabar, ¿podría recordar su anécdota con Dinio García?
–Dinio es maravilloso. Me llamó un día y dijo: «Carlos, te he quitado un trabajo. Te llamaron a ti para hacer de mi, pero eras muy caro y al final lo he hecho yo».
¿Y aquella en la que Dinio le hizo llamar a seis amigos suyos, uno tras otro, para enseñarles a ‘su imitador'?
–¡No me acordaba, hace como veinte años! Él estaba fascinado con su imitación, le encantaba. Como a Pocholo, que le flipaba que hiciese de él.