Que la globalización empuja al repostero a mecanizar sus procesos es un hecho. Cada vez existen menos hornos que apuesten por el método tradicional, el que asegura el sabor y el olor de siempre. El Horno San Antonio, uno de los últimos bastiones del sabor clásico, donde se podía degustar una ensaimada hecha, cocida y vendida entre sus cuatro paredes, bajó ayer la persiana definitivamente, evidenciando que lo artesanal corre serio peligro de extinción en la era digital. Fundado en 1936 por Jaume Alemany Salvà, este forn siempre se distinguió por su pan y ensaimadas cocidas en horno de leña, y era tal su fama que llegaron a abastecer a la Casa Real.
Tras unas décadas de regencia de Alemany, el comercio pasó a manos de sus hijas, Antonia y Joana María, que continuaron la actividad aferradas a las recetas antiguas del oficio, manteniendo de esta forma viva la cultura mallorquina. En 1988, el forn fue galardonado con el premio Empresa de Oro a la calidad y servicio, un reconocimiento internacional. El Horno San Antonio fue para los vecinos de la zona el punto de provisión diaria de pan y dulces, aunque también despachaba grandes cantidades de ensaimadas a los turistas, especialmente nacionales, que se las llevaban a casa en las tradicionales cajas octagonales de cartón. En los últimos años habían introducido la venta de otros productos locales como quesos, embutidos y herbes, también enfocados al turista. Ultima Hora se puso en contacto ayer con Joana Maria Alemany, quien eludió realizar declaraciones porque «hoy cerramos y no tengo ni un minuto para hablar».
La AVV Canamunt compartió este miércoles en Facebook que «hoy nos despedimos de las trabajadoras del Forn de Sant Antoni: Joana Maria y Antònia Alemany, Mercedes, Maria Antònia y Sandra. Este miércoles cierra por jubilación el horno después de 85 años haciendo las mejores ensaimadas del barrio y por esta razón quisimos despedirnos nombrándolas Filles Il·lustres de Canamunt».