A Marina Comes (Tarragona, 19…) –nunca dice su edad por cuestiones publicitarias– siempre le había apasionado el mundo de la fotografía. Tuvo su primera cámara a los 8 años y desde entonces ha retratado todo lo que su cerebro procesaba como una futura instantánea. Aplicada y muy buena estudiante, se licenció en Derecho, se especializó en la rama de Mercantil y entró a trabajar en una multinacional.
A la vez, continuaba cultivando su afición, muy relacionada con otra, la de viajar. «En 2015 abrí mi cuenta de Instagram animada por una compañera de trabajo porque decía que mis fotografías las tenía que ver más gente», cuenta desde una casa que ha alquilado en Artà, donde está pasando una semana de vacaciones.
Seguidores
Poco a poco, Marina comprobó cómo su colega tenía razón y sus seguidores aumentaban día a día. «En 2016 decidí tomarme unos meses de descanso y aproveché para viajar y fotografiar y así poder recopilar material». En apenas dos años pasó de unos cientos de seguidores a casi 100.000 (en la actualidad cuenta con casi 300.000) y al inicio de 2017 decidió dejar su trabajo –«mi jefa era insoportable»– y se lanzó a intentar vivir de las fotografías de sus viajes. «Se trató de una inversión porque al principio, lógicamente, nadie te contrata». Con una gran fe en sí misma, a Marina le empezaron a entrar contratos, primero de firmas de moda y estilo de vida y luego ya del sector turístico. «Lo bueno de las fotografías de viajes es que te suelen dar mucha libertad, en cambio en firmas de moda o complementos quieren que se vea mucho su producto».
El estilo profesional de Marina se basa en cuidar mucho las localizaciones y el predominio de los colores vivos, que suelen estar a juego con su vestuario. «A algunos no les gusta que salga en las fotos, pero a mí me parece que si estoy se produce una conexión más fuerte con el espectador y se puede imaginar a él mismo en ese lugar. Pero, a la vez, en muchas imágenes no se me ve la cara para mantener de esta forma más fácil el hecho de que ese espectador se pueda identificar más con el sitio».
Las instantáneas no son selfies. Entonces, ¿quién le hace las fotos?, se puede preguntar el lector. Y la respuesta sorprende: «No tengo a nadie fijo que me las haga. A veces ha sido mi marido, otras veces una amiga o mi madre, y si estoy sola, pues utilizo un disparador por bluetooth. Yo me encargo de buscar las localizaciones y el encuadre, y digo a mi acompañante cómo quiero la foto». Marina explica que le encanta su trabajo y no lo cambiaría por nada, «sobre todo por el trabajo de abogada en una multinacional», pero no es todo tan bonito como parece.
«Detrás de cada fotografía hay mucho trabajo». Casi todas las imágenes de Marina están realizadas con su teléfono móvil, pero tiene un contrato con Olympus y alguna vez ha usado una cámara profesional. «Mucha gente no se cree que mis fotos sean hechas con el teléfono, pero es que se pueden captar imágenes muy bonitas. De todas formas, es muy extraño que llegado a un nivel no se use la cámara. Debo de ser de las únicas», explica la que fue designada en 2019 por Forbes como una de las mejores Best Influencers en el apartado de viajes. «No sé exactamente en qué se ha traducido porque 2020 está siendo muy atípico, pero sí que me sirvió para echar la vista atrás y darme cuenta de que ha valido la pena todo lo que he conseguido desde que decidí dar un giro total a mi vida».
Un año difícil
Este 2020 empezó como un año lleno de viajes y proyectos, pero llegó el coronavirus. «Fue un parón total. Estuve tres meses en casa, en Madrid. Al principio me dio mucha impresión, pero reconozco que al final acabé disfrutando del confinamiento con esta vida tan pausada y diferente a la que he llevado en los últimos años».
A partir de junio, Marina ha podido retomar algunos encargos. «Otros se han dado definitivamente por perdidos. No ha sido fácil, pero por lo menos tenemos la seguridad de que mi marido continúa con su trabajo en una empresa de finanzas y eso nos da una cierta tranquilidad en el caso de que mi trabajo sufriera un parón tan brusco. De todas formas, estoy segura de que volveremos a viajar como antes y mientras tanto no está nada mal hacerlo por España, que es un lugar increíble». Asegura que tiene una especial predilección por Mallorca. «Todos los destinos del Mediterráneo me gustan y me siento conectada porque soy de Tarragona, pero en cuanto llego a Mallorca, desconecto al momento». Marina reconoce que recuerda más los viajes por las sensaciones que ha vivido en esos sitios que por la belleza de los paisajes en sí.
«Para vivir reconozco que soy urbanita total. Vivo en el centro. Pero en los viajes, lo que más me gusta son los lugares abiertos, esas carreteras interminables de EE UU o el desierto. Y en cuanto a viajes, fueron inolvidables mi luna de miel en Namibia y Botsuana, uno a Sudáfrica, el primer viaje a Marruecos, al que fui con mi hermana y me di cuenta de que no se puede viajar con prejuicios y, por último, Islandia, un lugar muy especial». Marina anima a todo el mundo a viajar. «No hace falta irse a la otra parte del mundo. En cada provincia hay lugares increíbles y Mallorca es un ejemplo perfecto».