A sus 90 años, Llorenç Pons Ramon no pierde la esperanza de poder recuperar los restos de su padre y que se haga justicia contra la barbarie que acabó con su vida en el contexto de la represión franquista que tantas vidas truncó en Mallorca tras la Guerra Civil. Este sábado, el Ajuntament de Lloseta y Memòria de Mallorca han hecho un homenaje a Joan Pons Alomar, nacido en Campanet en 1901, vecino de Lloseta por matrimonio, y fusilado por falangistas en el cementerio de Porreres en 1937. Tenía 36 años y dejaba esposa y un niño de tres años, que hoy tras casi un siglo de vida esperando justicia, ha descubierto una placa en su memoria y en la de todos los llosetins que fueron represaliados de una u otra manera en aquellos oscuros años.
Junto a Llorenç estaba su hija, Jerònia Pons Pons, historiadora y profesora de la Universidad de Sevilla, que ha colaborado activamente con la investigación de cómo fue la vida de su familia antes y después de que su abuelo fuera detenido, encarcelado y «desapareciera» unos meses después. En una emotiva intervención con uno de los pocos retratos que Joan Pons Alomar tuvo tiempo de hacerse con su pequeño hijo como telón de fondo, ha relatado cómo su abuela, igual que muchas mujeres de la época, no fueron consideradas viudas al no reconocer las autoriades los fusilamientos cometidos en las "tretes" de la prisión de Can Mir.
La presidenta de Memòria de Mallorca, Maria Antònia Oliver, ha recordado en su intervención a las esposas de los represaliados. «No tuvieron ningún derecho al no ser reconocidas como viudas, tuvieron que trabajar duro para sacar adelante a sus hijos y resistir, aún sabiendo que en muchos casos, los asesinos de sus maridos eran vecinos con los que se cruzaban en la calle».
Joan Pons Alomar era funcionario. Había estudiado en los Blauets de Lluc y en Barcelona, y fue secretario del juzgado de paz, primero en Maria de la Salut, luego en Lloseta, pueblo en el que formó una familia al casarse con Jerònia Ramon Ramon, y finalmente fue destinado a Selva, donde fue detenido junto con Pere Garau Sampol el 18 de agosto de 1936, dos días después del desembarco de Bayo.
«La comandancia militar de Inca no halló delitos de los que acusarle y sobreseyó la causa, entonces lo pusieron en manos del gobernador civil, que era Mateu Torres Bestard, y lo llevaron a Can Mir; pidieron un certificado de conducta y fue acusado de extremista y peligroso, pero solo era un hombre de letras que defendía los ideales de la II República, de democracia y prosperidad social», ha explicado Jerònia Pons,su nieta. Ante un público emocionado, ha reiterado lo importante que ha sido para su padre durante su longeva vida, y para toda la familia, «recuperar los restos pero también la memoria de mi abuelo; agradezco mucho este reconocimiento, que llega muy tarde para las familias porque algunos ya no han podido vivir para verlo; debería hacerse para las familias de todos los represaliados políticos de aquellos años».
En el transcurso del homenaje se ha proyectado un vídeo realizado por el concejal de Lloseta Javier González, quien ha presentado el acto, y la historiadora, sobre la figura de Joan Pons Alomar. Maria Antònia Oliver y el historiador Bartomeu Garí han contextualizado históricamente los hechos acontecidos en los años de represión. Sandra Gómez ha desglosado el contexto histórico de Lloseta en particular y los represaliados del entonces pueblo de mineros y trabajadores del calzado, en nombre de la Associació Mestra Maria Morro, que precisamente lleva el nombre de una de las maestras que fueron depuradas por el franquismo.
Uno de los momentos más emotivos ha sido, tras el cierre a cargo de la alcaldesa, Angelina Pérez, cuando el hijo del homenajeado ha descubierto una placa en memoria de Joan Pons Alomar y de todos los represaliados del pueblo en la fachada del Ajuntament de Lloseta, mientras el Himno de Riego sonaba interpretado por los xeremiers. Llorenç Pons Ramon no ha logrado aún recuperar al padre que le fue arrebatado a tan temprana edad, pero ha visto, junto con su esposa e hijos, colmada su perseverancia por recuperar su memoria del olvido.