Los inmigrantes en el Reino Unido que aspiren a la nacionalidad británica tendrán que demostrar que hablan inglés y que saben cómo funciona este país, anunció ayer el ministro del Interior, David Blunkett, en la Cámara de los Comunes. La reforma es la mayor sacudida a las leyes de inmigración de este país y pretende hacer más efectivo el proceso de concesión de asilo.
Según Blunkett, las medidas pretenden crear un país «abierto a la capacidad de los individuos y a la empresa, pero no a la explotación» y recalcó la necesidad de atajar el problema de la entrada y trabajo ilegal en el país. Entre las principales innovaciones se encuentra el establecimiento de un examen sobre temas de ciudadanía a los aspirantes a nacionalizarse británicos, que deberán también prestar un juramento de lealtad a la Corona en una ceremonia similar a la que se celebra en Estados Unidos.
También se propone acelerar el proceso de tramitación de las solicitudes de asilo y crear un sistema, similar al estadounidense, de «tarjetas verdes» para los trabajadores procedentes del extranjero. En paralelo, se endurecen las penas imponibles a quienes introduzcan a inmigrantes ilegales en el país. Igualmente, se introducen medidas para luchar contra los matrimonios falsos, contraídos únicamente para permitir a uno de los esposos permanecer en el Reino Unido y que, según cálculos de Interior alcanzan los 10.000 anuales.