El pasado 8 de marzo Raúl García, Mariana Garay y los hijos de ambos, Auka, de 3 años, y Nilo, de apenas siete meses, emprendían su aventura de dar la vuelta al mundo. Su primer destino fue Tailandia, adonde volaron con intención de pasar un mes, pero la pandemia de coronavirus ha hecho que este destino inicial se convirtiera también en el punto final del viaje. «Cuando salimos se hablaba del virus, pero en nuestro entorno estaban más preocupados porque nos fuéramos a Asia que por la situación en España».
A los pocos días, la situación cambió en España y al convertirse en uno de los principales focos esta familia se sintió un tanto señalada. «Estuvimos un día en Bangkok y después nos trasladamos a la isla de Koh Chang, pero a los pocos días nuestro hijo pequeño se puso con 40 de fiebre y tuvimos que regresar a Bangkok», explica Marina.
La familia había contratado un seguro médico y cuando fueron al hospital se encontraron con una situación de lo más desagradable. «España era uno de los focos más importantes del virus y como nosotros éramos españoles ni pudimos entrar en el hospital. Le tomaron la temperatura y le hicieron la prueba de la COVID-19 en la calle», señala Raúl. Todos tuvieron que estar aislados durante cinco días en un hotel. «Nos dijeron que el resultado estaría en dos días, pero tardaron cinco». Para tranquilidad de todos, el resultado dio negativo y la fiebre venía provocada por el típico virus que sufren los bebés.
Billete de vuelta
Raúl y Mariana lo pasaron tan mal esos días que incluso compraron un billete de vuelta para regresar a Mallorca, que al final no usaron y que tras no poco esfuerzo les fue cambiado por un voucher. La familia decidió entonces trasladarse a la isla de Phuket. «Alquilamos una casa que nos costaba unos 350 euros al mes y que estaba muy cerca de la playa». A los pocos días, Phuket, de un tamaño similar a Mallorca, se quedó casi sin turistas. «Apenas éramos 1.000, lo cual es nada», explica Raúl, a quien le sorprendió el poco tiempo que pasaba entre las órdenes gubernamentales y su ejecución. «Por ejemplo, cerraron el tráfico entre las provincias y sólo pasaron dos horas entre la decisión del Ejecutivo y su puesta en funcionamiento, lo que hizo que mucha gente se quedara sin posibilidades de regresar a su lugar de origen».
La pareja destaca la amabilidad del pueblo tailandés. «Continuamente nos preguntaban si queríamos comida o nos la ofrecían. Al ir con niños, no hacíamos cola en ningún lugar y siempre eran muy cariñosos con nuestros hijos. Y todos cumplían las medidas de protección», explican. El tiempo pasaba y al ver que las fronteras de los países cercanos no prevén abrir hasta octubre y que no había posibilidad de seguir viajando, decidieron regresar a casa el 1 de julio. Raúl y Mariana no saben si lo volverán a intentar, pero llevan el gen viajero en la sangre.