Cecilia Maud Sand- berg nació en el seno de una privilegiada familia de Dinamarca muy cercana a la familia real de ese país. Lejos de llevar una vida como la que se esperaba de una señorita de su posición, eligió la independencia y una vida llena de experiencias que dan para escribir varios tomos de memorias que se llenarían de nombres importantísimos de la sociedad, la empresa y el arte. El destino, su olfato y un refinamiento sin parangón la convirtieron en una de las principales agentes inmobiliarias de Mallorca, donde ha realizado operaciones importantísimas. Madre de dos hijos habidos durante su relación con el pintor Joaquim Torrents Lladó, de quien fue mentora y al que abrió las puertas del gran mundo, es abuela de seis nietos. En la actualidad, está casada con el piloto Roberto Fernández y sigue ejerciendo su profesión con la misma pasión y generosidad con la que empezó una carrera que entonces pocos conocían.
¿En qué momento se encuentra?
— Esperando la vacuna y sin entender cómo en este país no se han puesto más sitios para vacunar. Intento salir lo indispensable de mi casa y cuando lo haga será para celebrar la vida y ojalá llegue el verano y que podamos hacer cenas como las de antes, será antológico, no veo el momento. Supongo que como todos.
¿Cuántos años lleva en Mallorca?
— Soy más mallorquina que danesa ya. Llegué de niña con mis padres, era una Isla maravillosa, más humana, pero es el mundo entero lo que ha cambiado. Mallorca era la Isla de la calma. Hoy la paz la encuentro dentro de mi y la busco en mi entorno.
Usted siempre ha vivido en entornos privilegiados donde la vida se ve y se vive de otra manera…
— Sí, supongo que sí. He sido muy protegida, mimada en algunos aspectos pero con unos padres muy exigentes en cuanto a educación. Me inculcaron desde pequeña la humildad y respeto a los demás como base para todo y eso me ha permitido tener una vida exitosa en cuanto a experiencias, en la que ha habido momentos buenos y malos, pero siempre he sabido salir adelante.
Una vida de trabajo, usted que fue educada para ser una señora ociosa en el seno de la alta sociedad…
— Siempre me gustó estudiar, trabajar, hacer cosas, moverme, aprender. Siempre he sido inquieta. Hablo siete idiomas debido a esa inquietud por el conocer. Desde muy joven entendí que no me bastaba ser una mujer ociosa. De jovencísima entré en política local en Dinamarca, siempre me ha interesado. Quise ser periodista y reportera de guerra pero mi padre no me dejó, y fíjese en mi sobrino Joaquín Prat y en lo que se ha convertido, en un número uno como lo fue mi cuñado Joaquín.
Su profesión de agente inmobiliaria requiere tener muy buena información.
— Sin duda, e información de calidad. A mi ahora me gusta trabajar con un equipo pequeño, tener un contacto directo con el posible cliente. Me he convertido en lo que se llama en nuestro argot el ‘Search Agent'. El cliente me contacta, me dice lo que quiere y yo hago el trabajo de buscar lo que necesita. El nivel de propiedades que yo generalmente muevo, interesa a clientes que no tienen mucho tiempo que perder ni tampoco ganas de dar explicaciones a personas que no conocen. Creo que mi ventaja es que sé lo que significa vivir en un cierto tipo de propiedad o en una casa grande, sé el tipo de necesidades que tiene una persona de un cierto nivel económico, cultural o con una posición social muy elevada.
En Mallorca hay personalidades que viven aquí gran parte del año y no lo sabemos…
— Sí, no quieren porque ya tienen suficiente presión en sus lugares de origen y lo que quieren es llegar aquí y que no les moleste nadie. Hay mucha gente de un nivel económico altísimo que cuando viene aquí no quiere ni tener servicio, quieren estar tranquilos y hacer una vida absolutamente tranquila. Los hay que tienen Mallorca como base para reunir a sus familias, que suelen estar repartidas por el mundo. No es que no participen de la vida local, disfrutan mucho de Mallorca, pero con discreción. Invierten fortunas en restaurar con rigor propiedades antiguas que salvan de la ruina más absoluta. Están ayudando a que se mantenga un patrimonio arquitectónico único.
¿De qué venta se siente más orgullosa?
— Probablemente una possessió, entre Esporles y Puigpunyent. Es un sitio espectacular, un valle cerrado en el que había una casa antigua que en los años 30 o 40 fue renovada por los antiguos dueños y no era un renovación muy lograda. Los nuevos dueños eligieron a Antonio Obrador para restaurarla y ha hecho una obra de arte. Debería ser un orgullo para Mallorca tener casas bonitas y propiciarlas. Solo el mantenimiento del campo y el bosque que hay alrededor para que no se produzcan incendios vale un mundo, pero algunos no quieren verlo.
Usted fue la primera agente inmobiliaria de lujo en Mallorca…
— No, fue Miguel Rigo, la Agencia Fernández, la primera que trataba con gente internacional. Yo llegué porque muchos de mis amigos de fuera me llamaban y me pedían que les ayudara a buscar una casa o finca. En esa época conocí a Christian Völkers y juntos abrimos su primera oficina en Mallorca. Fue en el año 1989.
Sus fiestas y las suyas son únicas, pasarán a la historia.
— Siempre me ha gustado recibir a la gente en mi casa y ver a la gente feliz. Yo nunca he organizado una fiesta para ser feliz yo, lo he hecho para hacer felices a los demás.
¿Cómo imagina la Mallorca de sus nietos?
— Tengo seis y solo una niña. Me gustaría que fuera un sitio de belleza natural, de paisajes de ensueño con un gobierno que entendiera de verdad el enorme potencial de esta Isla.