Desde aquí vaya nuestra felicitación a Jaume Santandreu por su 82 cumpleaños. Para celebrarlo, le pedimos a Ángel Cortés que le hiciera una tarta, acompañada de un par de ensaimadas, que le llevamos hasta Can Gazà. Como Jaume sigue confinado, la tarta y las ensaimadas se las dimos a Miguel Ángel, hombre de su confianza, para que se las hiciera llegar. Una vez en su poder, salió al balcón de Can Gazà para dar las gracias al repostero.
Le vimos bien, con el pelo más largo, pero su aspecto era bueno. «Muchas gracias por el detalle, entre todos daremos cuenta de la tarta y de las ensaimadas. ¿Que cómo estamos? Muy bien. Muy contentos porque le hemos ganado la batalla a la COVID-19, pues no ha habido ninguna baja y eso que todos, por la edad, o por la enfermedad, somos personas de riesgo alto».
«Debemos esperar para salir»
Y… pues ya que estábamos allí, él desde el balcón y nosotros desde abajo, de pie, frente a la puerta de la entrada, hilvanamos una conversación, pues, como decimos, aún no se atreve a bajar, ni a que nosotros subamos a donde está. Todo, repetimos, por precaución. «Porque si hemos llegado hasta aquí tras un largo camino de confinamiento, vamos a aguantar unas semanas más, y… pues que tampoco hay que ver mucho en la calle».
Nos dice que está feliz y, al mismo tiempo, cabreado. Indignado. Felicidad e indignación que diariamente la ha reflejado –y la sigue reflejando– en su blog a través de frases cortas, de cuatro o cinco líneas no más, englobadas en lo que ha dado en llamar Virusades, a través de las que se abre en canal, expresando lo que le dicta su corazón tras una profunda reflexión de lo que percibe a través de su sentidos.
Dos de sus Virusades
Y si por una parte ensalza a la Naturaleza, porque –según escribe– «cada cop més el coronavirus m'allunya de la gent –queda tan poca gent que sigui quelcom més que gent– i m'acosta a la naturalesa. Ara em sent més prop, més germà, més congènere, de la formiga que no de l'home», por otra manifiesta su decepción con la Humanidad, «sobre todo por el traro que ha tenido con los ancianos», dice. Porque, lean: «Ja estic fart que em tirin en cara, des de tots els indrets i racons, que pertany al grup dels vulnerables. Per si de cas la COVID-19 deixa algún vell viu, el matarà l'ona de calor. La qüestió és que desapareguem del mapa d'una puta vegada. Tanta nosa feim els pobres vells, Déu meu? Un ric mai no és vell. Només te anys».
«Sí, muy decepcionado me siento… Pero, es que por otra parte ya lo dio a entender la exdirectora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, hace un tiempo, cuando en su in forme se refirió a la relación entre el envejecimiento poblacional y la economía y… pues que los que más se han ido con esta pandemia han sido los viejos y, lo peor, que muchos han muerto en soledad, sin poder entrar en las clínicas. Han muerto como ratas. El 30 % de los viejos muertos en España, han muerto en residencias…. Lamentable, ¿no? Porque, aparte de seres que merecieron un mejor trato, no olvidemos que esos viejos a los que se llevó la COVID-19, prácticamente abandonados a su suerte, cuando fueron jóvenes, con esfuerzos y sacrificios, levantaron el país, viejos que en la crisis de 2008 acogieron a sus hijos que se quedaron sin trabajo y a sus nietos. Viejos que, mientras sus hijos van a trabajar, se encargan de cuidar a sus nietos, de llevarlos a la escuela y de irlos a buscar…»
Abre Marginalia
También está profundamente decepcionado con los políticos en general, «que ahora, más que nunca, se ha visto que han ido a salvar su culo y su paga, olvidándose de los que no tienen nada y de los mayores; sobre todo de los mayores pobres, puesto que los mayores ricos jamás son viejos. Por eso estoy encantado de haber sobrevivido, y de que hayan sobrevivido otros como yo, y de que no haya habido ninguna baja entre los sin techos que recogió el Ajuntament en Son Moix y Sant Ferrán, y el Consell en Son Pardo. Sí, feliz de que no haya muerto nadie de la calle. Y, lo mejor, que a muchos de ellos se les haya facilitado un techo».
Pero como la vida sigue, hay que seguir viviendo. Como sea. Y como Can Gazà vive en parte del dinero que entra a través de Margilania, el almacén de Can Valero, Jaume nos recuerda que este abre sus puertas a partir de hoy, eso sí, con mascarilla y las medidas sanitarias que la pandemia obliga a aplicar. «Pero yo no estaré, al menos los primeros días, pues, como digo, debo de medir mucho los pasos. No estoy infectado, ni lo he estado, pero al ser persona de riesgo, debo de andarme con cuidado».
«Puedo decir misa»
Jaume sigue perteneciendo a la Iglesia católica. Está, no secularizado, pero sí inactivo, lo que le permite, en determinados casos, decir misa. «En este aspecto soy como un músico viejo que toca la flauta solo para sus amigos. Te puedo decir una misa para ti, en cierto lugar que lo más probable no sea una iglesia. Lo digo porque un primo mío me dijo que un familiar suyo había muerto por coronavirus. Yo le propuse, si él quería, claro, que más adelante le podía hacer una misa. Él no solo me dijo que sí, sino que se lo comentó al párroco de su parroquia y este le contestó que ni hablar, que aquí no queremos ver a Santandreu ni en pintura. Bueno, pues llegado el momento, haremos esa misma en otro sitio. Porque ante Dios, lo de menos es el lugar, lo que importa es la fe».