En Palma ocurre un fenómeno curioso: las casas van menguando respecto a hace varias décadas atrás. Y esto irá a más ahora que llega el decreto de emergencia habitacional, que permite dividir pisos grandes en varios más pequeños. ¿O será que hoy en día tenemos demasiadas cosas en esta corriente de minimalismo ascético? Sea como fuere, en Palma es necesario externalizar ciertas dependencias del hogar. Al fin y al cabo, el precio del metro cuadrado de vivienda ha sufrido una escalada imparable en los últimos años. Lo que antes era lo habitual, ahora es un lujo: trastero, aparcamiento de bicicletas… Incluso la lavandería.
Las circunstancias hacen que los divorciados, por ejemplo, opten por compartir pisos, por lo que tienen que dejar en un almacén parte de su vida pasada. Los precios del mercado inmobiliario están tan disparados en Palma que encontrar algo que se venda por menos de 200.000 euros supone sacrificar metros cuadrados. Por ejemplo, un piso de 60 metros cuadrados y dos habitaciones en el Rafal Vell ya se cotiza a 185.000 euros. Y una familia tiene complicado ‘embutirse' en una vivienda de ese tamaño. Así que si los presupuestos son ajustados, como suele serlo en la mayoría de los casos, no queda más remedio que renunciar a metros cuadrados y buscar alternativas a esas casas menguantes.
Cambio de temporada
«Ahora estamos en plena actividad. La gente está guardando las cosas de verano y sacan las de invierno, dice Quintino Finol, responsable de Balearic Box, una empresa que se dedica al alquiler de trasteros desde 1 metro cúbico a 30 metros cuadrados: el tamaño de un minipiso, por cierto. Su sede es una gran nave amarilla situada en el polígono de Son Castelló, en cuyo interior guarda las propiedades de centenares de clientes de la Isla.
Balearic Box es solo una del cerca de medio centenar de empresas de Palma dedicadas a alquilar pequeñas porciones de suelo para almacenar objetos. En los últimos tiempos cada vez más empresas dedicadas al alquiler de almacenes están proliferando en los polígonos pero también en el centro de la ciudad. «Cada cliente tiene su propio código para acceder al trastero. Cuenta con seguro, seguridad y cámaras que graban las 24 horas», afirma Finol, responsable de Balearic Box.
En diferentes canales de televisión aparecen programas de telerrealidad procedentes de Estados Unidos y Canadá en el que se llevan a cabo subastas a ciegas del contenido de trasteros abandonados, en los que en algunas ocasiones pueden encontrarse auténticos tesoros que luego son revendidos. «Aquí no hemos llegado a eso. En España la ley es diferente y el proceso es más lento. Tampoco no hay tantos clientes que puedan perder sus cosas por morosidad», advierte Finol.
Su empresa abrió la nave en 2020 pero prueba de la progresiva implantación de este servicio es que recientemente, hace poco menos de un mes, han estrenado una planta más con más de 200 nuevos almacenes para alquilar. «En total tenemos 547 unidades y antes de ampliar una planta, teníamos con una ocupación del 80 por ciento. Ahora estamos al 56 por ciento», explica.
Finol advierte que «desde julio hasta octubre son meses de mucha actividad». Los clientes van guardando sus trastos de temporada: la tabla de paddle surf, canoas, aires acondicionados portátiles o ventiladores, aparejos de pesca o buceo... «Las casas son demasiado pequeñas para que la gente guarde cosas que no van a usar. Y no se quiere deshacer de ellas porque tiene apego personal», explica Finol.
Detrás de cada puerta hay herramientas de autónomos pero también «las cosas de la madre del inquilino que ha alquilado el trastero». Las viviendas se vacían después del fallecimiento de sus propietarios y sienten pena de deshacerse de recuerdos familiares. Porque en las viviendas de hoy en día no caben varias vidas. «Tenemos varios perfiles de clientes. Los hay que tienen casas pequeñas. Pero también los hay que se han ido de la Isla porque se ha vuelto demasiado cara y acaban dejando aquí sus cosas. Se les vence el contrato de alquiler y ante la falta de una alternativa asequible, cogen el coche y se van a la Península».
