La Part Forana vivió este domingo una festividad de Todos los Santos tranquila y ordenada. En todos los pueblos y ciudades la tónica general ha sido la misma: mucha anticipación y escalonamiento en las visitas.
Ya desde el jueves los dispositivos estuvieron montados a la puerta de las camposantos. Todos los ayuntamientos coincidieron en pedir a sus vecinos que las visitas se anticiparan y no se concentraran en los días de máxima afluencia tradicional, el 31 y el 1, especialmente por coincidir estos con el fin de semana.
En Inca, el jueves ya se registró la visita de más de 1.600 personas, continuando constantes esas cifras hasta este domingo, que fue un 1 de noviembre inusitadamente tranquilo. La mayoría de las tumbas y nichos ya lucían flores nuevas a media mañana de ayer, que las familias habían depositado en los días previos. Varios puestos de venta de estas flores en la entrada funcionaban a medio gas. En uno de ellos la florista Catiana Cachinero atendía a una escasa clientela, inferior a la de otros años. «Ni siquiera en años de lluvia torrencial habíamos vendido tan poco», sentenció. La entrada de los visitantes se realizaba por tres puertas, en las que se tomaba nota de nombres y teléfonos y se controlaba el aforo, que ayer rondó las 2.000 personas.
En los dos accesos al cementerio de Manacor agentes de seguridad privada pedían el DNI y un número de teléfono a los visitantes. También se obligaba a limpiarse las manos con gel hidroalcohólico. A las diez de la mañana habían pasado los controles unas 200 personas. El goteo de visitantes fue continuo, pero controlado en todo momento y con tiempos breves de permanencia. La habitual zona de aparcamiento estaba a medio llenar y unos terrenos rústicos adaptados estos días para hacer funciones de parking, estuvieron vacíos buena parte de la jornada.
El cementerio municipal de Sóller también ofreció durante casi todo el día un aspecto inusual en una fecha tan señalada. A pesar de ser un día soleado y de ambiente primaveral los sollerics no acudieron masivamente, como otros años, a la tradicional visita. Una situación similar se vivió en los cementerios de Andratx y Calvià, donde en ningún momento se produjeron aglomeraciones.