Quienes viven en Can Gazá están pasando la cuarentena completamente aislados. «Somos un grupo de riesgo, por tanto hemos de tomar todas las medidas que dispongamos –nos dice Jaume Santandreu desde la barrera que da acceso a la finca de dos hectáreas en la que emerge el caserón donde viven, con él, 22 personas– de lo contrario, como el bicho ese entrara aquí, sería un desastre».
Desde el 11 de marzo
De ahí que la puerta de hierro esté completamente cerrada, día y noche. Así que quien quiera entrar, que llame. Y mejor si llama antes por teléfono. «Porque todos los que suelen venir por aquí conocen nuestro teléfono», asegura. Al margen de las precauciones que toman, llevan bien el confinamiento. Lo que podía ser una especie de «gran hermano» (la convivencia obligada origina roces, lo que pueden dar lugar a enfrentamientos y discusiones...) queda en buena compañía. «No, todo lo contrario –dice Santandreu–, lo estamos llevando mejor de lo que imaginaba, porque tened en cuenta que somos un grupo de personas muy diversas, encerrados desde el día 11 de marzo, tres días antes de que se declarara el estado de alerta, viéndonos constantemente, lo cual, al ser una convivencia en no mucho espacio, a veces da lugar a discusiones. Pero aquí no ocurre nada de eso. ¿Que por qué? Pues porque tal vez todos, gran parte del día, estamos ocupados».
A los 22 residentes hay que añadir otras dos personas que están a su cuidado, Cati y Miguel Ángel. «Ellos son los únicos que entran y salen, y lo hacen para ir a buscar cualquier cosa que necesitemos. Por eso son las dos únicas personas que llevan mascarilla y guantes. Y es que, como digo, al ser un grupo de riesgo, hemos de ser muy estrictos en cuanto a medidas preventivas».
La ocupación entretiene
Se levantan sobre las 6,30 y desayunan y, a partir de ahí, cada uno se va a sus ocupaciones, unos a la cocina, otros con los animales, otros al huerto, otros a limpiar la casa... Nadie se queda con los brazos cruzados. Sobre las 9,15 h hay un descanso para berenar, a continuación trabajo hasta las 13,30, hora a la que comen; por la tarde cada uno hace sus cosas, se reúnen en asamblea, discuten temas del día, juegan a las cartas… Están entretenidos, en pocas palabras.
«Sí, porque esto viene a ser como una especie de convento. Cada uno tiene su cosas que hacer, incluso si quiere rezar, puede hacerlo. Y encima, vivir aquí, en pleno campo, es un lujo», apunta.
Jaume Santandreu es el encargado de la comida, junto con Juanito y Pepe, tarea en la que se ponen a diario pronto, pues tres días a la semana, además de para ellos han de hacerla para Zaqueo, y eso supone tener que elaborar comida para más de dos cientas personas.
Nos regimos por unas reglas
«Por aquí ha pasado mucha gente y muchos de ellos, al ver que rigen unas normas, no quieren cumplirlas y se van a la calle… o a Ca l'Ardiaca, que no sé qué es peor. Porque aquí, como digo, hay un orden y unas reglas, gracias a lo cual esto funciona, que si no… Pasa que ahora, los que se fueron, sabiendo lo bien que estarían aquí, a lo mejor se arrepienten de no haberse quedado».
Y mientras tanto, nadie abre la verja y sale, aunque sea a estirar las piernas por los alrededores. «No, nadie. Todos estamos dentro. Por lo que he dicho: somos un grupo de riesgo, porque lo que no quiero pensar qué pasaría si alguno de nosotros tuviera coronavirus». Una vez que han cenado, unos se quedan un rato a ver la tele, otros se retiran a su habitaciones, los hay que enseguida se van a dormir, porque, como hemos dicho, en Can Gazá cada uno tiene una tarea y a veces el cuerpo, tras la jornada, pide descanso, y más pensando que al día siguiente has de volver a tus ocupaciones.
Son Moix, Sant Ferran...
De todos modos –le decimos–, muchos de los sin techo que viven en la calle, ahora, a través del Ajuntament de Palma y del Consell de Mallorca, tienen tres cobijos donde aislarse, o cuando menos dormir por las noches: Son Moix, Sant Ferran y ek Hipódromo Son Pardo… «Sí, ya sé, y me parece muy bien que los hayan acogido ahí, pero, ¿sabes por qué lo han hecho? Pues para quitarse un peligro de la circulación. Sí, porque si los dejan en la calle pueden infectar a los demás ciudadanos. Porque, lo que son las cosas, eh, antes toda esa gente era un estorbo, por lo que las autoridades no les hacían caso, por tanto, cuanto cuanto más apartados y marginados estuvieran, mejor. Pero ahora, como son un peligro, pues pueden contagiar al resto de los ciudadanos... porque no sé hasta qué punto están controlados médicamente... Pues por eso, para que no contagien, los han acogido en tres lugares. Porque, cuando pase esto, ¿van a dejar que sigan viviendo ahí…? Además, si los sin techo han existido siempre, y Son Moix, Son Pardo y Sant Ferran están ahí desde hace años, ¿por qué no los acogieron antes del coronavirus? ¿Y los dejarán estar ahí una vez que pase el virus…?».