Es Secar de la Real es uno de los barrios residenciales que conforman el distrito norte de Palma. Se caracteriza por preservar los espacios más rústicos de la ciudad y el Monasterio de la Real, un monumento de estilo gótico construido en 1229 con la aprobación del rey Jaume I de Aragón. A algo más de 3 kilómetros del centro de la ciudad, los vecinos de la barriada expresan sus quejas frente a la desconexión logística a la que se enfrentan. «Los autobuses pasan con poca frecuencia y cuando lo hacen van llenos», asegura Pere Joan, el presidente de la Associació Veïnal es Secar de la Real.
La zona residencial de la barriada tampoco cuenta con una estación de biciPalma, ya que la más cercana está en el Hospital Universitario Son Espases y deben realizar un camino de 15 minutos andando hasta ella. De igual manera, ir caminando hasta el centro puede resultar un reto, ya que la estrechez de la acera en la calle Joan Mascaró i Fornés, combinada con las farolas y postes de la electricidad, no permite que dos personas caminen a la vez, mucho menos con un carrito de bebé.
Otro problema de movilidad sucede en la avenida del Císter, el epicentro del ocio en el barrio. «Es la calle principal donde están todos los comercios; solo tiene dos carriles, uno para cada sentido. Muchos conductores aparcan en doble fila, lo que dificulta la movilidad», explica Joan. Asimismo, otros estacionan en la zona de carga y descarga, por lo que pierde su utilidad. Los vecinos denuncian que el policía del barrio desatiende el área porque debe dividir su tiempo entre esta avenida y el hospital.
Según aseguran los vecinos, desplazarse en bicicleta propia es arriesgado en algunas zonas donde el carril bici no llega, como el tramo al pasar la rotonda del Parc de Son Serra Parera, o en las que no hay visibilidad. En relación con puntos ciegos en el barrio, los residentes señalan un cruce de cuatro vías que resulta muy peligroso. En concreto, este punto conflictivo para la circulación, tanto peatonal como sobre ruedas, se encuentra en la intersección de la calle de l'Abat de la Real, la calle de Son Cànaves, el Camí de la Real y el Camí de Son Espases. «Te encuentras abandonado a tu propia suerte, especialmente de noche que no se ve», explica Xisca Prats, vocal de la asociación vecinal.
En el terreno próximo a este cruce junto al lavadero, los vecinos habían solicitado un huerto urbano para preservar ese aspecto natural tan característico del distrito. Sin embargo, el ayuntamiento ha denegado su sugerencia a pesar de haber puesto en marcha el proyecto del Parque Agrario en 2019. Otra zona que querrían proteger es el espacio público cerca del campo de fútbol de La Unión, el cual solían cruzar para ir hasta el monasterio pero que «de la noche a la mañana» se encontraron vallado.
A modo de protesta, en varias ocasiones, algunos vecinos anónimos han intentado derribar la valla que bloquea el acceso al camino que lleva hasta el Monasterio de la Real, buscando recuperar este espacio público. «Es un terreno muy codiciado, a pesar de que en teoría está adjudicado a educación, nadie nos dice qué van a hacer en ese espacio», cuenta Prats, que teme que se pierda la esencia de la barriada. A pesar de ello, la asociación de vecinos ha tratado de reunirse con los responsables de las instituciones públicas pero aseguran que no han sido recibidos.
Además, el barrio no cuenta con ningún centro educativo público, lo que obliga a las familias a desplazarse para que los niños puedan acceder a la educación. De igual manera, para acudir a su centro médico, los residentes deben desplazarse hasta Camp Redó, donde la atención médica de especialistas como pediatras está «colapsada» debido a la alta demanda. Esta saturación provoca largas esperas y dificulta el acceso a un profesional para muchos de los residentes de Es Secar de la Real.
En el último año, los vecinos han denunciado en repetidas ocasiones el turismo de basuras que afecta al barrio. Los habitantes de las zonas próximas donde se ha implantado la recogida selectiva, se desplazan continuamente hasta sus calles para tirar la basura. «Los contenedores siempre están llenos y cuando no cabe más lo dejan fuera», asegura la vecina. Los afectados señalan que a pesar de que el camión de Emaya pase dos veces al día, el ayuntamiento no ha dado con una solución.