Un septiembre para olvidar, diría ella misma, aunque es la vitalidad y pasión por la vida personificadas. La reconocida y popular entrenadora personal Maria Rossich lleva unos días muy duros tras sufrir, el pasado día 4, una grave caída en un tramo del carril bici de Palma por el que realizaba ejercicio en patines. Las raíces habían roto el pavimento y al meter el patín en la hendidura, tropezó y cayó violentamente. Aún, tres semanas después, no olvida la angustia que sintió tras el batacazo.
«Es la primera vez en mi vida que, nada más ser consciente del golpe, me dije a mí misma: María, mueve las piernas, mueve las piernas; cuando vi que podía mover los tobillos me tranquilicé un poco; fue muy fuerte», relata aún dolorida. Su conocimiento del cuerpo le permitió asumir que se había hecho mucho daño. «Se me saltaron las gafas, los auriculares salieron volando por los aires, enseguida comprendí que la caída había sido grave», expresa.
Eran cerca de las nueve de la noche, en el carril bici que transcurre desde Palma hasta Ciudad Jardín, muy cerca del punto en el que se une con Es Molinar. «Ya estaba de vuelta, había ido todo bastante bien, no es que no supiera que el carril tiene grietas, ya las había visto en muchas ocasiones, hay muchas y tienes que irlas esquivando para no caerte pero no sé, iba tranquila, a mi bola, escuchando música, pendiente del suelo y de repente, me giré un segundo o no sé que hice, y ya tenía el patín metido en la grieta, y de ahí al suelo, ni siquiera pude reaccionar y ya me había caído», cuenta María.
La entrenadora, a pesar de ser una experimentada patinadora y estar en una condición física inmejorable, no tuvo tiempo de apoyar las manos y cayó directamente con su pelvis contra el suelo. «Esquivé por los pelos un pilón de seguridad de metal de los que hay colocados, estuve a punto de darme contra él porque iba rápido y me desplacé un par de metros», explica. La caída fue tan aparatosa que comenzó a sangrar.
Varios testimonios se acercaron rápidamente a ella para atenderla y poco después, llegó su pareja que iba practicando jogging unos metros por detrás. «Nos encanta realizar actividad física al atardecer y cerca del mar, sienta muy bien, él corre a buen ritmo y yo con los patines, íbamos cerca el uno del otro cuando ocurrió todo». Los presentes trataron de quitarle los rollers pero eran difíciles de desatar, se acercaron dos jóvenes más para ayudarla. «Yo estaba totalmente tendida en el suelo y me quedé así treinta minutos, gimiendo de dolor, un dolor que nunca había tenido, le dije a mi pareja: creo que me he partido el sacro». Lo sabía en su fuero interno pero aún tardaría algunos días en llegar a su diagnóstico definitivo.
Una grave fractura oculta por la sangre concentrada
«Al llegar a casa me metí en la ducha, limpié bien la herida y descubrí el golpe, pensamos que no había nada roto porque había funcionalidad motriz pero esa noche el dolor fue a más y a primera hora de la mañana acudí a urgencias», explica. La placa no arrojó demasiada información sobre el golpe por la cantidad de sangre interna que se concentraba en su interior y fue derivada a su traumatólogo.
«Tres días después, fui a ver a mi doctor y en cuánto vio el golpe y su color me dijo que me hiciera una resonancia magnética. El resultado fue una fractura transversal del sacro». El ánimo de María, siempre alto y energizante, se desplomó. Le dieron la baja. «Aguanté pocos días porque no puedo permitírmelo y solicité el alta voluntaria, soy autónoma, entrenadora personal, llevo la app y un gimnasio propio en Santa Catalina, no puedo permitirme parar», explica. Su traumatólogo la limitó a dar las clases sentada, sin hacer ningún movimiento pélvico.
«Tenía que pedir ayuda a las propias clientas para enseñarles a realizar los ejercicios, ahora me encuentro un poco mejor pero no puedo ni hacer una sentadilla. Al haber una fractura no puedo hacer ningún movimiento exagerado, si se desplazara lo fracturado tendrían que operarme y ponerme tornillos, y no me la puedo jugar», explica.