Entre ese colectivo están los temporeros que vienen a echar la temporada turística en Mallorca y al cerrar los hoteles deciden volver a su lugar de origen para pasar el invierno. Con el fin de evitarse el traslado de sus enseres más voluminosos, optan por alquilar uno de estos espacios para recuperarlos más tarde. También están los que necesitan hacer obras en su domicilio y los divorciados: «Se van a vivir a pisos compartidos porque no pueden permitirse una vivienda para ellos solos», asegura el responsable de Balearic Box.
La privacidad es la máxima en las empresas de alquiler de trasteros y los clientes deben firmar un contrato previo en el que se comprometen a guardar «explosivos, dinero, ni drogas. Tampoco oro ni plata. Desconocemos el contenido de lo que hay en los trasteros pero sí que es verdad que una vez había un trastero que olía a marihuana. No sé si el propietario debía vender productos de cannabis o tenía plantas. Duró muy poco tiempo porque lo sacamos», advirtió Finol.
Que los trasteros son un negocio en auge lo confirma Natalia Bueno, vicepresidenta del Colegio de los agentes inmobiliarios de Balears. «Los inversores han visto buenas rentabilidades en la división de espacios para su posterior alquiler. Los pisos son pequeños y la gente necesita estos espacios. Otra cosa son las leyes de construcción, que deberían obligar a que las nuevas viviendas tengan trasteros».
Maletas, bicis, juguetes, herramientas, tiendas de campaña y otros útiles de grandes dimensiones que con el tiempo se van acumulando en las casas pero al final acaban ocupando demasiado espacio.
«Hay clientes que me dicen que alquilan naves agrícolas en la Part Forana y las convierten en trasteros que, por 50 euros al mes, les permiten conservar sus cosas. Pero no suele ser lo habitual, la gente no va sobrada de dinero», dice Bueno.
La agente inmobiliaria también habla del creciente número de nómadas que «por cuestiones de trabajo, deciden llevar consigo todo lo que cabe en una maleta», afirma. Tampoco ayudan los altos precios de los alquileres: «Para los divorciados es muy caro vivir en Balears, así que optan por alquilar habitaciones. Es imposible pagar con un sueldo hasta 1.500 euros al mes, así que no les queda más remedio que compartir. Otra cosa es que hay propietarios que no les gusta que compartan con más personas porque temen el vaivén de inquilinos, prefieran alquilar a familias con más de tres sueltos para garantizar los ingresos mensuales».
¿No hay sitio para la lavadora? Siempre se puede recurrir a una de las cada vez más numerosas lavanderías que aparecen por los barrios. En la calle Vinyassa hay uno de estos negocios que se irige a «gente del barrio. Vienen porque se les ha roto la lavadora o comparte pisos y prefiere hacer la colada aquí, que la tiene lavada y seca en una hora», advierte Alberto Chacón, propietario del negocio que además es arquitecto.
«En el futuro, la gente eliminará las lavanderías de sus casas y acudirán a lavanderías de autoservicio como ya ocurre en Europa», advierte. Si se trata de un piso grande, de 150 ó 120 metros cuadrados, «se alquilan habitaciones y prefieren venir aquí. Hay incluso familias que se meten en una habitación», advierte el empresario. «Cada vez es más caro construir y no es sencillo hacer una promoción para familias trabajadoras». En una isla con el metro cuadrado a precio de oro, cada centímetro cuenta. Y al final, no queda más remedio que externalizar estancias de una casa y buscar fuera lavanderías, aparcamientos de bicicletas o un lugar donde guardar los recuerdos de la abuela. Lo que antes era lo normal, ahora es un lujo. Otro más.