Para que un extranjero del norte pueda comprar, hace falta que un propietario insular venda. Y esta situación se repite en Palma, y en la Isla, cada día, lo que conlleva al fenómeno de la despatrimonialización: los propietarios venden en un mercado con unas viviendas revalorizadas a precios millonarios pero sus hijos y sus nietos jamás podrán acceder a ellas. Zonas como el Casc Antic, Santa Catalina, es Molinar y, se comenta ahora, Pere Garau, son vendidas al mejor postor. Y siempre compra un extranjero del norte de Europa.
Resulta difícil resistirse a los cantos de sirena del comprador extranjero inversor. Así lo cuenta un palmesano que prefiere quedarse en el anonimato. «Me compré mi casa por 24 millones de pesetas (144.000 euros). Ahora me ofrecen tres millones de euros. Le he preguntado a mis hijos a ver qué hacemos y venderán cuando yo no esté», cuenta. Este octogenario es propietario de una vivienda de tres plantas en primera línea de mar y las ofertas de las inmobiliarias son diarias. A sus 85 años, se enfrenta al dilema de mantener una propiedad que no podrán comprar sus hijos por el elevado precio de mercado.
Este vecino conoce muy bien los precios actuales de Es Molinar. «La primera línea se vende a tres millones, la segunda llega al millón y medio sin reformar y la tercera ya alcanza los 900.000 euros». Las ventas en la zona son una constante. Natalia Bueno, presidenta del Colegio de Agentes Inmobiliarios de Balears, cuenta la estampa que vive día a día: «Cuando voy a ver una vivienda de herencia y sus propietarios no saben si vender o alquilar siempre les recomiendo que la mantengan para asegurarles una propiedad a sus hijos. Luego les será muy difícil comprar». Bueno explica que «con la inflación actual, el dinero conseguido por la venta se devalúa cada año pero el valor de la casa subirá. Cuando se incorporen al mundo laboral, nuestros hijos no podrán comprar ni alquilar».
Bueno detalla que el perfil de los vendedores «es el de muchos separados en los que ni uno ni otro puede asumir el otro 50 por ciento de la casa por la revalorización actual, o herencias donde ninguna de las partes tiene capacidad para comprar la otra». La gentrificación hace estragos y «hace años que lo vemos en Eivissa. Los hijos ya no pueden vivir allí y se van a la Península. Habrá emigración porque no podrán pagar su casa».
Para Bueno, «las ventas de hoy son el empobrecimiento de mañana. Solo los grandes terratenientes podrán pasar por encima de esto. La vivienda es un negocio asegurado y los propietarios optan por vender con inmobiliarias extranjeras porque les darán más dinero. Para comprar vienen a los agentes mallorquines en busca de precios más asequibles».
Regulación
«No podemos culpar a las personas que están vendiendo sus viviendas. Ahora mismo estamos sometidos a unas dinámicas sociales brutales. Aquí está viniendo la clase media del norte de Europa que cobra el doble o el triple que los mallorquines», explica Biel Horrach, director general de Urbanisme. «La gente de aquí, con estos sueldos, no puede competir hasta que no se ponga en marcha una regulación para los compradores extranjeros», señala, y admite que «somos una de las regiones más apetecidas de Europa».
Al final, el grueso de la economía balear «ha pasado del negocio turístico al residencial» y la hiperconexión de Mallorca con Europa con vuelos regulares todo el año «hace que la gente ya no opte por visitar la Isla en un hotel. Ahora quieren tener su propiedad en Mallorca». Si antes «personas de altísimo poder adquisitivo compraban una possessió, ahora hay gente de clase media de Europa» que puede cumplir su deseo de vivir en Palma o en la Isla. «Esto genera un estrés en los trabajadores del sector turístico. Por eso es necesaria la regulación para acceder a una vivienda digna para evitar desequilibrios», dice el director general de Urbanisme.
¿Qué futuro les espera a las nuevas generaciones de palmesanos? «Será un futuro insostenible si se sigue con esta dinámica, como ocurre en ciudades como Nueva York. Cuando se ha intentado impulsar una economía innovadora, era imposible encontrar el talento joven porque estaban mas preocupados por invertir en vivienda que en innovación. Al final, la primera economía de Balears es el negocio inmobiliario».
Privilegio
La despatrimonialización, que afectará a las futuras generaciones de palmesanos, ya es objeto de estudio. La geógrafa de la UIB, Sonia Vives, analiza la gentrificación en Eivissa pero ya ha estudiado los desahucios en Palma. «La propiedad de la vivienda es un elemento que define tu lugar en la escala social. Los propietarios tienen un privilegio mucho mayor que los demás. Luego están los hipotecados, la clase endeudada, y en el último lugar del escalafón, los alquilados». Vives advierte que «ser propietario se ha convertido en un forma de vida gracias al rentismo. Puedes ganar más dinero de las rentas de la vivienda que trabajando».
El economista Eduardo Robsy anota que «el 27 % de los baleares vive en régimen de alquiler frente al 12 % de media nacional. Tenemos muchas familias que viven de alquiler porque no pueden comprar». Recuerda que «hace años, la aspiración de las familias de clases obreras era tener una casa pagada, otra de veraneo y dejar un piso a cada hijo. Esto ya no es viable salvo para los privilegiados o los que hayan heredado. Comprar vivienda es incompatible con trabajar aquí». Robsy opina que «faltan ayudas directas a la promoción de viviendas y a la compra. Pero el Estado parece haber abandonado el Plan de Vivienda».