Michael Douglas recibe a Ultima Hora. Nos cita a mediodía en el hotel Valldemossa para que tengamos de fondo la Cartoixa y la Serra de Tramuntana, que tanto ama. En esta entrevista, casi un repaso de todas las áreas de su vida, se muestra más abierto y relajado que nunca. Se le nota feliz, en paz y con un magnífico aspecto físico. Atrás quedaron las preocupaciones y aunque no olvida, admite que aprende. Michael está en tregua con la vida y en paz consigo mismo.
¿No le da pena irse de Mallorca?
—Mucha. Llevamos aquí desde mayo; ha estado mi familia yendo y viniendo. Yo estoy trabajando en Gran Bretaña en el rodaje de la tercera parte de Ant Man. Han sido meses maravillosos pero hay que retomar la vida. Cuando llegó la pandemia, justo acabábamos de despedirnos de nuestros hijos. Mi hija estaba estudiando en un colegio en Suiza, nos estábamos preparando para el síndrome del nido vacío y entonces llegó la COVID-19, que nos obligó a reagruparnos y fue maravilloso. La pandemia nos ha unido muchísimo y estamos muy agradecidos de haber podido vivir todo este tiempo con nuestros hijos. Nuestros trabajos nos obligan a viajar mucho. Mire, cuando trabajo lo hago rodeado de 150 personas. Este tiempo en familia nos ha dado mucho.
¿Qué le hace feliz de verdad?
—Tener una mujer feliz a tu lado hace que la vida sea feliz. Me encanta regresar a Mallorca. Llevo viniendo más de 30 años y he aprendido con el tiempo que ‘Esposa feliz, vida feliz'. Catherine, mi esposa, es muy feliz aquí; más ahora que ya no compartimos la casa con mi primera mujer, Diandra. Ahora se siente mucho más cómoda. Está decorando la casa a su manera. Eso me hace feliz, verla feliz de verdad y aquí, en nuestra casa y con nuestros amigos.
Ha visto cambiar la Isla en 30 años…
—Sí y he visto pasar a muchos gobiernos, pero todos hemos cambiado. Hace 30 años habría matado a Pedro Prieto pero ahora nos llevamos fenomenal. Si releyera los primeros artículos que escribió sobre mí, vería que me odia, pero yo también a él. Hemos establecido una tregua. Es una metáfora pero está claro que estoy aquí porque es el sitio que más quiero en el mundo y creo que todos lo hemos entendido igual. Estoy en Mallorca para apoyarla.
¿Con qué se identifica de esta Isla que le ha cautivado?
—Con la Serra de Tramuntana. Esta parte de la Isla es lo que he trabajado para que se convirtiera en Patrimonio de la Humanidad. Hice la Costa Nord siguiendo la estela que dejó el archiduque Luis Salvador. Todo su mundo me inspiró. Sus paisajes y sus trabajos marcaron y marcan mi camino. Ahora estoy muy involucrado en la ONG Tramuntana 21, que lucha para que se mantengan los olivos milenarios en las fincas de la Serra. Queremos que en la Serra no se construya, que se mantenga tal cual está, que Deià siga siendo el pueblo que siempre ha sido. Preservar y ayudar.
¿Es Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas?
—Sí, y me ha servido para que la Serra sea patrimonio de todo el mundo. Esta ha sido y es mi gran labor. De Banyalbufar a Pollença, la Serra, al menos para mi, no ha cambiado mucho, pero no he de tratar con los problemas que tratan los gobiernos. Yo me enfoco en conservar esta parte patrimonial que tiene que ver con la historia y la belleza. Por supuesto que salgo de mi zona de confort, viajo por la Isla y conozco sus problemas.
Hubo un tiempo en que los mallorquines temían que se iría para siempre de la Isla.
—Sí, era muy incómodo compartir la casa de s'Estaca con mi exmujer, Diandra. Seis meses para cada uno no era algo agradable para nadie. Ahora que ya está todo arreglado y que la casa es cien por cien nuestra, de Catherine y mía, puedo decir que nunca me quise ir. Mis hijos seguirán viniendo y mis nietos y sus hijos. Estoy seguro que durante generaciones esta Isla será suya. Esta casa es de mi familia y lo seguirá siendo. A Cameron, Dylan y Carys les encanta. Mi hija habla perfectamente español.
¿Sabe que muchos mallorquines vivieron los problemas de Cameron con mucha preocupación?
—Lo sé y lo agradezco enormemente. Estamos hablando de adicción, que es lo que es. Diandra, Cameron y yo vivimos unos años muy complicados, afortunadamente ya superados. Se percibe la adicción como una debilidad pero es completamente otra cosa. Me he dado cuenta de que en Mallorca ha cambiado muchísimo el punto de vista de cómo tratar la adicción. Están mucho más abiertos a cómo tratar el tema, ya no es tabú como era antes. La enfermedad mental, las adicciones... Antes eran secretos de familia; hoy se habla en ellas y en la sociedad con absoluta normalidad, y eso me alegra.
