Por todos los rincones de El Terreno huele a historia y cultura. Los orígenes de ese singular espacio a los pies del bosque y el Castell de Bellver se remontan a poblaciones iniciales a finales del siglo XVIII, para en las décadas posteriores crecer como zona residencial o de veraneo de las clases más acomodadas de la sociedad palmesana, pero también de aquellos que cruzaron el charco para hacer fortuna y numerosos artistas de renombre a lo largo de los años (Santiago Rusiñol, Camilo José Cela, Rubén Darío...). Fueron surgiendo y creciendo villas con aire colonial y el núcleo añadió espacios emblemáticos como la Plaça Gomila, cuyos orígenes radican bien entrado el siglo XIX, cuando la familia Gomila cedió ese espacio para disfrute público.
Más adelante fue un templo del ocio, teniendo como eje salas de fiestas míticas como 'Tito's', para con el cambio de siglo experimentar una fase de decadencia que no ha llegado a alcanzar a su núcleo duro, definido por esas calles estrechas, empinadas, empedradas o con interminables hileras de escalones que miran al cielo. La nueva y emergente inversión privada y extranjera en su mayor parte ha permitido agitar de nuevo la vida del barrio, que mantiene su esencia, conviviendo con la arquitectura de vanguardia encajada junto a la tradicional que da color y aire fresco, recuperando espacios venidos a menos como Gomila.
Teresa Alonso es, desde 2020, la presidenta de la Associació de Veïns El Terreno Bellver, que tiene en el Casal de Barri su centro de operaciones y ha iniciado una campaña de comunicación bajo el lema 'Yo soy El Terreno', apoyándose en su página web (www.elterreno.info) y las redes sociales (Instragram, Facebook...) o el hashtag #yosoyelterreno en varios idiomas. Un equipo que busca incorporar savia nueva y a esos vecinos llegados de otros países persigue devolver el ritmo y la vida al barrio, contando con cerca de un centenar de socios, aunque realmente activos hay una veintena, asegura Alonso.
Recorriendo las calles de El Terreno llaman la atención la parroquia de Nuestra Señora de la Salud, el colegio sueco, el CEIP El Terreno o el Col·legi La Inmaculada, además de una iglesia filipina. Pero es la Plaça Gomila la particular 'zona cero'. Allí, Teresa Alonso señala al estado del monumento dedicado a Pau Gomila, el hombre que inspiró ese rincón de Ciutat. También se ha incorporado una placa en memoria de los 37 'xuetes' ejecutados allí en 1691 por sus creencias, además del la Unidad Básica de Salud de El Terreno y varios bares y edificios renovados y que contrastan con un paisaje aledaño.
En el corazón de Gomila, la estrecha calle Banys, convertida en un improvisado urinario muchas noches, es el reflejo del abandono y «la falta de acceso con el Paseo Marítimo del barrio. Estamos aislados, y eso que El Terreno era la primera línea», recuerda Teresa Alonso, quien observando el paisaje en Gomila asegura que «la inversión privada reflota el barrio, con hoteles, nuevos edificios...».
Camino de la Plaza Mediterráneo, el mal estado del pavimento, ya arrastrado desde Gomila, es otra de las quejas de los vecinos, «pues resulta peligroso y algún día alguien se hará daño», relata Teresa Alonso, quien señala de nuevo la «falta de higiene, la mayor parte por gente que hace sus necesidades en los accesos al Paseo Marítimo».
Un espacio emblemático, pero a la vez dejado de lado es el Parc de Sa Quarentena, donde explican los portavoces vecinales que «el ayuntamiento quitó una zona de juegos y servicios como un bar, que serían un punto de encuentro para familias, por ejemplo», apuntando que «tampoco hay bancos para sentarse y apenas papeleras», a lo que se añade el incivismo de algunos ciudadanos que no recogen las heces de sus animales. «Es un espacio mal aprovechado», añade la presidenta de la asociación vecinal.
