Aldo Comas es polifacético. Músico, empresario y ahora artista debutante en Palma. Casado con la actriz Macarena Gómez y padre de un niño, expone por primera vez en su vida en la Red Gallery coincidiendo con la Nit de l'Art y de la mano de Fiona Ferrer, que ha apostado por él desde que vio su obra en un encuentro casual el pasado verano. Antes de inaugurar y mientras montaba la exposición, posó para la fotógrafa Cristina Macaya y habló con Ultima Hora.
¿Cómo le presento?
–He hecho tantas cosas en mi vida que es difícil pero una vez dijeron de mi que era un hombre del renacimiento en la postmodernidad. Me gusta porque define muy bien lo que yo hago que es un poco de todo.
¿Qué le interesa?
–Soy un apasionado de la belleza en todas sus manifestaciones. Me apasiona volar, me apasiona hacer música, pintar. Cualquier cosa bella, puedo llorar con una frase escrita en un muro o con una pareja de ancianos paseando cogidos de la mano. Soy extremadamente sensible, lo llevo en los genes, para lo bueno y para lo malo. Con los años vas aprendiendo a canalizar tus instintos sensibles y que solo lo bello sea capaz de afectarte.
Usted se hizo muy conocido de golpe. ¿Recuerda ese momento?
–Fueron una suma de cosas, me vieron en la boda de unos amigos (se refiere a la boda en Gstaad de Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo), después con estolas de zorros en los Goya acompañando a mi mujer Macarena Gómez, llevar gafas cuando no toca... No fue algo premeditado, yo fui a la boda de un amigo de toda la vida y para la prensa española vernos allí fue una especie de shock. Tengo muy buena relación con la prensa.
¿Está fomentando el personaje?
–No, toda la vida he sido así. Al contrario, he tenido que ser más relajado e hiperbólico, un poco más dócil y sumiso al lenguaje de los medios de comunicación. Antes era mucho más punky, aunque sigo siendo un ser libre que busca la libertad en todos sus formatos, y la libertad implica no estar atado a ninguna concepción social de lo que se espera de uno. Para algunas cosas va muy bien y en cambio para otras puede ser muy irreverente. Macarena y yo tuvimos que aprender a defendernos juntos en cuanto nos convertimos en un pack.
¿A qué se refiere?
–Entendimos que era un nuevo producto que surgió y que teníamos que llevarlo de la mejor manera posible. Ella ya era muy conocida, yo no. Mi familia no es muy tradicional, la de Macarena sí. Nosotros somos gente de frontera.
¿A qué tipo de familia pertenece?
–Ayer mi abuela me estaba diciendo que le dijera al primer periodista, que es usted, que me entrevistara como pintor que tiene guardados en la caja fuerte dos fondos marinos pintados por mi cuando era un niño de cuatro años. Lleva desde que nací, treinta y cinco años, diciéndome que un día sería artista, de hecho los pinceles no los cogía, les tenía miedo porque sabía que en cuanto lo hiciera algo iba a pasar. Y la eclosión pasó cuando el confinamiento, un momento en el que todos nos tuvimos que replantear lo que estábamos haciendo. Cogí la brocha sin miedo y creo que ya nunca me voy a poder desprender de ella. Y gracias a Fiona Ferrer estoy aquí, inaugurando mi primera exposición. Mi abuelo por parte de madre era marchante de arte con todos los grandes latinos; Guayasamin, Oswaldo Viteri, Enrique Tabara. Lo único que heredé de mi madre fueron las litografías que hacía mi abuelo y sus retratos hechos por esos grandes.
¿Siente vértigo?
–Un poco, y respeto. No siento miedo a la crítica pues cada vez que te expones, sea a través de un post, un twit, un disco o un video clip, te expones a ella. Que me juzguen en el mundo del arte me puede llegar a dar igual pues es algo tan difuso... El arte se juzga desde el receptor, digo siempre que el arte es la democratización de la sinestesia, algo que todo el mundo puede sentir de una manera u otra.
Son malos tiempos para la cultura…
–Y sin embargo la hemos movilizado más que nunca durante el confinamiento. Qué hemos hecho si no, consumir cultura en forma de libros, periódicos, películas en casa. Es una gran válvula de escape. No sé si es necesario puesto que lo único que lo es de verdad es un vaso de leche y dos dátiles al día para sobrevivir, todo lo que viene después es vanidad.
¿Cómo convive con la vanidad?
–Macarena siempre cuenta en las entrevistas que yo tengo tres armarios y ella uno. Me encanta, tengo muchísima ropa, cuando falleció mi madre heredé toda su ropa y la uso toda, es una forma de mantenerla conmigo. Soy muy vanidoso pero gran parte de como soy es lo que me han inculcado a nivel moda tanto mi madre como mi abuela. Estamos en un momento muy chungo, muere o reinvéntate. No hay más.
¿Usted se reinventa o da un paso más?
–Quiero dedicarme al arte, a crear. Quiero vivir en el campo y ser productivo desde allí. Estamos asistiendo al nacimiento de un bebé que es mi obra, la que está en Palma. Lo he hecho por instinto y sin referentes, con garra. Pinto evocando memorias y momentos. Muchos de los cuadros que he hecho son ideas montadas a partir de algo que me llega o llegó al alma. Creo que cuanto menos hable un artista de su obra mejor porque es algo tan basado en el receptor que cuanto más habla más la caga. No quiero vender humo, menos en este momento tan bonito. Pintar es muy puro, muy primitivo, parte del instinto.
¿Qué artistas le llegan al alma?
–Dalí era nuestro vecino, somos de la Costa Brava y el Ampurdà de toda la vida. No pinto como Dalí aunque seguro que me ha influenciado y en muchas cosas me siento identificado con él.
Dalí inventó una nueva forma de comunicar a través de él mismo y ayudado por Gala. ¿Macarena es su Gala?
–Absolutamente, Macarena es mi Gala. Tiene un gran instinto para leer a la gente. Yo soy más tonto para la vida. Es la que me entiende, la que aguanta mis chorradas, la que me apoya y cree en mi. Es muy inteligente, a mi me da paz. El amor tiene que ser paz, solo eso.