Sa Pobla volvió a despertarse ayer con el sonido de xeremies, fabiols y tamborinos. Cerca de 350 sonadors -la gran mayoría mallorquines, pero también catalanes, valencianos, asturianos y gallegos- se dieron cita en la localidad para participar en la décimo sexta edición de la Trobada de Xeremiers i Fira de Luthiers.
Esta no es una feria como las demás: no hay decorados de cartón piedra, ni paseo de autoridades, ni riadas de palmesanos. Es esencialmente una fiesta donde se forman multitud de corrillos espontáneos de sonadors y donde lutiers y xeremiers cierran algún que otro trato para la fabricación de un instrumento.
Almuerzo
El acontecimiento comienza temprano. Los primeros grupos de xeremiers llegan sobre las ocho de la mañana, con el estómago vacío, preparados para almorzar algo en algún bar de sa Pobla. Aunque pudiera parecer una frivolidad, esto del almuerzo es muy importante. «Con la berenar coent de sa Pobla y la copa de vino correspondiente las xeremies ya suenan hinchadas», remarca Antoni Torrens, presidente de la asociación cultural Albopàs y creador del evento. Luego los asistentes se reúnen en la plaza Major y comienzan a formarse corrillos.
La feria de lutiers, por su parte, reunió a dieciséis fabricantes, cuatro más que el año pasado. Se vendían todo tipo de instrumentos propios de la cultura popular y tradicional y recambios de piezas más pequeñas: desde canyes hasta fabiols. El precio de las xeremies oscila entre los 1.000 i los 1.500 euros, mientras que el de los fabiols ronda los 150.
La fiesta acabó con una comida en el restaurante Can Quic. Se sirvió arròs pobler.