Cuando el cuerpo y la mente lo permiten, la juventud, más que un período vital, es un estado espiritual. Una vez se abre el telón y saltan a escena, los rasgos se difuminan, ocultos tras la máscara, que manifiesta mundos propios y ajenos, vividos y soñados. El Teatre Catalina Valls acoge las obras de once compañías teatrales diletantes de la Isla en la XVII Mostra de Teatre Aficionat Burball.
«La muestra pone en valor el teatro aficionado y le brinda un espacio en los teatros municipales. Este año nos hemos encontrado con ciertas dificultades a raíz de la pandemia y algunas agrupaciones no han podido ensayar en condiciones, pero deseábamos continuar con una muestra muy consolidada en Palma», declara el coordinador general de Cultura de Cort, Miquel Àngel Contreras.
En el abandonado escorxador Carma, en Pont d'Inca, ensaya la compañía Brots de Tardor, del Grup de Majors de Melià Hotels. «Somos una compañía especial, nuestra media de edad es de 76 años y casi todos llegamos al teatro tras la jubilación», explica Josep Miró, uno de los actores. «El teatro nos sirve como distracción, para tener algo en lo que pensar y no estar todo el día en el sofá viendo la tele. Es un gran ejercicio mental que nos ayuda a conservar la memoria».
«Esta es una disciplina en la que te relajas con facilidad y, ya que en casa mando poco, aquí aprovecho y ordeno el doble», afirma Esmeraldo Díaz, director de Totes ses families en tenen, una obra costumbrista de Magdalena Font sobre la pérdida de poder de un cacique mallorquín del siglo pasado, que se estrena el próximo nueve de octubre. «Les hago un traje a medida; llevo tres obras escritas, con 12 o 13 personajes para que todos salgan a escena», explica Font, maestra de escuela jubilada y amante de la dramaturgia que, a sus 73 años, puede pasarse la noche en vela escribiendo y retocando el guión. Aunque no aparezca en la función, el papel de Paquita Hernández resulta esencial. Como apuntadora del grupo, solventa los lapsus de memoria, aporta continuidad y seguridad a la obra, y da las entradas y las salidas, que el elenco recibe por auricular.
Para el director de Vostè Perdoni, Lluís Velasco, «el teatro sobrepasa la afición y el pasatiempo». La compañía fue fundada en 1995, en la actualidad ensaya en la sede de la Associació de Gent Gran del Camp Redó y ha participado en todos los ciclos de Burball. «El teatro es muy positivo para gente de cierta edad. Aprenderse una obra de casi dos horas no es nada sencillo. Es una activación mental regenerativa, un esfuerzo muy grande y un reto personal, aunque sea mayor, ¡puedo hacerlo!», afirma Velasco, que también es el autor de Una vetlada inoblidable, «una comedia crítica con las personas que trabajan en exceso», que el grupo representará el 15 de octubre.
Durante los ensayos, los intérpretes repasan el guión, ríen y se divierten; si algo les define es su indiscutible amor al arte. «Yo hago teatro desde hace tiempo. No me quedo apardalat viendo la tele, la cabeza sigue rodando y me ayuda a moverme», sostiene el actor Joan Martorell, que encarna al protagonista de la obra, un eterno aspirante al ascenso que se verá envuelto en una enrevesada situación.
«Aunque no sean profesionales, hay muchos aficionados con una gran capacidad interpretativa. Esta muestra es una oportunidad para demostrar su trabajo y su talento», afirma Margalida Filani, directora del grupo inquero Ballarugues y autora de Pere, què punyetes has fet!, obra que interpretaron el pasado 26 de septiembre.
De sus doce componentes, en esta ocasión solo han participado Biel Alomar, Maribel Laborda y la propia Filani, que cedió su casa como espacio de ensayo, «ya que en tiempo de pandemia no podíamos ensayar en Inca, y los tres somos de Palma». A sus 74 años, Alomar solo se arrepiente de no haber comenzado antes a actuar: «Empecé hace casi una década, ojalá lo hubiese hecho a los 18. Pero también es un peligro, muchos empiezan y pocos acaban. Al principio me ponía muy nervioso, casi temblaba; ahora ya me siento cómodo en el escenario, donde puedo desarrollar todo lo que he estudiado».
Socialización
Por su parte, Maribel Laborda subraya la vertiente social del teatro aficionado: «Llegué al teatro por casualidad, acompañando a mi marido. Disfruto con lo que hago, pero no lo vivo tanto. Lo que más me gusta es hacer amigos nuevos, con los que cambio impresiones, y que me saluden cuando se acaba la obra».
En un edificio contiguo a la parroquia de San Alonso, en Palma, ensaya la agrupación Ring Ring Teatre, el grupo del Teléfono de la Esperanza. «La muestra es interesante por aunar a las compañías aficionadas, en ocasiones un poco olvidadas. Que la gente haga teatro por amor al arte es muy importante, la cultura es vital, además de ser este un gran espacio de socialización», declara Raquel Rivero, directora del grupo y coautora de Llogam o okupam?, junto a Raúl Reinares, una obra que trata sobre un anciano que se ve en la tesitura de alquilar varias habitaciones de su casa y, en tono cómico, critica la necesidad económica de muchas personas. «El teatro me aporta muchísimo, rompo con la cotidianidad, vives vidas que no son la tuya, te da frescura y juventud y mucha actividad física y mental», comenta la actriz Maria Antonia Mateu.
«Dedicarse a esto por completo es muy difícil. La muestra nos da la oportunidad de darnos a conocer, además de conseguir un espacio, ya que resulta complicado que te cedan un teatro municipal», explica la actriz Miren Legorburu, autora de Hago Chass!, de la compañía FiguraT, una comedia con números musicales en la que se caricaturizan y giran los roles de género comunes en «las pelis americanas». «La obra ha tenido muy buena acogida, en octubre la llevamos a Menorca y mi sueño es interpetarla en Madrid», explica Legorburu, que se encargará de cerrar la muestra Burball el próximo 17 de octubre.