¿Cómo superó ese momento tan complicado, tan al límite?
—Con una plegaria que siempre me repito que dice: ‘Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, la fuerza para cambiar las cosas que sí puedo cambiar y la sabiduría para saber la diferencia'.
¿Cómo se mantiene tan bien?
—Ja ja ja. Ya estoy casi en los 77 años y comienzo a preocuparme. En mi última película tuve que hacer una acción sin doble y me lesioné. Mis rodillas no son lo que eran. Son la alarma de que he de cuidarme mucho más físicamente. Pero no me puedo quejar de nada más. Estoy trabajando, me entran papeles que me gusta interpretar, mi esposa trabaja, estamos en un momento muy bueno de nuestra vida.
¿Cómo está Catherine?
—Está feliz, os manda a todos su amor. Esta camino de Nueva York preparándose para filmar como Morticia Adams en Rumania. ¡Imagínense!
¿Cómo ve su futuro?
—Quiero enfocarme en mi trabajo en la ONU porque me apasiona y EEUU es el peor enemigo de las Naciones Unidas y voy a intentar a hacer lo que yo pueda. Nuestro planeta es tan pequeño y tan precioso que hay que unirnos para cuidarlo. Hay que luchar para reducir las distancias entre los ricos y pobres, que cada vez es mayor, hay que trabajar unidos. Cada vez que regreso a Europa, soy más consciente de lo que los Estados cuidan a sus ciudadanos, algo que en EE UU no ocurre. Sin embargo, es un país que da oportunidades. Creo en el sueño americano; yo formo parte de él. Piense que soy el nieto de un trapero, soy hijo de una estrella de Hollywood y soy Michael Douglas, por esa razón creo que soy tan patriota.
¿Cómo se sobrevive y gana al ser hijo de una leyenda del cine?
—La gran ventaja de ser la segunda generación es que cuando llegas a la industria ya conoces lo que ocurre tras las cámaras. Creces viendo a tu padre ser una gran estrella de cine, pero también ves las partes menos bonitas. Haces callo, ves detrás de la cámara y todo lo que conlleva. La mayoría de actores llegan a Hollywood sin saber de qué va la industria, así que yo ya tenía eso ganado cuando empecé a actuar.
¿Porque tardó tanto? ¿Por miedo?
—Quería ser guionista y productor, actuar no me interesaba. Quería hacer obras buenas, comencé haciendo Las calles de San Francisco, 26 horas de grabación sin parar, ocho meses seguidos. Ciento cuatro horas de grabación intensas. Fue un gran éxito, lo dejé y todos me decían que estaba loco. Mi primer Oscar fue como productor; la televisión suponía un tabú. En el cine no me querían porque venía de la tele. Mi Oscar no contaba para nada. Yo quería ser diferente a mi padre; escogí roles de hombres sensibles. Con Atracción fatal y Wall Street, en 1985, fue cuando me sentí actor. Salí de la sombra de mi padre.
¿Qué hacen en Mallorca un día normal?
—Somos muy madrugadores, tomamos café, leemos la prensa, el Majorca Daily Bulletin lo primero, también la prensa internacional. Dedico al menos dos horas a leer las noticias. Después hacemos deporte. Algunos días vienen amigos a almorzar, hacemos la siesta y al despertar es cuando en Los Ángeles la gente ya se ha puesto a trabajar, así que puedo trabajar desde aquí con LA. Es cuando empieza mi trabajo. Nos encanta ir de excursión, salir en zodiac por la costa, ir a Cala Deià. El tiempo vuela. Catherine y yo nos miramos y nos preguntamos a dónde va nuestro tiempo cuando estamos aquí.
¿Qué hace su mujer de especial que no haga durante el año?
—Le encanta ir a Carrefour a comprar. Le encanta hacer cortinas con la ayuda de su madre, que era costurera. Ahora tenemos cortinas preciosas en casa. Aquí, en nuestra casa, nos sentimos muy protegidos.
¿Está satisfecho con su vida?
—No creo que nadie lo esté al cien por cien. Me gustaría hablar castellano pero no consigo hacerlo bien. Estoy entrando en una jubilación lenta, planteándome muchas cosas; quiero ayudar, quiero aportar.
¿Cómo ve el cine actual?
—Cambiado. Todo cambió con la entrada de lo digital, lo ha hecho más fácil. El streaming ha unido al cine con lo digital y es una gran evolución de la que formamos todos parte. Acabo de finalizar El método Kominsky, que me ha dado tantas satisfacciones. A través de Netflix hemos conseguido un éxito enorme. Me siento tan orgulloso de formar parte de este movimiento digital.
¿Qué pasará con las salas de cine?
—Esta es la pena. Serán algo minoritario y romántico, como ya lo son el teatro o la ópera, pero no morirán.