El domingo de Fira es siempre una multitudinaria jornada en la que, antes de ir a comer un casero plato de caracoles, es habitual encontrarse con amigos, familiares, visitar chiringuitos, comprar algún capricho, tomar el vermú y, hasta ahora, ir a ver los animales de la Fira Ramadera y la muestra de coches y otros vehículos de la calle Cetre.
Sin embargo, parecía que este año la Fira, sin estos dos últimos elementos, iba a quedarse coja. Nada más lejos. A pesar de presentar menos oferta de productos, miles de personas aprovecharon ayer una temperatura casi veraniega para visitar el Valle y dar una vuelta por el centro y su oferta cultural y de ocio.
Clásicos
Como en todas las celebraciones, hay algunas rutinas que año tras año se repiten, dando lugar a lo que llamamos un clásico o tradición. En Sóller, desde hace mucho tiempo, el domingo de Fira no se puede terminar el recorrido sin unas cuantas visitas obligadas. Por un lado, la muestra y concurso de flores y plantas del Casal de Cultura-Museu de Sóller, que este año además incluyó una pequeña muestra de antiguos vestidos y objetos de comunión. Otro clásico es la exposición y venta de los productos producidos por los empleados del taller ocupacional Estel Nou, donde presentan sus cerámicas y las ya tradicionales confituras.
Tampoco podemos olvidar el concierto de la Escola Municipal de Música, y las demás exposiciones de arte que completan el recorrido. Este año cabe destacar la recuperación de los puestos de productos artesanales que durante los últimos años habían ido disminuyendo.
Hoy queda la celebración más esperada, el Firó, en la que un año más, moros y payeses se verán las caras.