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Juan Carlos Ortega: «Puigdemont se recortó el flequillo para no parecerse a mí»

El humorista Juan Carlos Ortega conversa con el redactor de Ultima Hora Jaime Moreda en el Palacio de Congresos de Palma. | Jaume Morey

| Palma |

Juan Carlos Ortega (Barcelona, 1968) es un humorista difícilmente clasificable. «Suelo utilizar a personas mayores porque me gusta contar historias de gente que ha tenido muchas vivencias». Colaborador de la Cadena Ser en varios espacios, en Late Motiv de Andreu Buenafuente en Movistar TV y columnista, es también un apasionado de la ciencia y la música. Este viernes estuvo en Palma como parte del espectáculo Canela fina que tuvo lugar en el Palacio de Congresos.

Nació el mismo día y casi a la misma hora que Alejandro Sanz.
—Sí, yo sabía que él había nacido el 18 de diciembre de 1968 y una vez en Cuatro hicimos un gag donde se decía que nos habían cambiado en la incubadora y que él era Juan Carlos Ortega y yo Alejandro Sanz. Sacamos los DNI y todo. Yo nací tres horas antes.

¿Su primer recuerdo radiofónico?
—Oír a Luis del Olmo en la radio que tenía mi madre. Siempre quise parecerme a él y aún tengo una espina clavada. También recuerdo escuchar a Jesús Quintero antes de ser El loco de la colina en un programa que se llamaba El hombre de la roulotte, donde recorría España en este medio de transporte entrevistando a gente curiosa.

Me extraña que no sea persona ‘non grata' en Mallorca tras haber roto una escultura de Ramon Llull.
—Joder, eso pasó hace mucho tiempo. Después de una comida con una amiga en la que bebimos más de la cuenta nos dio por entrar en el Museo de Cera. Para que ella me tapara, hicimos como que nos besábamos delante de la figura y le arranqué un dedo que acabó en el carro de la compra de una señora. Era joven y me arrepiento muchísimo.

¿Qué humoristas le gustan?
—Arturo González Campos y ‘El Monaguillo'. Tenían un programa en Onda Cero que se llamaba La Parroquia, que nunca lo oí cuando lo emitían, pero sí ahora gracias a los podcast. Cada noche disfruto dos horas escuchándoles.

Gracias a los podcast tiene cada vez más seguidores.
—Sí, es cierto, pero a veces me molesta que el archivo se recorte y sea sólo una parte de un gag. Es como si el archivo de una canción sólo contiene el estribillo.

Es un hombre de radio, pero ahora lo compagina con la televisión.
—Sí, pero me gusta mucho más la radio. Es mi medio, la conozco mucho más, sus trucos...

Usted, que odia el conflicto, ¿cómo lleva lo que está pasando en Catalunya?
—Muy mal. Es como una serie de televisión que ya ha perdido todo el interés y la gracia. Al principio enganchaba ver lo que pasaba en el Parlament, Puigdemont que se va, pero ahora todo es patético.

¿Cómo se siente cuando oye a Puigdemont?
—Me siento muy español. Y cuando oigo a Rajoy no me cambia el sentimiento. Además, debo de ser el único humorista monárquico que hay. El rey Felipe VI me cae muy bien, mucho mejor que su padre. De todas formas, tengo amigos independentistas que me quieren igual.

Volviendo a Luis del Olmo, él, que vivía en Barcelona, negó que hubiera problemas con el castellano en Catalunya.
—Es que lo que decía era verdad. Yo he trabajado en todas las radios catalanas e incluso en RAC1, que ahora es la emisora símbolo del independentismo, siempre he hablado en castellano y nunca he tenido ningún problema. Durante un tiempo hice algo en catalán, pero luego volví a cambiar.

Su flequillo recuerda al de Puigdemont.
—(Risas). Él se lo recortó para no parecerse a mí, tan español.

¿Cómo sienta que le premien con un Ondas por toda una trayectoria cuando se tiene menos de 50 años?
—Pues muy bien, mucho mejor que si me lo hubieran dado con 80. De todas formas, debió haber algo raro en ese jurado. Otro diferente seguro que no me hubiera premiado.

A usted le encanta la ciencia y es humorista. ¿Ha pasado unos días malos con la muerte de Forges y Stephen Hawking?
—He sentido más el fallecimiento de Forges. Siempre he pensado que si no hubiera tenido su enfermedad, Hawking hubiera pasado más desapercibido. Pero ahora no lo creo, era un gran científico y de eso escribo en un artículo que se publicará el domingo en El Periódico. De todas formas, Hawking quería ser Einstein y no lo era. Einstein es Messi y Hawking...Iniesta.

Por cierto, ¿qué tal cocina?
—Fatal. No tengo paciencia. Cuando ceno con mi hijo le llevo fuera o le hago algo básico como una tortilla o espaguetis.

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