Los usuarios con movilidad reducida denuncian que muchos autobuses de la EMT no tienen las rampas en funcionamiento, un hecho que ocasiona que, con frecuencia, no puedan hacer uso del transporte público o hayan tenido que esperar «hasta dos horas» a que llegase otro bus con este sistema funcionando. Es algo que le ha pasado a la hija de Pilar Villaína, Yaiza, que con 17 años se ve «muy limitada» a la hora de coger el transporte público. Empezaron a tener este tipo de problemas cuando se fueron a vivir a es Pil·larí hace seis años.
«Salimos con dos horas de antelación para ir al hospital porque si no, no llegamos. Aparte de que la mayoría de buses no tienen rampa, tampoco hay tantas frecuencias», expresa Pilar. En su caso, ella viaja mucho con su hija Yaiza con las líneas 7, 14, 16, 31, 32 y 33 y asegura que «en todas esas líneas he tenido problemas para acceder con mi hija. A veces tenemos la ayuda de otras personas para subir o bajar, pero el problema es que no veo normal que no funcionen. Estas sillas pesan 200 kilos», lamenta.
Acompañados
Jesús Álvarez, de 42 años, es otro usuario con movilidad reducida que, a causa de los inconvenientes que tiene la EMT, no se atreve a ir solo en transporte público. «El problema me surge cada vez que tengo que ir a los hospitales. Llevo en silla de ruedas desde hace cuatro años y esta situación no ha cambiado», sostiene. Jesús ha llegado a esperar «hasta tres buses de una misma línea porque no tenía opción de subir. Por cosas así me siento más cómodo cogiendo un taxi», dice, aunque cree que esta no es la solución. Y es que no es la única queja que arrastran desde hace años.
La seguridad también es otro hándicap a tener en cuenta. Los dos han sufrido alguna complicación. En el caso de él, un mal movimiento en una rotonda provocó que volcara su silla. Yaiza casi se cae subiendo la rampa si no llega a ser por ayuda externa. Los usuarios lamentan que el Ajuntament no vele por sus derechos y aseguran que no pararán hasta que se les escuche y cumplan con los convenios establecidos.