El ayuntamiento de Londres empezó ayer con buen pie su atrevido y polémico experimento para aliviar el tráfico: cobrar cinco libras (siete euros y medio) a todo conductor que quiera circular por el centro los días laborables.
Aunque se temía una jornada de caos, lo cierto es que el sistema arrancó sin grandes problemas debido, fundamentalmente, a que hoy empieza una semana de vacaciones escolares y a que -para variar- no llueve.
El pago de este impuesto municipal es obligatorio para todo vehículo que quiera entrar, de lunes a viernes, en una zona acotada de unos veinte kilómetros cuadrados entre las siete de la mañana y las seis y media de la tarde.
Los automovilistas que conducen a diario por el centro llegan a 250.000, buena parte de los cuales son contribuyentes potenciales a pagar esta nueva tasa, que no es aplicable los fines de semana y que pretende reducir hasta un 15 por ciento el número de vehículos que circulan por la zona acotada.
Están exentos del pago los vehículos de ciudadanos minusválidos; los eléctricos o los que combinan la electricidad con la gasolina; los de dos ruedas (escúters, ciclomotores o motos), así como los automóviles que se usan para servicios públicos (taxis, ambulancias, policía, Fuerzas Armadas, etc.).
Por lo que se refiere a los residentes en la zona de pago, éstos sólo pagan un diez por ciento de la tarifa. El control se hace mediante unas ochocientas cámaras fotográficas que están situadas en más de doscientas intersecciones de la zona de pago y que registran la matrícula de cada vehículo que entre. Montar todo el sistema ha costado más de 300 millones de euros. El Ayuntamiento calcula que, descontando costes de mantenimiento, ingresará, limpios, unos 200 millones de euros que serán destinados a mejorar el transporte público de la ciudad.