Después de casi una década sin poder apreciar en su totalidad este fenómeno astronómico debido al polvo atmosférico desprendido por la última erupción del volcán Pinatubo (Filipinas) en 1991, a las 4:01 horas la Tierra comenzó a interponerse entre la Luna y el Sol, dejando en la penumbra total al satélite terrestre a las 5:04 minutos. A pesar de que el interés científico es reducido, según el Observatorio Astronómico Nacional, «es para disfrutarlo, y ha despertado un gran interés entre los aficionados a la astronomía».
En Madrid, los miembros de la Agrupación Astronómica de Madrid se reunieron en distintos puntos para contemplar el eclipse, que según explicó José Gómez Castaño, especialista en Ocultamientos de esta agrupación, «fue fantástico, ya que podían apreciarse perfectamente las sombras y el volumen al satélite terrestre a pesar de que estaba bajo en el horizonte». A las buenas condiciones atmosféricas acompañó el buen tiempo, por lo que «la calidad del cielo se convirtió en el mejor aliado del aficionado para observar este eclipse», señaló Gómez Castaño. Los aficionados de la agrupación de Madrid cronometraron el tiempo en que las sombras oscurecen cada cráter lunar para medir el tamaño de cada uno de ellos. En Cuenca, decenas de aficionados se acercaron al Museo de Ciencias de Castilla-La Mancha, que permaneció abierto toda la noche, para ver el eclipse desde los dos telescopios instalados por los responsables del museo.