Desde febrero de 2020 no se veía nada igual: la sala de plenos del Ajuntament de Palma al 100 por cien de aforo, los bancos para el público repletos de vecinos y activistas deseosos de dar su opinión. Ayer fue un día distinto tras 24 meses de estrictas medidas por la pandemia: regresó la algarabía del público, los aplausos y los gritos exaltados. Incluso el alcalde, José Hila, tuvo que poner orden a alguna vecina descarriada por sus excesos verbales. La vuelta a la normalidad, vamos. Desde ese pleno de febrero de 2020 en el que ya se olía que algo iba a pasar, algunas cosas han cambiado y se han incrustado en nuestro día a día como las mascarillas y estrictas medidas de higiene. Ayer asistieron 28 regidores (con la ausencia de Angélica Pastor, de baja por un accidente), personal del Ajuntament y partidos y, como novedad, el público: el aforo volvió a la normalidad con 86 personas.
Entre los asistentes estaban ayer Laura y Araceli, personal del Ajuntament que se encarga de la desinfección de los micrófonos y el atril en el que los vecinos expusieron sus reivindicaciones. Las encargadas de animar el primer pleno presencial para todos fueron cuatro vecinas de Camp Redó, que a base de gritos se dedicaron a torpedear el discurso de la regidora de Model de Ciutat, Neus Truyol, cuando hablaba del proceso participativo para la puesta en marcha del eje cívico de Cotlliure: «¡Pero si no hay comercios!», gritaban. Tampoco faltaron las pancartas con las que la nutrida comitiva de los funcionarios interinos reclamaban el fin de la temporalidad. La intervención de su portavoz se llevó un sonoro aplauso.
Fue un pleno como los de antes, donde también intervino (y se llevó una buena dosis de palmas por parte del público) la presidenta de la Federació d'Associacions de Veïns, Maribel Alcázar, haciendo referencia al homenaje al tenista Rafael Nadal, que reclamó para otros colectivos como los científicos, y aprovechó para demandar otra versión del nuevo Plan General. No faltó Pepe Berrio, «animalista, republicano y comunista. Lo tengo todo». En esta ocasión acudió con motivo del homenaje al alcalde republicano Emili Darder y el activista lo hizo tocado con un gorro de lana con los colores republicanos. «A mí una vez me echaron del pleno», dijo con orgullo. «Bueno, en realidad fue invitado amablemente a salir de la sala de plenos», apuntó con cierta sorna personal de Cort.
En los momentos más duros de la pandemia los plenos se llevaron a cabo por Zoom, desde el domicilio de cada uno de los regidores. Después regresaron los plenos presenciales, pero sin público ni prensa, aislados en salas aparte. Hay quienes recuerdan que pese a habilitar el vestíbulo de Cort para que el público siguiese el pleno a través de la pantalla, las sillas estaban presas de una soledad abrumadora. Los vecinos que intervenían solo entraban a la sala de plenos para su discurso y se marchaban. La asepsia era absoluta. Con la pandemia más aplacada, ayer volvió la desordenada algarabía del público mientras resonaban a lo lejos los ecos de las bombas sobre Ucrania. No hay tregua.