Hace cerca de mil años, cuando el cambio climático quedaba todavía lejos, la posidonia empezaba su particular trabajo para mantener el carbono en el sedimento. Lo hacía en praderas submarinas ubicadas en las costas de lo que hoy son zonas calvianeras de enorme presión humana como Illetes o Portals. Hasta allí se desplazaron ayer dos científicos y otros dos estudiantes del CSIC de Blanes, que se sumergieron para extraer los llamados testigos de sedimento, y poder de esta forma datar tanto la edad de la posidonia como la cantidad de carbono que es capaz de retener.
Aunque hasta dentro de un par de meses no se conocerán con precisión los resultados del estudio, el responsable del equipo investigador, Miguel Ángel Mateo, sí se aventura a fijar en un milenio la edad de unas praderas cuyos beneficios enumera Raquel Vaquer, coordinadora del informe Mar Balear en la Fundación Marilles.
«Oxigenan las aguas, retienen carbono, sirven como zona de refugio para múltiples especies submarinas y previenen la erosión de las playas», subraya la investigadora, que define las praderas como «monumentos naturales» que requieren de la «máxima protección posible».
En las próximas semanas, además de datar con exactitud el origen de las praderas, se podrá conocer cuál es la acumulación de contaminantes que estas plantas soportan en dos áreas especialmente delicadas por la gran circulación y fondeo de embarcaciones recreativas.