Este jueves, 11 de enero, a las 19.00 horas, el periodista y escritor Carlos Garrido (Barcelona, 1950) presentará en Can Sales su último libro, Palmesan@s, gente que conocí en Ciutat, en el que hace un repaso de los personajes ya desaparecidos de una Palma en plena transformación. Personas notables, intelectuales, vecinos, desconocidos y marginados son descritos por Garrido en un libro que explica la Ciutat perdida a través de sus personajes.
¿Los palmesanos son una especie en extinción?
Hay un cambio brutal y habrá otra raza de palmesanos. Lo que quería con este libro es hacer un retrato de cómo era la Palma que está desapareciendo, sometida a un cambio bestial, muy profundo.
Usted es de Barcelona, ¿por qué vino a Palma?
En 1975 vine a hacer la mili a Palma. Yo quería ir a Eivissa, pero al final me tocó Mallorca. Me valía porque era un sitio más pequeño que Barcelona, un sitio de mar, de cielo. Me gustó mucho su paisaje urbano. Era provinciano en el buen sentido de la palabra. Palma es mi ciudad, pero cada vez menos.
¿Ha intentado congelar una Palma antigua en el libro?
No es un libro nostálgico. No todo ha ido a peor, es diferente. En aquel entonces era una ciudad pequeña y acogedora, pero mucha gente vivía en la miseria. Estamos fatal, tenemos muchos problemas.
Las hermanas Mulet, Gabriel Sabrafín, Maruja de Santa Creu, Cristóbal Serra, Rosa Bueno... Habla de personas que fueron importantes para la ciudad pero que ya nos han dejado.
Es el libro de un periodista veterano que ha conocido a gente interesante. De aquí a poco tiempo su rastro se habrá borrado. Este libro es corto, muy fácil de leer, con una función un poco pedagógica. Quería salvar de la quema a gente desconocida, sencilla, pero también consagrada como Cristóbal Serra. Quería que este libro fue un ejercicio de memoria e identidad. Para que no se olvide a la gente y la que ha construido Palma de una determinada manera.
¿Palma es ahora una ciudad estupenda para quien puede permitírsela?
Es carísima. No solo a nivel de pisos, sino también de vida diaria. El otro día me clavaron 2,20 euros por un café solo en una cafetería del centro. Encima no me dejaban tomármelo en la barra. Y no es el único sitio. El centro es territorio comanche. Una caña pequeña vale cinco euros. Hay una memez generalizada en ciertos estamentos que nos quieren hacer creer que somos Miami Beach. La desaparición de los bares populares es un drama. En los cafés se formaba una pequeña sociedad alrededor de este pequeño negocio. Conocías a los camareros. Cuando estandarizas eso, se convierte en un sitio de guiris. No somos la mejor ciudad del mundo para vivir. Palma es un sitio sucio porque la gente lo es. Si te paseas por los barrios más allá de Avingudes verás que en los contenedores hay de todo.
La suciedad es uno de los grandes males de la ciudad.
Hemos vivido un cambio social muy bestia. Hay gente que ha venido de otros sitios y no sabe ni dónde está. Ha sido una desgracia que la economía de la ciudad basada en la especulación basada en el crecimiento constante y sin planificación. A nivel de ciudad esto crea muchos problemas. Tenemos un macrocefalismo acelerado que no se cómo se resolverá. Esto es una huida hacia adelante.
Tenemos ahora una invasión silenciosa y consentida: se expulsa a los ciudadanos pero porque hemos decidido vender la ciudad a quien tiene más dinero. ¿No deberíamos hacer más autocrítica?
Es que se está vendiendo. Si exageras mucho, podría decirse que Jaume I entró con las tropas en Palma. Ahora no le haría falta: con dinero podría comprar la ciudad. En lugar de convertirnos en esclavos en Argelia, ahora serían camareros. Es el destino hacia el que va la gente.
Tenemos un alud de europeos del norte que vienen a vivir pero se quedan en Santa Catalina, ¿viven en su propia burbuja?
Aquí hay extranjeros que mantienen un alto nivel de vida, y lo hacen igual que si vivieran a las afueras de Hamburgo. No les interesamos, solo lo suyo. En el otro extremo está la gente más humilde, que tienen trabajos poco cualificados, que viven en guetos. Ya pasaba antes pero ahora la proporción es muy grande.
¿Estamos copiando el modelo de Venecia?
En cuanto a agobio y masificación, claro que Palma se ha convertido en Venecia. Esto pasa en muchos sitios. En Barcelona la gente se va de la ciudad a sitios que están a una o dos horas en tren. Y van cada día a trabajar.
Pero esa situación es insostenible. En algún momento habrá que plantarse ante esta situación e irse.
Es que la gente ya empieza a irse de aquí. Es una isla en la que la gente le cuesta mucho vivir. En Menorca, la gente joven se tiene que ir si no quiere trabajar en el turismo. Y esto es solo el principio.
¿Entonces qué será lo siguiente?
Puede que haya una masificación muy bestia y colapse el turismo, por lo que volveríamos a vivir en los años 20. Es como el tema de las carreteras: es una amargura tener que ampliarlas continuamente, nunca tendrá fin esto. Y lo encarece todo. Antes había una masificación turística estacional, ahora el problema es económico y de todo el año. No encuentras ningún piso por mil euros. ¿Qué puedo alquilar yo con mi pensión de 800 euros? Un trastero. Tendría que irme de aquí.