Esto es un extracto de la información que consta en el parte médico posterior, en el que sí se detecta la fractura sacral:
La exploración realizada muestra un aumento de intensidad de señal compatible con edema óseo que se extiende por el cuerpo vertebral de S2 y S3 y por las alas sacras sugerente de la existencia de una fractura a dicho nivel.
Su vida personal y profesional está marcada por la actividad física por lo que empeorar la lesión sólo la llevaría a una situación aún más compleja; por eso trata de mantener su trabajo sin dañarse más aún. «Siento impotencia, mi trabajo, mis clientas, son muy importantes para mí, estamos en inicio de temporada, viene gente nueva al gimnasio y no puedo darles lo mejor de mí porque tengo que dar clases sentada, estoy frustrada y enfadada», expresa.
Eso y proteger a otros usuarios del estado del carril bici la ha llevado a poner el caso en manos de un abogada, que realizará el pertinente informe y presentará la queja ante el Ajuntament de Palma: «para mí lo más importante es que arreglen el pavimento del carril bici porque circulas por delante de la Seu y es maravilloso y una vez sales del núcleo turístico es difícil y peligroso al transitar, además de muy enrevesado. Está lleno de grietas, hay que hacer un replanteamiento», argumenta.
Otros puntos en mal estado
María contó lo ocurrido en su cuenta de Instagram, @womanpersonaltrainers, en la que tiene más de 130.000 seguidores; gracias a ello, muchas personas se pusieron en contacto con ella para compartirle quejas parecidas. «El carril bici entre Palma y Ca'n Pastilla, que es el trayecto que yo hago, es para matarse. En Es Carnatge pasas por un puente de madera que está roto, con vallas, el suelo perpendicular a las ruedas, yo no entiendo como no hay más accidentes».
La deportista, que ha sido portada en numerosas publicaciones y ediciones deportivas destacadas, pide al Ajuntament de Palma que reaccione sobre lo ocurrido, ya que «así como está, el carril es peligroso y los pilones metálicos de los alrededores pueden causar mucho daño, está muy mal pensado. Y no sólo donde me pasó a mí; delante de San Cayetano, una zona de colegios frecuentada por niños en patinete, es un desastre, está todo fatal»:
«Es vergonzoso, es un lugar muy transitado, qué locura, ¿de qué van? Estoy enfadadísima, aún sigo sin poder moverme y ver estas cosas me cabrea», explica sin filtros.
Una vida activa tras la caída
Maria Rossich, como deportista, es muy consciente de lo que supone practicar una actividad física y acabar lesionándose, además de estar mentalmente preparada para ello; aunque está caída fortuita ha acabado por debilitar su fortaleza mental: «La verdad es que me está costando mucho, llevar la gestión del gimnasio por ejemplo, me veo limitada y siento impotencia. Estoy segura de que parte del dinero de nuestros impuestos se destina a cosas interesantes pero tiene que llegar a otras cosas, no sólo a algunas, las infraestructuras de la ciudad, dentro y fuera, son importantes, que piensen en los patinadores y en todos los deportistas que usan el carril», pide.
De hecho, hacer deporte fue lo que, en parte, ha paliado los daños sufridos por la entrenadora personal en la caída. Tal y como le explicó su doctor, si no hubiera sido por la musculatura de su glúteo entrenado, la fractura habría sido peor, «te hubieras destrozado la pelvis», le dijo su médico. Por si fuera poco, la rotura afectaría también a la posibilidad de tener hijos en un futuro, «no podría parir, no podría dilatar bien», añade.
«Me dedico al mundo del deporte y de la actividad física porque es el secreto de la felicidad y el bienestar, para mí es muy importante que la gente se active y es mi misión profesional, por lo que, obviamente, ver que las infraestructuras están en semejante estado me parece lamentable, y no hablo sólo del carril bici, parques de ejercicio destrozados, etc; el equipamiento no es un incentivo para hacer deporte, ves el carril bici y no te entran ganas de coger una. Este verano he estado en el norte de Europa y es ejemplar su forma de potenciar el movimiento en las ciudades», zanja.