En Cala Major y Sant Agustí se dan varias Palmas: la opulencia de un pasado que aún se percibe en sus edificaciones, la llegada de nuevos inversores que reconvierten edificios en viviendas de lujo y una población vulnerable que intenta capear los altos precios inmobiliarios con infraviviendas. A todo esto se suma las décadas sin atención municipal, aseguran las asociaciones de vecinos. El Ponent de Palma ha decidido unirse para lograr mejorar la zona y las asociaciones de Cala Major y Sant Agustí unen sus fuerzas para que sus voces se escuche en el Ajuntament de Palma. Francisca Bennàsar es la vicepresidenta de la Associació de Veïns de Sant Agustí, mientras que Esteban Camps forma parte de la asociación de vecinos de Cala Major y Son Matet, cuyo presidente es Toni Massanet.
El asalto al Ajuntament de Palma para protestar es inminente. «Les damos cien días y luego entregaremos un listado de peticiones de los barrios», señalan los líderes vecinales, que unen sus fuerzas. La lista, desde luego, es bastante larga, después de años, incluso décadas, sin inversiones.
«Esperamos mejorar los barrios en el futuro. Las últimas inversiones fueron el centro de salud y el polideportivo Rudy Fernández, cuando gobernaba Catalina Cirer», señala Bennàsar, que en aquella época era teniente de alcalde del Ajuntament y peleó desde Cort por la mejora del barrio.
Auge y caída
Toni Massanet recuerda que hace medio siglo esta zona «concentraba más oferta hotelera que Magaluf». Si en Sant Agustí veraneaban los palmesanos y luego se construyeron establecimientos hoteleros, en Cala Major se establecieron los trabajadores que atendían los negocios de la zona. Pero entonces la oferta hotelera decayó y se convirtió todo en residencial, con más o menos suerte. Ahora Cala Major es «una ciudad dormitorio para gente humilde» con infraviviendas, dice Massanet. En Sant Agustí los establecimientos hoteleros se reconvirtieron en apartamentos al unir tres o cuatro habitaciones. Si en Cala Major abundan latinoamericanos y africanos, en Sant Agustí ya abundan los europeos del norte.
«Ahora se están vendiendo casas antiguas, se derriban y se construyen nuevas casas de estilo nórdico y minimalista», cuenta Massanet. La arteria que cruza estos barrios, la larguísima Joan Miró, divide en dos los barrios, cercados por la autopista de Andratx por un lado y el mar por el otro. Una ruidosa moto pasa disparada durante la entrevista haciendo caballitos y los vecinos lamentan el trasiego de vehículos a gran velocidad.
El Pepe's Bar, que traía en los sesenta grupo musicales de renombre, o el Rockefeller's, el hotel Pireo (que acogía una escuela de azafatas), La Sirena (en la actualidad un table dance)... El listado de negocios históricos que abandonaron es larga y las fotos antiguas muestran un esplendor y una opulencia de la que apenas queda rastro. A ambos lados de la carretera se apiñan los negocios, muchos de ellos históricos que echaron la barrera y esperan mejores tiempos. Otros muestran el interés por invertir en la zona pero no terminan de contagiar al resto.
En la lista de tareas pendientes del Ajuntament de Palma estará la mejora del camino vecinal de Génova. «Es de doble dirección y carece de acera. Hay gente que viene caminando de los hoteles y tiene que andar por la calzada». Las aceras de apenas medio metro están repletos de postes y hierbas de un metro de alto. Massanet advierte que en ese camino hay una guardería «y madres y padres tienen que ir por la calzada con los carritos de bebé mientras pasan a toda velocidad los vehículos».
Sin buses
Esteban Camps afirma que el aparcamiento es otro de los grandes problemas de las barriadas, especialmente en Cala Major. Con una alta densidad de población que vive arracimada en altos edificios, «las 1.200 viviendas de la barriada contrastan con las 300 plazas de aparcamiento. Solo hay un párking por cada cuatro viviendas. Así que tenemos que aparcar en las aceras. Luego viene la Policía Local y en una calle de 100 metros pone 16 multas. Pero, ¿dónde dejamos los coches entonces?», se lamenta Camps.
Estos barrios se caracterizan por carecer de parques infantiles o plazas como espacio de encuentro entre vecinos. La orografía no ayuda nada: las inclinadas cuestas hacen la vida muy complicada a las familias con niños o a las personas mayores. «Para hacer la compra al supermercado, que está aquí al lado, tienes que ir con coche para poder cargar con las garrafas de agua», cuentan los vecinos. El bus no es la solución: «Desde Sant Agustí hasta Son Espases hacen falta dos horas solo de ida. A la Plaça d'Espanya, 45 minutos. Y muchos buses van llenos de turistas y no paran», denuncian las asociaciones. Además de las carencias de transporte público, no hay colegios públicos: los niños tienen que desplazarse hasta Génova o El Terreno.
Cáritas trabaja en estos barrios y necesita voluntarios. La sede de Cáritas está en la calle Antoni Mus, número 5, en Cala Major. «Aquí hay personas que quieren luchar y seguir adelante», dice la entidad. Por eso quizá Cala Major y Sant Agustí se han vuelto más combativos: para que su voz se escuche ahora.