Aunque sus celdas se vaciaron oficialmente en 1999 para trasladarse al otro lado de la carretera de Sóller, en sa Presó sigue viviendo gente. «Somos una comunidad, aunque esto es un asco», dice Juan, uno de los habitantes de nueva hornada, atrapado entre estas paredes por un golpe de mala suerte y los precios disparatados de la vivienda. Entre paredes plagadas de grafitis y montañas de basura, Juan afirma que «lo único que quiero es volverme a mi tierra».
Temporero turístico de Mérida, vino a Cala Millor a echar el verano como cocinero. «No he tenido suerte este año. Trabajaba de cocinero por 1.900 euros y no podía pagar un piso. Así que me fui a un hotel que me costaba 1.400 al mes. No sale a cuenta», cuenta entre los muros de Sa Presó, convertido en su refugio temporal.
Y todo esto lo cuenta mientras la suerte de la antigua cárcel parece que toma un nuevo rumbo. Otro más. Si la legislatura pasada iba destinada a ser una residencia de estudiantes y un centro de creación, el pasado martes el regidor de Urbanisme, Óscar Fidalgo, advirtió que no habría ni residencia de estudiantes para la UIB ni centro de creación.
Aunque se trata de un equipamiento sociocultural, el nuevo equipo de gobierno ya ha avanzado que quiere hacer viviendas también en los 6.438 metros cuadrados de la prisión, más otros 17.746 de espacios libres a su alrededor. Poco más se sabe del nuevo futuro de sa Presó, a la espera de que se defina cómo se ubicarán las viviendas protegidas que ha anunciado el Ajuntament de Palma.
Damnificados
Los primeros damnificados del cambio de finalidad serán los estudiantes de la UIB, que también padecen en sus carnes la burbuja inmobiliaria. Según la UIB, a día de hoy en la residencia del campus hay 103 residentes y ni una sola plaza libre. En lista de espera hay 196 personas con 26 candidatos de Mallorca, cuatro de Menorca, 105 de la Península y 41 extranjeros.
La residencia de sa Presó podría haber aliviado la perentoria necesidad de vivienda para jóvenes de otras islas pero también de puntos remotos de Mallorca que no pueden desplazarse cada día desde sus casas hasta la UIB.
Aunque el cambio de planes del Ajuntament ha sorprendido a la universidad, el rector de la UIB, Jaume Carot, señaló que una nueva residencia «es muy necesaria», no solo para los alumnos, también para profesores visitantes. El hecho de que no se vean recluidos en el campus permitiría que Palma tenga un cariz de ciudad universitaria.
Biel González del Valle, presidente de la Associació de Veïns Cas Capiscol, mostró sus reticencias al conocer el nuevo rumbo de sa Presó: «Lo que había antes proyectado nos gustaba. El proyecto antiguo del PP, en tiempos de Mateu Isern, era el de tirar el edificio y hacer 200 viviendas. Destruir no sirve de nada y no confiamos mucho en el nuevo proyecto. Tenemos miedo de que ocurra lo mismo que en solar del hotel Es Príncep, que era un solar público con viviendas. Seguro que ahora a los promotores se les hará un justiprecio del suelo de la cárcel».
Los vecinos de la zona se conforman con que esta legislatura puedan ver la rotonda que supondrá una salida a la Vía de Cintura y se construirá sobre los bloques de las viviendas abandonadas, aunque ahora mismo están okupadas.
Sa Presó siempre ha sido un proyecto muy codiciado para reconvertirlo y conseguir un nuevo espacio cultural de referencia. El colectivo Som Sa Presó, que englobaba a más de setenta entidades de la ciudad, reactivó el interés por este enclave abandonado a su suerte desde hace 24 años.
El anterior equipo de gobierno planteó un centro de creación y también residencia estudiantil, pero que tendría usos compartidos y abiertos al vecindario como cafetería, biblioteca o salas de conferencias.
El proyecto del Pacte de Progrés planteaba absorber las zonas verdes y las amplias calles para ganar metros y así también dar cabida a 103 viviendas de protección oficial. Y todo esto, contando con la colaboración del CEIP Cas Capiscol, que se beneficiaria de rodearse de zonas verdes.
El proyecto del Pacte estaba pendiente de solo un detalle: la firma de un informe de valoración del inmueble para que la UIB asumiera su propiedad. Esa firma, pendiente de una alta funcionaria, se demoró y entonces llegó el cambio de gobierno. Por otro lado, el proyecto del centro de creación, liderado por el CAC, ya estaba acabando la redacción de su proyecto por parte de un equipo de arquitectos. Ahora la iniciativa queda en stand by y habrá que hacer una modificación del planteamiento para que pase a ser residencial.
A pesar de que en los últimos años se han llevado a cabo el desalojo de okupas y la limpieza en varias ocasiones de las dependencias de la cárcel, otra vez vuelve a estar en condiciones deplorables. Las salas y tallares, así como las celdas, están pobladas de basura y restos de botellas y comida. La visita de okupas, sin techo y delincuentes de la zona han borrado de un plumazo las mejoras que se hicieron, a la espera del proyecto definitivo.
Hace seis años que Silvino vive en sa Presó y permanece ajeno a todos los vaivenes de su actual residencia. «Me piden 500 euros por habitación. Hace seis años que tuve la suerte de encontrar esto», aunque reniega de aquellos que tiran basura y destrozan el lugar. Cocinero y camarero jubilado, afirma que «estoy del boom inmobiliario hasta los cojones». Como muchos palmesanos.
El ejemplo de otras cárceles
La regidora de Més, Neus Truyol, aseguró que el proyecto del Plan General del 98 «preveía tirar la cárcel y construir un centenar de viviendas. Con el nuevo Plan General se diseño mantener el edificio de la cárcel y construir el mismo número de viviendas justo al lado».
Son muchas las voces entre expertos y vecinos que abogan por mantener el edificio, aunque no esté protegido. «Hay otros ejemplos como la cárcel de Segovia o Palencia, que se destinaron a la creación cultural», señaló Truyol, que se han convertido en un ejemplo de reconversión. Otros inmuebles con otras finalidades que se han abierto al público son el Barrio Darwin de Burdeos o Fabra i Coats, en Barcelona.
A modo de ensayo previo, hace unos años sa Presó acogió una edición del festival Atlàntida y también un mercadillo cultural, lo que permitió la puesta a punto de una pequeña porción de la cárcel. Sin embargo, no se han llevado a cabo más iniciativas.