En su estudio de Son Prohenç (Felanitx), en pleno fora vila, a los pies del Puig de Sant Salvador e impregnado de su fuerza telúrica, Vera Edwards ultima los cuadros con los que participará en la exposición colectiva Amics de la Terra que se inaugurará este mes de septiembre en Son Mut (Llucmajor). Entre lienzos, pinceles y colores, descansa por unos momentos de su trepidante trabajo creativo para hablar de su obra y de ella.
¿Cómo una artista tan cosmopolita establece su estudio en un llogaret como Son Prohenç?
—Todo empezó hace seis años con el gran cambio que fue volver de California otra vez a Mallorca, donde ya había vivido de los cinco a los 15 años. Fue la mejor decisión que pude tomar. Me encanta la tranquilidad y el ritmo de la Isla. Y encima en esta casa, que me inspira un montón. Mi abuela, Anne Berthelot, vivió aquí 30 años creando obra. No hay internet, no hay televisión, no tenía teléfono... Era sólo ella, su obra y el campo.
¿Qué buscaba en este entorno, a los pies de Sant Salvador?
—La simplicidad. Volver a las raíces de la tierra. Una vida más simple. Vivir del campo. Crear mi propio huerto. Es como estar como un poco de acampada. Cuando vienen amigos y quieren quedarse aquí, les digo que deben pensar que es una vuelta a lo rústico de lo rústico. Volver a la auténtica Mallorca.
¿Cómo influye este entorno rural en su obra?
—Donde más se percibe es en los colores que utilizo. Mi paleta es muy suave. Sobre todo ahora en verano, los colores del paisaje también lo son porque todo se seca. Utilizo tonos tierra, suaves, naturales. Aunque en primavera, durante el confinamiento aquí, había tantas flores que su color también afloró en los lienzos. Es maravilloso observar el paso de las estaciones.
¿Cuál es su historia como pintora?
—Viniendo de un familia de artistas, el arte era algo que siempre ha estado a mi alrededor y siempre lo he disfrutado mucho. De niña ya venía aquí a ver a mi abuela y si le decía que me aburría, me daba colores y me ponía pintar. De ahí empece a tomar clases nocturnas de arte en California, y después decidí ir a la universidad de Falmouth, en Inglaterra, para estudiar Bellas Artes. Desde que he vuelto a Mallorca he podido dedicarme mucho más y consagrarme a él. No sé si es que en California había más distracciones, pero desde que estoy aquí también he madurado y sé más lo que quiero transmitir en mis cuadros.
¿Qué artistas le han influido?
—Peter Doig es uno de mis artistas preferidos. Tiene una manera de pintar increíble. También utiliza una paleta suave y coincido con él en la atracción que ejercen sobre su obra las junglas. También siento devoción por Lucien Freud. Me encanta también.
Su obra hunde las raíces en el Mediterráneo. Pero ¿se considera más terrestre o más acuática?
—Creo que de la tierra. El mar, obviamente, y su fondo también está en mi obra. Pero los colores a veces no son del todo puramente marítimos. Todos los días del año me baño en el mar. En esto soy muy acuática. Pero, en general, lo que más me influye es la tierra.
¿Qué le inspira?
—Puede ser cualquier cosa del momento. Algún concepto que esté intentando integrar en mi vida, como, por ejemplo, fluir más. Que todo venga muy fácil, que generalmente me ha pasado mucho en la vida. Pero, a veces, lo veo casi ya como un mantra. Porque la persona que después vaya a comprar ese cuadro se lleva ese concepto también y lo ve cada día en su casa. Intentó que quede reflejado mi afán de abrir más el corazón, ser la versión más auténtica de mi misma.
¿En qué se encuentra trabajando actualmente?
—Intento combinar la pintura figurativa que he venido haciendo con un fase más abstracta. Me inspira mucho este paisaje, pero también las cosas que me están pasando y que, de alguna manera, intentó plasmar en mis lienzos. Cuando el concepto es más abstracto, el cuadro sale más abstracto. Dejas que el cuerpo o el acto de pintar sea lo que guía y que sea más espontáneo.