El primer ministro británico, Tony Blair, aceptó ayer su responsabilidad por los errores cometidos de «buena fe» en el uso de los datos de inteligencia sobre Irak, una vez que el informe Butler le exoneró de cualquier intento de manipulación.
Blair volvió a salvar los muebles tras divulgarse un nuevo informe sobre el espionaje de Irak, que denuncia «serios» fallos de los servicios secretos, pero se guarda de acusar a nadie y afirma que el primer ministro nunca quiso engañar «de forma deliberada».
El llamado informe Butler concluyó que el régimen de Sadam Husein «no tenía reservas significativas de armas químicas o biológicas listas para ser desplegadas o planes de usarlas», razón aducida por Blair para llevar a su país a la guerra.
«Tengo que aceptarlo: a medida que han pasado los meses, parece cada vez más claro que en el momento de la invasión Sadam no tenía arsenales de armas químicas o biológicas listos para ser usadas», admitió el propio Blair poco después ante la Cámara de los Comunes.
Los conservadores cuestionaron la credibilidad de Blair mientras los liberal demócratas denunciaron los límites impuestos a lord Butler, decididos por el propio Gobierno cuando, hace cinco meses, ordenó esa investigación, en la que no ha participado la oposición.
Lord Butler fue conminado a reunir datos sobre cómo se recopiló la información de inteligencia, así como la evaluación y el uso dado por el Gobierno, pero el mandato impedía que ofreciese conclusiones sobre la actuación política o los motivos de la guerra de Irak. El informe señala que el polémico dossier de septiembre de 2002 que indicaba que Irak podía usar armas de destrucción masiva en 45 minutos fueron errores «colectivos» y no achacables a una persona concreta.