Algunos de los monólogos más celebrados del panorama humorístico nacional versan sobre la vida en Estados Unidos y su comparación con la de España. Goyo Jiménez (Melilla, 1970) aglutinó a principios de este siglo estos números en el espectáculo Iguantulivinamerica. Tres lustros después llega Iguantulivinamerica 2 al Trui Teatre en una doble función, este sábado a las 21.00 horas y este domingo a las 18.30 horas.
¿Por qué esta segunda parte?
—Demasiada gente me decía cuándo iba a volver a hablar sobre los americanos y lo cierto que me lo he tomado con calma, en parte porque me daba un poco de miedo volver sobre el asunto, por lo de que segundas partes no son buenas. Pero ésta ha salido mejor que la primera.
¿Ha tenido que ver la aparición en escena de Trump?
—La verdad que no mucho. Él no es más que el reflejo del tiempo en el que vivimos. Ellos tienen a Trump, pero los franceses tienen a Macron y en su momento a Sarkozy, y nosotros tenemos toda esa pléyade de políticos, que no son unas lumbreras.
En España existe el humor vasco, andaluz... e incluso usted defiende el humor manchego. ¿En Estados Unidos pasa igual?
—No sé si por estados, pero sí hay diferencias. Ellos se ríen mucho de los descendientes suecos que viven en las regiones de los Grandes Lagos y los inmigrantes polacos también son objeto de broma. Los ‘guays' de California o los ‘listos' de la Costa Este se meten con las personas que viven en los pueblos del interior del país.
¿De dónde le salen las ideas?
—De ‘espiar' a la gente, que es mi gran pasión.
Entre Woody Allen y Seinfeld, ¿con quién se queda?
—Es curioso, porque ambos son de la escuela judía. Seinfeld es divertido, pero Woody Allen es poéticamente divertido divertido. Es un genio.
¿Está mejor visto reírse de la derecha que de la izquierda?
—Depende de cómo piense uno, pero hace mucho que no sé qué es izquierda y qué derecha.
¿La risa es más rentable que el drama? Lo digo porque usted empezó en La Fura dels Baus o en obras de autores clásicos.
—Puede parecer que la risa está mejor pagada en el escenario, pero en premios el mundo de la comedia está menos valorado.
¿Se puede hacer humor de todo y de todos?
—Sí, si hace gracia. Pero la gente tiene pocas ganas de reírse. En el humor, como en el sexo, ambos deben tener ganas.
¿Qué humorista le gustaría ser y quién le gusta poco o nada?
—Diré uno fallecido, George Carlin, y le tengo manía a ratos a Adam Sandler.
¿Qué relación tiene con Mallorca?
—Sé que lo dicen todos los que vienen, pero me encanta. Mi playa preferida es s'Amarador y cuando voy a la Serra de Tramuntana siento que estoy en esa Europa de hace años de vida helénica.