La única solución duradera al hambre es conseguir que las comunidades rurales de los países más pobres prescindan de la ayuda alimentaria, incrementando su propia producción para lograr la autosuficiencia alimentaria primero y la comercialización de alimentos después. Así lo aseguró ayer el director general de la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación, Jacques Diouf, ante los representantes de los 183 Estados Miembros de la Organización reunidos en la sede de la organización en Roma. Diouf recordó que el número de personas subalimentadas en el mundo asciende a 815 millones, de los que 777 millones viven en los países en desarrollo, 27 millones en los países en transición y 11 millones en los países industrializados».
El máximo dirigente de la FAO aseguró además que la tasa media anual de disminución del número de personas subalimentadas en los países en desarrollo es «ampliamente insuficiente», ya que esta tasa, según las estimaciones de la organización, no ha superado los 6 millones por año en la década de los años 90. En ese sentido, apuntó que para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la alimentación de 1996, de reducir a la mitad el número de las personas subalimentadas para el año 2015, haría falta conseguir una reducción anual de 22 millones de personas. «Al ritmo actual, harían falta más de 60 años para alcanzar el objetivo fijado para 2015», lamentó Diouf.
Dentro ya de las soluciones a este problema, Jacques Diouf aseguró que para luchar eficazmente contra el hambre y la pobreza hace falta «combatir en dos frentes». En primer lugar, y en caso de crisis, la ayuda alimentaria se hace imprescindible, «pero la única solución duradera es la que consiste en ayudar a las comunidades rurales a prescindir de la ayuda alimentaria, incrementando su propia producción para conseguir la autosuficiencia alimentaria primero y la comercialización de alimentos después», advirtió el director general de la FAO.
A propósito de ello, Diouf ha recordado que el Programa Especial para la Seguridad Alimentaria (PESA), que él mismo lanzó en los países de baja renta y con déficit alimentario al día siguiente de su elección al frente de la FAO en 1993, continúa desarrollándose en 95 países. Gracias a este programa, los campesinos han adoptado tecnologías sencillas y de bajo costo, con lo que los rendimientos de sus cultivos y, en consecuencia, sus ingresos han mejorado de forma bastante sustancial.