Un 34,9 % de los niños, niñas y adolescentes (de 8 a 16 años) en España tienen exceso de peso, de ellos un 20,7 % tienen sobrepeso y un 14,2 % obesidad, ha advertido el Comité Español del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), que ha elaborado un informe sobre la situación en España, junto con la Gasol Foundation.
La presentación de este informe coincide con la publicación del internacional, donde UNICEF alerta de que uno de cada tres niños menores de cinco años en el mundo no está recibiendo la alimentación adecuada para su buen desarrollo como adultos, así se observa una creciente «triple carga de malnutrición» a nivel mundial, con cada vez más niños desnutridos pero también obsesos.
Los datos nacionales son los últimos datos disponibles, recogidos este año dentro del estudio Pasos en 3.803 niños de toda España, que además muestran que el porcentaje de población infantil y adolescente con obesidad abdominal es del 23,8 % es prácticamente un 10 % superior al porcentaje de obesos según el IMC (14,2%).
No obstante, los investigadores -más de 50 pertenecientes a 13 centros de investigación repartidos por todo el territorio- alertan que en España se puede estar infradiagnósticando la epidemia de la obesidad infantil si solamente utilizamos como indicador el IMC. A su juicio, se evidencia la necesidad de incorporar la medición de la circunferencia de la cintura como un indiciador de la obesidad en la infancia.
En cualquier caso es un dato desalentador, si se tiene en cuenta que los niños españoles están por encima de la media europea que se sitúa aproximadamente sobre el 25 % con peso. Asimismo, el estudio PASOS ha evidenciado que la prevalencia de obesidad abdominal se ha incrementado en un 7,9 % en las dos últimas décadas.
Los datos también señalan la existencia de una asociación entre la pobreza relativa y las cifras de exceso de peso en España. Así, la prevalencia de exceso de peso es menor (31,9 %) entre los participantes que asisten a un centro educativo ubicado en una zona con un porcentaje de pobreza relativa inferior al 10 %.
Para el siguiente rango de pobreza relativa (entre el 10 % y el 15 %) la prevalencia es ligeramente superior (32,3 %), y la cifra va creciendo considerablemente a mayor porcentaje de pobreza relativa alcanzando el valor máximo (39,5 %) para los participantes que asisten a un centro educativo ubicado en una sección censal con un porcentaje de pobreza relativa de entre el 30 % y el 40 %.
Sin embargo, se observa una menor prevalencia de exceso de peso (34,2 %) entre los que asisten a un centro educativo con un porcentaje de pobreza relativa superior al 40 %, quebrando así la tendencia lineal creciente observada al estudiar la asociación entre la pobreza relativa y la prevalencia de exceso de peso.
Varias hipótesis se han formulado alrededor de este resultado, por ejemplo, probablemente se trata de población beneficiaria programas saludables como el de becas comedor o por el contrario que su situación económica de su familia bloquea el acceso incluso a los alimentos de comida basura que promueven la obesidad infantil.
Concretamente se estima la prevalencia de obesidad infantil según IMC y según obesidad abdominal para el grupo de participantes que asiste a una escuela ubicada en una sección censal con un porcentaje de pobreza relativa inferior al 20 % y el grupo con un porcentaje de pobreza relativa superior o igual al 20 %.
Como se puede observar tanto la prevalencia de obesidad según IMC (15,6%) como la de obesidad abdominal (25,6%) es superior en el grupo con un nivel de pobreza relativa mayor respecto al grupo con un nivel de pobreza relativa inferior, para el que la prevalencia de obesidad infantil según IMC es de un 13% y la de obesidad abdominal es de un 23,2%.
Por un lado, señalan los hábitos alimenticios. El problema es el actual sistema que favorece un entorno en el que los alimentos procesados y bebidas azucaradas estén permanentemente accesibles en casa, en el entorno educativo, en los espacios de ocio, en los comercios y en los restaurantes. Además, y en demasiadas ocasiones, a precios más asequibles ('calorías baratas') que los alimentos más sanos y nutritivos.
Aunque las cifras de ejercicio físico entre los niños y adolescentes en la última década parecen haberse incrementado aún están por debajo de la recomendaciones internacionales. Según el estudio PASOS de la Gasol Foundation, el 63,6 % de los niños y adolescentes no cumplen la recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 60 minutos al día de actividad física moderada o vigorosa.
El excesivo tiempo dedicado a las pantallas (TV, ordenadores, teléfonos y tabletas), junto con la escasa disponibilidad de espacios (por ejemplo, parques) e instalaciones deportivas adecuadas, seguras y accesibles, son factores que forman parte de ese entorno obesogénico. «Estas circunstancias se dan especialmente en las ciudades y para los niños y niñas con menor capacidad adquisitiva», alertan en el informe publicado este martes.
Otros factores relacionados con la obesidad infantil tiene también que ver con el peso de los progenitores, la posibilidad de ser un niño obeso cuando al menos uno de los progenitores es obeso es entre 3 y 4 veces mayor. Además de los posibles condicionantes genéticos o relacionados, la influencia más relevante son los hábitos alimentarios y los estilos de vida que se comparten en el hogar.
Por ejemplo, explica el documento, «los estilos parentales que establecen límites y a la vez son comunicativos con los hijos y establecen vínculos afectivos fuertes, están asociados a menores tasas de obesidad, al igual que las tasas de obesidad infantil son menores en las familias que hacen al menos una comida al día juntos».
«Son varios los planes y políticas públicas que, junto con la colaboración privada, pueden contribuir a la prevención (y en su caso, al tratamiento) del sobrepeso y la obesidad infantil», señalan en el informe.
En concreto, destacan que la prevención se construye desde las elecciones personales y el nivel familiar hasta la dimensión internacional, desde los hábitos de alimentación en casa o la realización de actividad física, hasta los sistemas de producción y comercialización de alimentos, pasando por las normativas nacionales e internacionales y la intervención desde los sistemas educativos, de salud o de protección social.
El estudio propone cinco áreas en las que trabajar. La primera es invertir en políticas de prevención de la obesidad infantil; la segunda, activar intervenciones comunitarias multinivel y multicomponente; le sigue, incrementar las horas y la calidad de la educación física; reforzar formación de los equipos de pediatría sobre la obesidad, y, por último, impulsar el plan nacional contra la obesidad infantil.