«Yo puedo estar aquí, no molesto a nadie», decía convencida Bella Francesca, como dice llamarse una joven indigente extranjera -no quiso desvelar su nacionalidad- que este lunes llamó la atención de los residentes en el Paseo Mallorca y de los turistas que por allí pasaron a lo largo del día. Lo hizo, primeramente, extendiendo sobre el césped y cerca de la salida del aparcamiento subterráneo, toda su ropa. «Tengo que secarla», decía, rodeada de botellas y latas de refrescos y cerveza y mientras apuraba una bolsa de patatillas.
La sorpresa llegó horas después, cuando ese asentamiento formado por Francesca, sus toallas y un carrito de la compra en el que portaba sus enseres, se convirtió en una sencilla tienda de campaña a pie del carril bici que llamaba todavía más la atención de los peatones y ciclistas, atónitos ante esa estampa. Preguntada por la posibilidad de que la Policía Local o Nacional -la Jefatura Superior está a apenas unos metros de su ubicación- acuda para levantar su campamento, lo tiene claro: «No me muevo», asegura visiblemente aturdida o afectada por los efectos del alcohol o cualquier otra sustancia y mientras lanza una colilla al césped.
Entre tanto, el de Bella Francesca -así se identificó- no es más que un nuevo caso de sinhogarismo en Mallorca, aunque a ella se la ha visto deambular e incluso dormir a plena luz del día por la Avenida Jaume III y algunas calles próximas, lo que también ha causado impacto entre residentes, comerciantes, trabajadores de la zona y los visitantes que por allí transitan.
Ahora, se ha mudado al Paseo Mallorca, no muy lejos de su antiguo enclave original, usando el césped y la zona verde como colchón y cubriéndose con una pequeña y sencilla tienda de campaña destartalada que era perfectamente visible desde muchos rincones de ese espacio céntrico de Palma. Incluso por las personas que en una parada próxima esperaban el autobús de la EMT, cuyo gesto delataba la sorpresa del momento y la situación.