La comunidad religiosa del Monasterio de Santa Magdalena pone su granito de arena en unos momentos sanitarios críticos por el coronavirus.
Así, unos días después del confinamiento las monjas empezaron a confeccionar mascarillas, que han distribuido, y continúan haciéndolo, a un hospital, un centro de salud, una farmacia y dos entidades de Iglesia que se cuidan de gente en riesgo de exclusión social.
La comunidad también distribuye a particulares que no encuentran material de protección en lugar, una gran parte personas de riesgo.