Muchas imágenes forman parte del tradicional paisaje de la Playa de Palma durante los meses de verano. Pero a lo largo y ancho de un mercado al aire libre que se extiende varios kilómetros, el control total resulta imposible de llevar. Pese a la presencia policial, incluso de manera camuflada y sigilosa para intentar atajar la presencia de delincuentes y la realización de actividades que no están permitidas por la normativa y la ordenanza municipales.
No faltan los trileros, que comparecen en la zona próxima al límite con s'Arenal y Llucmajor, de la misma manera que el 'top manta', que se adueña de zonas como la conocida y transitada calle del Jamón, donde las polémicas camisetas de la selección alemana con los dorsales 44 y 88 y la mención al 'Führer', cargadas de simbología nazi, pueden adquirirse a los vendedores ambulantes, la práctica totalidad de ellos subsaharianos.
Descuideros, carteristas y oportunistas que esperan su momento se apostan en algunas zonas cercanas a la arena, donde contados vendedores de fruta a pie de playa, incluso de sangría que es incautada por la fuerza pública, y masajistas que no pasan desapercibidas huyen a camuflarse en las pocas zonas de vegetación próximas a la playa cuando aparece la Policía Local. Son otras de las estampas tradicionales del estío en la Playa de Palma, donde desde primera hora la música y la cerveza suenen y corren con alegría, alcanzando su primer pico a primera hora de la tarde, justo antes de comer.
Pero los grandes locales de ocio ejercen de imán de todos estos fenómenos, en especial esa venta ambulante de camisetas -de fútbol principalmente-, gafas, riñoneras, gorras... y bisutería. Una oferta a la que se han incorporado nuevos productos. Especialmente tabaco y vapers, que son ofrecidos sin control alguno por esos vendedores ambulantes, que ya centran su ventas en ellos a la caza especialmente de jóvenes necesitados de nicotina o de una dosis de vapeo, ejerciendo una competencia desleal respecto a quienes despachan ese tipo de productos de forma legal (estancos, supermercados, máquinas expendedoras...).
En un segundo plano, la venta de estupefacientes y drogas de diseño planea sobre el ambiente y se ofrece de forma discreta, según aseguran residentes de la zona que han sido objeto de esta propuestas por parte de algunos que, tras la venta de variopintos objetos, desarrollan una actividad también fuera de todo control en una zona convertida en foco de excesos y en la que un simple paseo más allá de la primera línea, especialmente al caer el sol, eleva la temperatura y extiende el catálogo a otras actividades denunciadas por los vecinos, que siguen sufriendo la prostitución a pie de calle.
Pasan los años, cambian los dirigentes, pero los problemas siguen siendo casi los mismos en la Playa de Palma, donde la presencia policial siempre resulta escasa ante tal magnitud de incidencias denunciables y visibles a lo largo de una superficie incontrolable.
Platja de Palma, Magaluf, Cala Millor, Ca'n Picafort, s'Arenal... tots això s'ha de convertir en bosc, poc a poc però amb determinació