La creadora y empresaria de origen indio Kavita Parmar inaugurará en junio unas jornadas dedicadas a la artesanía de más alto nivel, devenida en arte, que servirán para dar a conocer desde Palma a todo el mundo una forma de crear inmemorial que hunde sus raíces en la historia de la humanidad desde antes de que apareciera la escritura como tal. Como experta en moda, Kavita ha puesto en valor lo artesanal por encima de lo comercial, lo que perdura y se hereda por encima de lo que se usa y se tira.
¿Quién es Kavita Parmar?
–Soy una apátrida con el corazón en India sin estar atada tampoco a ningún lugar. He tenido mucha suerte y creo que en Madrid he encontrado mi lugar en el mundo. Nací en la India, viví en Inglaterra, después con la familia nos mudamos a Canadá y otra vez a la India, y después vuelta a Inglaterra para estudiar. Mi primer trabajo fue en la moda y viaje y viví en Hong Kong, Laos, Singapur, Camboya, otra vez India. Estuve seis años viajando por Asia, después me fui a San Francisco, Los Ángeles, Nueva York y finalmente Madrid, que es desde donde realizo mi trabajo y vivo feliz con mi marido. En verdad soy del mundo.
¿La Tierra es igual para todos?
–Siempre he sido una outsider pero en todas partes la gente es igual, lo seres humanos somos todos muy parecidos, nos importan las mismas cosas pero lo que es bello de este planeta es la diversidad y esa ha sido de manera inconsciente la base de mi educación. El primer trabajo que encontré fue en el mundo de la moda y así comencé a trabajar con artesanos. Fue increíble descubrir el mundo a través de sus artesanos.
¿Cuál es su trabajo en la actualidad?
–No es trabajo, es una gozada. Me he dedicado a trabajar con artesanos, primero en toda Asia. Como diseñadora aprendí mucho de ellos. Pude entender la trastienda de la moda y pude ver el efecto nocivo que tenía el fast fashion, la moda de usar y tirar, en los artesanos. El mundo artesanal es lento, de saborear, no de consumir.
La artesanía está hecha para que dure toda la vida.
–Efectivamente, es para que dure varias generaciones. Mire, vi el impacto que la moda rápida tiene en el medio ambiente porque estuve en pueblos maravillosos y regresé pocos años después y no se podía beber el agua de sus manantiales porque estaban ya contaminados por los tintes químicos que usaban. El movimiento de la Slow Fashion yo ya lo había vivido cuando llegué a España enamorada de un vasco.
El amor la trajo a este país...
–Sí, el hizo que vendiera mis negocios en India. Fíjese, trabaja en inteligencia artificial, con la más alta tecnología, y le ofrecieron un trabajo en España que no podía rechazar. Decidí tomarme un año sabático pero soy demasiado inquieta. Era 2001, y entonces creé mi propia marca de moda, ‘Raasta', que en indi significa ‘El camino'. En 2007 estábamos en más de 200 puntos de venta de lujo.
¿La artesanía ha de ser cara?
–Me gusta decir que no es cara si- no que vale mucho. Caro es cuando algo no vale lo que es. Yo producía con los mejores artesanos del planeta gracias a mis contactos anteriores y fabricaba todo en Italia, España y Portugal. Mi idea era dar un producto de altísima calidad. En 2008 nos quedamos con el mítico local madrileño de Sybilla y allí monté mi tienda. Era como una cocina abierta donde ofrecíamos una experiencia de compra diferente, porque ya veía que la venta online nos iba a comer a todos, como así ha sido. El lujo es ver el proceso de creación. La crisis llegó y fue muy gorda para todos y, como tantos de nuestra industria, sufrí mucho. Me decían que el futuro estaba en crear una marca más barata, y aunque estaba totalmente en contra, coincidió que tenía que regresar a la India para realizar los ritos por la muerte de mi madre. Hice ese viaje con la cabeza hecha un lío, y me cambió la vida.
¿De qué manera?
–Al llegar a casa de mi madre encontré un libro de Mahatma Gandhi llamado Mis experimentos con la verdad. Es la vida de Gandhi antes de convertirse en maestro de maestros. En ese libro descubrí que hay que hacer lo que tu corazón te dice. Le dije a mi marido que no quería hacer una ropa barata, quería llevar el proceso artesanal al mundo para que el mundo se vuelva a enamorar de la artesanía, porque la única cosa que nos va a sacar de la crisis será valorar la mano de obra humana en su justa medida.
¿Y cómo lo hizo?
–Cree una plataforma llamada IOU, que en inglés sus siglas significan ‘Te debo una', que estaba destinada a vender el trabajo de los artesanos a las marcas de lujo. Estaba convencida de que uniendo tecnología y moda, enseñando al consumidor todo el proceso que había detrás de una pieza, iba a cambiar los hábitos. Lo hice demasiado pronto. Era 2011, nadie me hizo caso. Como soy muy tozuda no me quedó otra que crear mi propia marca para sacarlo adelante, así que me fui a la India y trabajé con una cooperativa Cotex, que hace unos cuadros de Madrás que les fascinan a los americanos e ingleses. Fui y vi que todavía quedaban 250.000 tejedores en potencia. Estuve tres meses y documenté 253 tejedores, compré sus textiles, los traigo a Europa para convertirlos en ropa que vendo online y explico quién es el tejedor, quién lo ha cosido en España, Italia o Portugal, y tu como consumidor podías poner tu foto, así que el tejedor también podía saber quién había comprado su producto. Fue mágico.
¿Finalmente llegó a su destino?
–Empezó a funcionar el boca a boca. En ese momento empezaba a sonar la palabra sostenibilidad. Para vender había que ser ecológico. Pero no fue hasta el drama de 2014 en Bangladesh, cuando murieron cientos de personas en el incendio de un fábrica, cuando comenzó el movimiento ‘Fashion revolution', una ONG que se puso en contacto conmigo para usar mi slogan y hastag #quienhizomiropa. Mi marca finalmente se convirtió en un éxito, no por la cantidad de prendas vendidas, sino porque cuando el año pasado, cuando se celebró la semana de la ‘Fashion revolution', había sesenta millones de personas preguntando en Twitter quién había hecho su ropa.
¿Qué es para usted el éxito?
–Cambiar las mentes y hacerlas consumir de otra forma. La palabra artesanal esta muy de moda y se aplica a todo hasta el hastío. Nosotros estamos enfocados a la alta artesanía, la de los maestros. Fíjese, hay cosas que se ven en los tejidos que son códigos de origen inmemorial porque el ser humano aprendió antes a tejer que a escribir. La artesanía es un proceso de contar historias. En la artesanía está el alma. Esa es la génesis.
¿Por qué ha elegido Palma para el evento?
–Mallorca está muy a la vanguardia en sostenibilidad. En Can Balaguer y durante diez días habrá una exposición de textiles antiguos de todas las partes del mundo. Textiles que cuentan la historia de cada cultura. Los llamamos los antiguos textos. Paralelamente, haremos el mercado-galería en Es Baluard donde los artesanos-artistas podrán mostrar y vender su trabajo. Yo me dedico a la arqueología de la artesanía textil, así que lo que se verá en Mallorca será único.