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Pere de Son Gall, el inventor mallorquín que pudo cambiar la historia

El 'llucmajorer' luchó toda su vida por un sueño: ser pionero en el mundo de la aviación

Pere de Son Gall, en un retrato con su madre y hermana en la década de los años 20. | Fotos Antiguas de Mallorca

| Palma |

Si tener una idea es meritorio, acumular la fortaleza y las posibilidades reales de desarrollarla contra viento y marea es lo que realmente define a los pioneros y emprendedores. Pere Sastre Obrador, más conocido en su Llucmajor natal y en toda Mallorca como Pere de Son Gall, pudo ser un nombre mucho más conocido de haber prosperado su proyecto, el cometagiroavión, un artefacto volador en el que el autodidacta ingeniero balear trabajó largo tiempo, y que recuerda poderosamente al ingenio que Juan de La Cierva patentó con el nombre del autogiro, y que le reportó fama mundial. Hay quien está convencido de que el murciano tuvo acceso a los planos de Pere de Son Gall. Que el trabajo del isleño fue definitivo para que De la Cierva sacara adelante su labor, un artilugio que acabó por ser el germen de los modernos helicópteros, tal y como consta en los libros de Historia de todo el mundo. Pero, qué pasó realmente en el primer tercio del siglo XX con este inventor de Mallorca. Hoy conocemos más de cerca a Pere Sastre, el pionero que pudo inscribir en oro su nombre en el mundo de la aviación.

La historia oficial no deja lugar a la duda. El inventor del autogiro fue Juan de La Cierva y Codorniu, recientemente de actualidad por la decisión del Gobierno de no bautizar con su nombre el aeropuerto de Murcia, escudándose en que este pagó el avión que trasladó a Francisco Franco de Canarias al norte de África, propiciando así el golpe de estado del 36.

Sin embargo en Llucmajor no todos comparten la realidad de que el autogiro sea enteramente obra de De la Cierva. A él se le atribuye el hallazgo del rotor articulado que más tarde usarían los helicópteros, de modo que esta aeronave se puede considerar un antepasado de los mismos. Sorprendentemente, el trabajo del ingeniero murciano parece que no fue exclusivo, y alguien en Mallorca trabajaba a la vez sin descanso para llevar a buen término su proyecto.

Corría la década de los 20 del siglo pasado y en el Migjorn de Mallorca alguien realizaba extrañas probaturas. Los llucmajorers contaban con cierto excepticismo que plasma a la perfección esta entrada del popular blog Fotos Antiguas de Mallorca que un joven espabilado del pueblo había construido algo. Que entre sus diseños extravagantes destacaba uno: un aparato volador que podía despegar en vertical. Le puso de nombre uno no muy comercial: el cometagiroavión. Eran otros tiempos, en los que el marketing no tenía tanto peso.

Los sabedores de la historia de la aviación indican que, probablemente, el mallorquín no contara con recursos suficientes para llevar a cabo la construcción de su proyecto. De este modo contactaría con el Ministerio de la Guerra, con la idea de que este invirtiera dinero en su máquina, dadas las posibles utilidades militares que él mismo pensaba que el cometagiroavión podría desempeñar.

Juan de la Cierva y el autogiro con el que cruzó el Canal de la Mancha. Foto: Archivo.

Aquí entra en juego un hecho curioso, que para algunos justifica la teoría de la conspiración. El ministro de la Guerra de la época se llamaba Juan de La Cierva y Peñafiel. Curiosamente se patentó a su nombre un invento con un parecido más que razonable al de Pere de Son Gall. La versión oficial indica que el ministerio no apreció interés en los planos que el mallorquín les legó. Lo desestimaron, en parte, porque el balear no contaba con estudios especializados en la materia, y la historia quedó en ese punto.

Sin embargo, algunas fuentes apuntan a situaciones cuanto menos extrañas en la acción de patentar el autogiro, a pesar de que el proyecto no estaba lo suficientemente depurado, y en el momento de su registro no conseguía alzarse en vuelo. ¿Actuó Juan de La Cierva padre en este supuesto en beneficio de su hijo, facilitándole el trabajo del inventor mallorquín? No sería una enorme sorpresa, pues plagios de este estilo se han referenciado en muchos campos científicos.

El autor Sebastià Alzamora escribió una obra en homenaje a Pere de Son Gall. En la imagen, el escritor junto a una reproducción del ingenio en su Llucmajor natal. Foto: M.À.C.

Sin embargo, los historiadores hacen hincapié en puntos que hacen perder verosimilitud a esta posibilidad. Por ejemplo, constan pruebas de De la Cierva con su ingenio precedentes a la patente, de hasta tres años anteriores a la presentación de Pere de Son Gall ante el Ministerio. Además, que un proyecto llegue a un estamento burocrático como un ministerio, y siga todo el recorrido, filtros incluidos, y acceda a su último eslabón no es tan fácil como parece.

Por otro lado los detractores de Juan de La Cierva, que también los hay, aseguran tener constancia de testigos que vieron al ingeniero murciano trabajando con planos firmados por Pere de Son Gall. Incluso que en algún lugar de Llucmajor se guardan las cartas que cruzó el mallorquín con el por entonces ministro a cuenta de su trabajo. En cualquier caso, el de Pere Sastre Obrador no deja de ser un ejemplo inspirador de un hombre que puso todo su empeño en conseguir su sueño, aunque desafortunadamente no lograra su meta: diseñar un aparato de maquinaria mixta que no requiriese espacio para despegar.

Permitan finalizar estas líneas con un colofón diferente al acostumbrado. El que hace una década escribió Llorenç Capellà en este mismo medio de comunicación, y que repasa de forma magistral e ilustrativa la trayectoria vital de Pere de Son Gall.

En la Navidad de 1914 un joven Pere Sastre, que asistía a la escuela para adultos de Llucmajor, escribía, como trabajo de redacción, una carta a sus padres, en las que les pedía que le permitieran seguir estudiando porque "no quiero otra cosa". Pero su padre no lo consideró conveniente y Pere de Son Gall fue agricultor a la fuerza. Aún así se matriculó en el Instituto Politécnico de Sevilla y concluyó un curso de peritaje agrícola por correspondencia con un notable y nueve sobresalientes. Igualmente realizó un primer curso de piloto de aviación en la Escuela Internacional Libre de Estudios Superiores de València y superó las cuatro asignaturas (álgebra, aritmética, trigonometría y topografía) con nota de excelente. Fue en 1927. Luego no pudo continuar porque la economía familiar no lo permitía. Pero estas notas dejan constancia de su aptitud para el estudio. Sin embargo, vivió braceando en dirección contraria a la que le marcaba el destino. Su proyecto de helicóptero provocó escepticismo y alguna que otra burla. Sólo Margarita Leclerc -la feminista andaluza que vivió en Palma los años de la República- le apoyó decididamente desde las páginas del Concepción Arenal, un semanario (valga la redundancia) que se publicaba en s'Arenal. Pere Sastre construyó su helicóptero contra viento y marea. Pero estaba escrito que sólo iba a legarnos sueños rotos. El techo del hangar cedió y lo destrozó totalmente. Fue un día cualquiera. Él murió el 8 de diciembre de 1965.

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