La rehabilitación de edificios degradados es otra cuenta pendiente que se transmite a Cort, apuntando a uno de propiedad municipal ubicado en el número 43 de la avenida Joan Miró. «Han visto a gente entrar y salir, hay okupas, y es que llevamos una década esperando una solución», prosiguen, apuntando a este lugar como una posible alternativa de cara a tener un centro de día o espacio público en el barrio.
En ese perfil encaja una instalación como las piscinas de s'Aigo Dolça, una reivindicación histórica que permitirá, además, recuperar una instalación que forma parte del patrimonio histórico de la barriada y de la primera línea marítima de Palma.
También reclaman el control y regulación de la velocidad, especialmente en Joan Miró, la gran arteria de El Terreno. «Pasan muy rápido coches, motos, incluso autobuses y ahora patinetes... Pedimos que se reduzca la velocidad a 30 kilómetros por hora, e incluso en las calles estrechas a 20», comentan, a la par que reivindican «el acceso desde el barrio al carril bici» para un barrio que se quedó sin oficina de servicios sociales, trasladada a Es Jonquet.
La movilidad y, de manera principal el aparcamiento, es un problema en El Terreno, «especialmente por el encarecimiento de su coste». Para ello, un solar despejado hace años junto a Gomila y destinado a usos sociales, podría ser una alternativa de emergencia, aunque esperan que pueda llevarse a buen puerto el uso designado «para centro de día o de la tercera edad, que es necesario, pues mucha gente no puede o le cuesta llegar al Casal de Barri, que está en la parte alta», asegura Teresa Alonso, que a su vez solicita a Cort «maquinaria para que la tercera edad, o cualquier otro vecino, pueda ejercitarse en los parques, como hay en otros barrios de Palma».
La polémica que rodea al nuevo Parc de Bellver, más allá del comentado asfaltado, pasa por los ruidos generados por los visitantes, que han agotado la paciencia de los vecinos, que en cuanto al capítulo de transporte público se dan por satisfechos por las frecuencias y líneas, «aunque una parte de los vecinos no tiene acceso, especialmente los de la parte alta y la gente mayor».
A nivel demográfico, no se percibe un envejecimiento global de la población de El Terreno, «ya que ha venido gente nueva, a la que queremos integrar, de manera principal a esos colectivos o personas extranjeras. Queremos que sean parte del tejido vecinal y aporten sus experiencias y cultura», prosigue Alonso, que para ello abre las puertas de la asociación, que promueve actividades como yoga, pilates, zumba, acuarela, y la imagen corporativa a través de la web y las redes. Eso sí, deja claro que «la gente de El Terreno de toda la vida, se siente muy orgullosa de ello».
El cierre de la biblioteca pública -en Gomila- ha dejado la gestión de sus fondos en manos de voluntarios del Casal de Barri, que abren lunes y miércoles para dar vida a ese espacio, y que trabajan a la vez en iniciativas como un mercadillo para el barrio, que no tuvo fiestas vecinales en 2023 «porque el Ajuntament de Palma nos dejó sin subvención», aunque ya se esfuerzan en recuperarlas y hacerlas «inclusivas y diversas, como es este barrio.
Existen diversos grupos de trabajo a nivel de esa estrategia de comunicación: El Terreno Verde, Limpio y Solidario. Se quiere integrar a la vez a esas empresas o capital privado instalado en el barrio, además de desarrollar proyectos como 'Territorio Terreno', integrado por un grupo de personas que quiere potenciar y recuperar la historia cultural y artística de ese rincón de Palma, en el que numerosos artistas dan nombre a sus calles.
Agradecen desde la asociación el apoyo e implicación de la Fundación Forteza-Rey, que se ha sumado a su trabajo para devolver la vida a El Terreno y elevar de nuevo el sentimiento de pertenencia al barrio de los recién llegados y de aquellos que todavía están alejados del día a día de un espacio que destila aroma a tradición y un pasado brillante.